“Punta del Este, Punta del Este, lo que te ha caído encima es más malo que la peste”. Así dice la canción de Carlos Puebla, uno de los ilustres del cancionero revolucionario.
Ese siempre fue el “soft power” cubano. Para Estados Unidos es Hollywood, McDonalds y la NFL en el Estadio Azteca. Para Cuba es la melodía de las guitarreadas que, sesenta años de dictadura mediante, hoy sonaría rancia y vetusta.
Pues el tiempo enseña. “A Punta del Este” fue compuesta en referencia a la reunión del Consejo Interamericano Económico y Social realizado en Agosto de 1961. Allí, con la sola ausencia de Cuba, Kennedy lanzó la Alianza para el Progreso.
Sin embargo, por lo general la canción se asocia a un evento posterior. En enero siguiente, y en reunión de consulta de cancilleres, la OEA aprobó una resolución declarando al marxismo-leninismo incompatible con el sistema interamericano. Con lo cual Cuba fue excluida de la organización. También ocurrió en Punta del Este.
La resolución suspendió la participación del país, no lo expulsó. Sus obligaciones en relación a los instrumentos de derechos humanos permanecieron vigentes. De hecho, la Comisión Interamericana continuó publicando informes sobre la situación en la Isla y aceptando peticiones de personas de nacionalidad cubana, y ello de manera ininterrumpida.
No obstante, el gobierno de Castro pasó el resto de la Guerra Fría de espaldas a la OEA, el “Ministerio de Colonias”. El acercamiento con América Latina ocurrió después debido a los recursos petroleros y la alianza con el chavismo. Tuvo como resultado una nueva sopa de letras de las relaciones internacionales hemisféricas: ALBA en 2004, Petrocaribe en 2005, Unasur en 2008, completándose el acuerdo en 2011, y CELAC en 2010.
Nótese las fechas, durante el auge de precios, así como el diseño institucional, pensado para tornar la OEA en un foro irrelevante. Pues, en buena parte, lo lograron.
Especialmente bajo Insulza entre 2005 y 2015, quien sí que la convirtió en “Ministerio de Colonias”, pero de Caracas. La debilitó, desfinanció, se apartó de sus principios y obstaculizó el cumplimiento de su misión. Nada más tener presente las presiones e insultos de Chávez a la CIDH y recordar a quien apoyó el Secretario General. Cumplir con su trabajo le costó el cargo al entonces Secretario Ejecutivo de la Comisión.
Así fue como en 2009 se votó el levantamiento de la suspensión de Cuba y se le ofreció la readmisión. El gobierno cubano agradeció pero declinó la invitación debido a la trayectoria de la OEA, “aliada a los intereses del imperialismo”. Los Castro son los campeones del orgullo impostado y la simulada dignidad; las razones son otras.
Es que Cuba no podría ser readmitida sin observar la democracia con pluralidad de partidos y respeto a los derechos humanos, según mandan los documentos fundantes del sistema interamericano. Todo lo cual no existe en un régimen que es más cercano al despotismo monárquico que a cualquier otra forma de gobierno.
“Los pueblos de América tienen derecho a la democracia” dice el artículo 1ro. de la Carta Democrática Interamericana. No el pueblo cubano, ha dicho la dictadura castrista. Quedar fuera de la OEA no quiere decir que el régimen cubano alguna vez haya estado desinteresado en la misma, todo lo contrario. Es solo que siempre ha operado detrás de bambalinas, el estilo clásico del G2 y el aparato de seguridad.
Un aceitado modus operandi de seis décadas, hoy se vuelve a poner en marcha en la elección del Secretario General de marzo próximo. La apuesta es ir contra Luis Almagro para lo cual tienen dos candidatos, uno de máxima y el otro de mínima. Uno para destruir la OEA, el otro para vaciarla de contenido y neutralizarla. Diplomacia a la cubana: embarrar la cancha sin embarrarse y diversificar el riesgo.
Así es como una candidata es María Fernanda Espinosa, ex Ministra de Defensa y de Relaciones Exteriores de Rafael Correa, férreamente alineada con La Habana. Correa sigue diciendo que la OEA debe desaparecer, no es menor. El otro candidato es Hugo de Zela, diplomático peruano y ex Jefe de Gabinete de Insulza.
La primera es apparatchik de La Habana. Con el segundo en funciones, la OEA hizo el mea culpa con los Castro y Chávez logró tener un ministerio adicional en Washington DC. Castro y Maduro ganan con cualquiera de los dos candidatos.
Es sorprendente cómo se van alineando las alianzas. Tómese el caso de Canadá, aliado a la estrategia cubana y a la peruana al mismo tiempo. Es curioso lo de los canadienses, son buena gente y América Latina les debe por tanto apoyo a los exiliados durante las dictaduras de los setenta. Pero también son buenos para cuidar sus negocios, el holding de turismo en Cuba y la gran minería en Perú.
Esperemos que no sea a costa de aquellos nobles principios; “raison d’etat, raison d’etre”, dirían en Québec. La democracia está en visible retroceso y debilitamiento en América. Es responsabilidad de los sistemas políticos estables y con instituciones sólidas, como el canadiense, redoblar esfuerzos para defenderla.
Para ello también hace falta una OEA activa y comprometida con su mandato. Una OEA apoyada por déspotas, como sería con Espinosa, o claudicante ante ellos, como lo fue bajo Insulza, será una victoria de aquellos que no quieren democracia ni derechos humanos en el hemisferio.