En marzo pasado escribí sobre la demanda judicial de cuatro médicos cubanos contra la Organización Panamericana de la Salud, OPS, PAHO en inglés, por violación de leyes y convenciones internacionales contra el tráfico de personas y el trabajo forzoso. Ello por desempeñarse como intermediario—agente de cobro y administrador—de un programa de cooperación entre el gobierno de Brasil y el Ministerio de Salud Pública de Cuba.
Se trata de "Mais Médicos", programa llevado a cabo entre 2013 y 2018. El alegato dice que las autoridades brasileñas efectuaban los pagos por dichos servicios a la OPS, quien a su vez canalizaba los mismos al gobierno cubano. La OPS habría cobrado una comisión de 5% (75 millones de dólares), abonando el salario a los médicos, una parte en mano y otra depositada en cuentas en Cuba.
Son las misiones médicas cubanas. La acusación describe un verdadero sistema de explotación, desde la remuneración hasta las condiciones laborales. Del total transferido, solo el 10% fue dedicado a los salarios de los profesionales, muy por debajo del salario de un médico en Brasil. El restante 85% es para el gobierno de Cuba.
También se detalla un régimen represivo. Los participantes se reclutan por medio de amenazas. No se les informa el destino, la duración del viaje, ni la paga. No se les permite viajar con todos los miembros de su familia. No se les entrega su pasaporte y, una vez allí, deben realizar funciones de propaganda y adoctrinamiento político. Además son acompañados por agentes de la Seguridad del Estado que simulan ser médicos, inteligencia a un lado y al otro.
Tengo frente a mi otra denuncia sobre el mismo tema remitida a la Corte Penal Internacional por las ONGs "Prisoners Defenders" y "Unión Patriótica de Cuba (UNPACU)". Acusan a seis altos funcionarios del gobierno cubano, Raúl Castro y Miguel Díaz-Canel entre ellos, por esclavitud, persecución y otros actos inhumanos invocando el articulo 7 del Estatuto de Roma que define y tipifica los crímenes de lesa humanidad.
La denuncia se basa en 110 testimonios de médicos que abandonaron el programa. Leo el documento de cerca de 400 paginas y es como si ya lo hubiera leído. Los cargos son casi idénticos a los de "Mais Médicos". Se ratifica un patrón: coacción, trabajo forzoso y explotación. Basada en un mayor número de casos, esta denuncia revela la amplia dimensión geográfica de las misiones. Los profesionales que declaran tuvieron por destino decenas de países de América Latina, África, Asia y aún Europa, una verdadera política exterior del gobierno cubano.
La acusación también expone la práctica de falsear estadísticas sanitarias tanto en el exterior como en la Isla. En el primer caso, ello se hace con el objetivo de exagerar el éxito de las misiones, lo cual tiene efectos directos en términos monetarios y diplomáticos ya que dichas estadísticas son enviadas a la OPS, convirtiéndose luego en información validada por las Naciones Unidas.
Dentro de Cuba, a su vez, la adulteración de información de salud pública sirve para reproducir el mito de la excelencia médica del sistema socialista, la tarjeta de presentación de las misiones en el exterior. Así es, por ejemplo, como el país exhibe tasas de mortalidad infantil extraordinariamente bajas, las cuales se construyen por medio de la directiva oficial que ordena reportar como un aborto todo deceso de un neonato ocurrido en las primeras semanas de vida. Los médicos entrevistados declaran que lo mismo ocurre en relación a enfermedades transmisibles como el dengue y el cólera, las cuales están en nivel de epidemia desde hace siete años.
El título de esta columna, "El mundo empieza a saberlo", es una frase pronunciada por Javier Larrondo—presidente de Prisoners Defenders, una de las organizaciones demandantes—en relación a la amplia cobertura en medios de su denuncia. Es hora, finalmente, es necesario divulgar los crímenes del régimen castrista. Sin embargo, hay que decirlo, ese no saber ha sido por la ingenuidad de algunos y la complicidad de muchos frente a los mitos y leyendas de la revolución cubana.
Hay que tener un mínimo de honestidad y reconocerlo: los "progresistas", como quiera que se defina el término, han consumido esas leyendas acríticamente y, en el camino, se han hecho cómplices. Hay que desenredar la narrativa con la que una tiranía de seis décadas continúa diseñando su política exterior, la que es escuchada y venerada, sino obedecida, por buena parte de la izquierda latinoamericana y europea.
Piénsese en la leyenda de haber resistido la Guerra Fría, guerra que se libró en el resto del hemisferio con formidable brutalidad mientras se exceptuaba a Cuba, debe recordarse, protegida por el acuerdo de 1962 con la Unión Soviética. Es paradójico que Salvador Allende haya muerto con la AK47 obsequiada por Fidel Castro en sus manos, arma que éste, a su vez, jamás necesitó usar en Cuba una vez llegado al poder.
Considérese la leyenda del bloqueo, en lugar de embargo, de la siempre inminente invasión que al final no ocurrió, de los derechos de los pueblos latinoamericanos al mismo tiempo que se violan los derechos del pueblo cubano. No puede ignorarse tampoco el mito de la lucha contra el imperialismo yankee y sus cómplices dictaduras fascistas—la de Pinochet—mientras hacían negocios con otras dictaduras fascistas—la de Videla—obedeciendo órdenes de otro imperialismo, el de Moscú.
Ese es el valor de la denuncias de las misiones cubanas, desnudan la hipocresía de un régimen que proclama la emancipación del proletariado, pero esclaviza médicos. Ya no se puede fingir ignorancia. Tanto hablar de imperialismo, si la narrativa de los derechos es genuina, a esa izquierda le toca ahora desenmascarar al imperialismo cubano. El mundo empieza a saberlo, pues, la dictadura castrista debe rendir cuentas.