"Este es nuestro hemisferio: aquí los rusos no debieran entrometerse", lanzó el asesor de Seguridad de la Casa Blanca John Bolton en momentos que la frustración se extendía sobre Venezuela y el mundo. El hasta ahora fallido alzamiento militar convocado por Juan Guaidó provocaba, además, que las potencias dejaran la penumbra de las bambalinas y entrasen ruidosamente al ruedo.
Si el revival de la Doctrina Monroe ("América para los americanos") por parte de Bolton sonó a extemporal, mucho más lo fueron las estocadas verbales entre Moscú y Washington. A lo largo de la semana, mientras Leopoldo López -otro revival- se escapaba de su prisión domiciliaria, se mostraba un rato junto a Guaidó para después cobijarse unas horas en la embajada de Chile, para luego entrar a la de España, mientras tanto el incansable Guaidó seguía liderando las marchas de los aún más incansables y valientes venezolanos, y el canciller ruso Sergei Lavrov le decía al secretario de Estado norteamericano Mike Pompeo que EEUU hacía una interferencia flagrante en Venezuela. Y agregaba que "su influencia es destructiva mientras se ampara en el pretexto hipócrita de la ayuda humanitaria".
No fue esa la primera ni la última vez que Washington y Moscú se mostraron los dientes en su disputa por quién pisa más fuerte en Venezuela. Casi un mes antes, Fiona Hill, la directora de Seguridad para Rusia, Europa y Eurasia, había planteado en la mismísima capital rusa que era prioritario para el gobierno de Trump la no injerencia del de Putin en tierras venezolanas, ya que el tema incidiría negativamente en la campaña presidencial de 2020. Y sobre todo en el estado de Florida.
Putin, un ex KGB con legendaria paciencia infinita para negociaciones complicadas y que se tomó el trabajo –dicen- de leer varias veces de cabo a rabo The Art of the Deal, el libro de Trump, no olvidó dónde le aprieta el zapato al Donald. En la conversación telefónica que mantuvo con su par norteamericano la semana pasada, aceptó retirar la injerencia y colaboración militar rusa en Venezuela bajo condición de que EEUU terminase con la asistencia militar a Ucrania y admitiese los derechos rusos sobre Crimea.
(Lo de Crimea merece un aparte: la heredó el Soviet del zarismo hasta que en 1954, en un arranque, el gobierno de Nikita Krushchev se la transfirió a Ucrania. Fue en otro arranque, en 2016, cuando Putin y sus tropas la anexaron de prepo nuevamente a Rusia, mereciendo la condena y embargo financiero de los países europeos, de Estados Unidos y de buena parte del mundo occidental.)
Los rusos comprometieron a levantar no una sino dos fábricas de fusiles Kalashnikov en Venezuela pero la corrupción demolió por anticipado el proyecto
Volviendo a la injerencia territorial, el clash de palabras entre trumpistas y putinistas es, para muchos, espuma fabricada para ocultar al verdadero "controller" de Venezuela: Cuba. El secretario de Estado Pompeo dijo el fin de semana que "si no fuera por los cubanos, Maduro hoy no estaría en el poder". Y agregó: "Ellos, los cubanos, son centralmente quienes hoy manejan el cordón de seguridad alrededor de Maduro, porque ya no confía ni en sus propios militares".
Por su parte, John Bolton, el asesor de seguridad de la Casa Blanca, cuantificó que los elementos militares y de inteligencia cubanos que actúan en Venezuela llegan a 20.000 o quizás 25.000. Habrá que ver cuánto más pueden seguir en ese país devastado, ya que de los 110.000 b/d de petróleo que la isla recibía gratis de Venezuela (Cuba comerciaba luego ese crudo con terceros) actualmente no recibe ni uno ya que la producción diaria está en 390.000 barriles, apenas alcanzando para consumo interno.
Los elementos militares y de inteligencia cubanos que actúan en Venezuela llegan a 20.000 o quizás 25.000, cuantificó Bolton
El tema de injerencia territorial no está, para otros, en el centro del "deal" (la negociación) entre Moscú y Washington. "La fachada de lo territorial esconde un tema comercial", asegura Emilio Figueredo, editor del think-tank y portal Analítica de Venezuela. En conversación telefónica desde Caracas, este experto en relaciones internacionales destaca que el alto funcionario John Bolton dejó bien en claro que Washington no consideraba inconvenientes las inversiones rusas en Venezuela, destinadas en su casi totalidad a energía. "Es más", destaca Figueredo, "Bolton tuvo la picardía de señalar que esas inversiones rusas contaban con la garantía de EEUU, que dada su condición de vecino más próximo a Venezuela podía vigilarlas mejor".
Las garantías, se sabe, son para Rosneft, la petrolera estatal rusa que en 2016 a cambio de USD 1500 millones se quedó con el 49.9% de Citgo, la filial de PDVSA en EEUU. Citgo cuenta con 3 refinerías en los estados de Texas, Illinois y Lousiana y 6000 estaciones de servicio en ese país.
Esa cifra llega al doble, USD 3000 millones, contando inversiones en pozos y ductos y si se le suma a ella los contratos adeudados a Moscú por armamento, el Kremlin habría destinado a Venezuela cerca de USD 6000 millones. Apenas unas monedas, asegura Figueredo, si se lo compara con los USD 115.000 millones que China destinó a Venezuela en la última década.
En cuanto al armamento ruso instalado en Venezuela, ya tiene su herrumbre y desgaste. A partir de 2006 Rusia le fue vendiendo al régimen un sistema antiaéreo, una veintena de cazas Sukhoi (la mayoría hoy en tierra, sin repuestos), junto con helicópteros MI-35 que buscan volar de nuevo desde un centro de entrenamiento para pilotos regenteado por personal ruso.
Los rusos, a su vez, se comprometieron a levantar no una sino dos fábricas de fusiles Kalashnikov pero la corrupción demolió por anticipado el proyecto y la construcción no avanzó más allá que las primeras filas de ladrillos.
Entre pilotos, mecánicos y asesores hoy hay en Venezuela un poco más de 100 rusos. Por eso es que, asevera taxativamente el Washington Post, Moscú carece de las tropas necesarias para una intervención militar. Punto. Mientras tanto, es Cuba la que sigue en control. De Maduro y los militares.
Mientras tanto también, mientras Rusia y Estados Unidos dirimen sus disputas esta semana en Finlandia, la crisis en la arrasada Venezuela otra vez traspasa el umbral del Séptimo Círculo, se muerde en una vuelta de rosca y sigue, como hasta ahora, en continuado.
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