Este es el momento que esperaba Huawei.
Fabricantes de chips como Qualcomm, Xilinx y Broadcom han informado a sus trabajadores que no proveerán sus dispositivos al gigante chino de la electrónica hasta nuevo aviso, reportó Bloomberg News en las últimas horas del domingo. Esas compañías necesitarán aclaración del gobierno de Donald Trump para saber si pueden despachar sus productos a Huawei, así que al parecer por ahora optan por ser precavidas.
Un proceso similar tuvo lugar cuando a ZTE se le prohibió adquirir productos estadounidenses tras renegar de un acuerdo para dejar sin efecto cargos de infringir sanciones comerciales. Se le ordenó al personal detener los envíos hasta saber con certeza qué está permitido y qué no. EE.UU. terminó decretando un embargo (que luego levantó) que perjudicó a la empresa china de comunicaciones.
La posibilidad de que el gobierno estadounidense paralizara el suministro de componentes a Huawei era exactamente lo que la gerencia anticipaba hace casi un año, según lo publicado el viernes por Bloomberg News.
Huawei acopió al menos tres meses de componentes. No es mucho, pero refleja la seriedad con la cual la empresa de Shenzhen tomó la amenaza.
Existe la esperanza de que esto sea solo parte de la postura estadounidense respecto a la guerra comercial y se resuelva como parte de negociaciones de mayor alcance. Probablemente Huawei o los líderes chinos no son tan ingenuos para compartir eso. Incluso la más breve de las prohibiciones será prueba para ellos de que China ya no puede recurrir a foráneos.
Ahora podemos esperar que China redoble los esfuerzos para desplegar un programa nacional de sistemas operativos para smartphones, diseñe sus propios chips, desarrolle su propia tecnología de semiconductores (incluidos herramientas de diseño y equipamiento manufacturero) e implemente sus propios estándares tecnológicos. Esto solo puede acelerar el proceso de crear una cortina de hierro digital que separe al mundo en dos esferas tecnológicas que se excluyan mutuamente.
Es de esperarse que haya algún traspié. Una versión china inicial de Android, llamémosla Chandroid, no estará al nivel de la original desarrollada por Google de Alphabet. Los chips de comunicaciones fabricados a nivel nacional serán inferiores a aquellos que ofrecen Qualcomm y Xilinx, pero si bien intentos anteriores de desarrollar productos locales podían fallar porque aún estaban disponibles alternativas occidentales, el fracaso ya no es una opción para las autoridades chinas.
El gobierno inyectará más subsidios para garantizar que la industria no se quede corta y se invertirá mucho dinero, que no resolverá todos los problemas pero con el tiempo superará suficientes retos para que las alternativas locales sean viables, por no decir comparables con la tecnología estadounidense. Es poco probable que EEUU tenga la voluntad política de subsidiar a sus propias empresas a ese nivel. Inicialmente no lo necesitará por su superioridad actual, pero la posición de Huawei a la vanguardia de la tecnología móvil 5G muestra que este liderazgo no se mantendrá para siempre.
Así que ahora ha comenzado la guerra fría tecnológica. El ganador no será el que tenga más combatientes, sino el que tenga mayor habilidad para soportar el dolor de las pérdidas prolongadas.