En Venezuela, parece que Rusia otra vez está jugando bien una mano débil. Estados Unidos ha impuesto sanciones paralizantes a la petrolera estatal y las ha levantado a los funcionarios que se han unido a la oposición, como el jefe de inteligencia. Sin embargo, con el apoyo de Rusia, el autócrata venezolano sobrevive.
Entonces, cuando el secretario de Estado de EE.UU., Mike Pompeo, llegue a Sochi esta semana, su contraparte, el ministro ruso de Relaciones Exteriores, Sergei Lavrov, sin duda estará esperando explotar la situación utilizando una estratagema rusa conocida: crear una crisis geopolítica y luego ofrecerse a solucionarla.
Eso fue lo que hizo Lavrov en Siria. Mientras mercenarios y bombarderos rusos pulverizaban civiles con la ayuda de las milicias iraníes, Lavrov se reunió con el entonces secretario de Estado, John Kerry, para negociar un proceso político que pusiera fin al conflicto. La farsa continuó por casi dos años. Solo después de que los rusos bombardearan un convoy humanitario en septiembre de 2016, Kerry se dio cuenta de que había sido engañado.
Los rusos están planeando una jugada similar en Venezuela. Una declaración oficial del Ministerio de Relaciones Exteriores ruso en la que se resume una llamada del 1 de mayo entre Pompeo y Lavrov pide "el diálogo entre todas las fuerzas políticas del país". Funcionarios estadounidenses me dicen que esperan que Lavrov proponga conversaciones entre Maduro y la oposición mediante las cuales el autócrata permanezca en el poder mientras ambos bandos negocian las condiciones para unas nuevas elecciones.
No es una idea novedosa. Maduro mismo ha llevado a cabo conversaciones con su oposición, solo para renegar de sus compromisos más adelante. En enero, el Senador estadounidense Chris Murphy y el subasesor de Seguridad Nacional Ben Rhodes hicieron circular la idea de un proceso político de paz en Venezuela, en el que se excluyera a Rusia pero se incluyera a otros Estados predadores como China y Cuba.
Cualquier negociación con Maduro es una trampa. Para empezar, utilizará cualquier tiempo que gane en la mesa para dividir a la oposición que se ha reunido detrás del presidente interino, Juan Guaidó. Esa oposición tiene numerosas facciones, incluidos muchos partidarios desencantados del mentor de Maduro, Hugo Chávez. Un proceso eterno es una ventaja para Maduro. También socava el reclamo constitucional sobre el poder de Guaidó, quien asumió la presidencia después de que Maduro ganara unas elecciones ilegítimas.
Todavía hay dudas, sin embargo, sobre si esta estrategia rusa funcionará. En una sesión informativa a reporteros la semana pasada, un alto funcionario del Departamento de Estado minimizó las expectativas de llegar a un acuerdo en el que Rusia coopere en Venezuela. Es más, los funcionarios estadounidenses aseguran que hay planes de imponer más sanciones a Rusia.
Pompeo ha acusado a la estatal petrolera rusa, Rosneft, de violar las nuevas sanciones de EE.UU. a la estatal petrolera venezolana (Rosneft ha negado la acusación). Pompeo también ha culpado a Moscú de instar a Maduro de permanecer en Caracas y no partir hacia Cuba cuando Guaidó llamó a los manifestantes a las calles.
Por supuesto, todavía está el asunto del presidente Donald Trump, cuyos comentarios públicos no se han alineado precisamente con los de Pompeo. A principios de este mes, tras una llamada con el presidente ruso, Vladimir Putin, Trump hizo eco del argumento ruso de que Rusia solo quiere "un resultado positivo para Venezuela".
A pesar del historial de Trump de escalofriante deferencia pública hacia Putin, también ha mostrado voluntad de confrontar a Rusia cuando es necesario. Se ha mantenido firme en las sanciones impuestas a Rusia tras las elecciones de 2016, por ejemplo, y en dos ocasiones ha ordenado importantes ataques aéreos sobre el cliente de Rusia en Siria. También vale la pena señalar que las fuerzas de operaciones especiales estadounidenses permanecen en Siria, a pesar de la promesa de Trump en diciembre de retirarlas precipitadamente.
Por eso es importante que Trump y sus principales asesores hayan dicho públicamente que todas las opciones siguen sobre la mesa para Venezuela. Y es otra razón para ser escépticos de que las jugadas rusas funcionen en Venezuela como lo hicieron en Siria.
Fuente: Bloomberg