El poder de la comunidad internacional para luchar por la democracia y contra las amenazas a la seguridad se está poniendo a prueba en el caso de Venezuela. A pesar de las sanciones y de una importante coalición internacional liderada por Estados Unidos que incluye a la Organización de los Estados Americanos (OEA) y la Unión Europea (UE), el gobierno de Nicolas Maduro está decidido a permanecer en el poder sin ofrecer nada a cambio.
Maduro ha apelado a sus aliados para que ayuden a proteger a su turbulento gobierno, particularmente a Rusia, Irán y China.
Fuentes militares de EEUU informaron que el 24 de marzo, 100 militares rusos y unas 35 toneladas de equipo militar llegaron a Venezuela. Los analistas militares observaron con razón que tal despliegue ruso es muy similar al que Rusia mostró para salvar a otro aliado desesperado por un levantamiento popular: Bashar al-Assad de Siria. Rusia ha visto a Venezuela durante mucho tiempo como un aliado estratégico global en lo que el régimen de Putin ve como un juego de ajedrez global cuyo principal adversario es Estados Unidos.
Actualmente, Rusia está bien posicionada en Siria y Assad depende totalmente de Rusia para su supervivencia. Israel es un aliado estadounidense, pero incluso Israel recurre a Rusia en las circunstancias actuales. La semana pasada, el cuerpo de un soldado israelí desaparecido en Siria desde 1982 fue devuelto a Israel gracias a la intervención rusa. Este acto enfureció a los sirios e iraníes y demuestra hasta qué punto Rusia ha consolidado su poder e influencia en una región en la que se creía que Rusia había sido eliminada desde hace mucho tiempo. Israel también negocia con Rusia para asegurarse su apoyo. Los rusos fueron lo suficientemente inteligentes como para apoyar las necesidades de seguridad de Israel al permitir que Israel impida que Irán consolide su presencia en Siria y también impida el armamento de Hezbollah. Rusia es lo suficientemente inteligente como para estar en buenos términos con Israel. Como resultado, el poder de Rusia está creciendo efectivamente en la región.
La firme defensa de Rusia de un dictador peligroso en el corazón del hemisferio occidental parece repetir el caso de Siria: es decir, el régimen se salvará a toda costa y, a su vez, ayudará a un conjunto represivo de regímenes regionales para sobrevivir.
Rusia cuenta con una serie de buenos aliados en América Latina, principalmente Cuba, Nicaragua y Bolivia. Si Rusia hizo lo que hizo en el Medio Oriente, también puede hacerlo en América Latina.
Del mismo modo, la segunda aerolínea más grande de Irán, Mahan, ha iniciado vuelos directos a Venezuela.
Como bien señaló la Casa Blanca, las necesidades comerciales no justifican esos vuelos. Esto significa que esos vuelos pueden llevar a miembros de la Guardia Revolucionaria Iraní recientemente sancionada o a combatientes de Hezbollah y armamento. Teniendo en cuenta el hecho de que Irán y sus grupos terroristas representativos están involucrados en un gran número de países de Medio Oriente (incluidos Siria, Líbano, Irak y Yemen), dicha intervención muestra cuán importante es la supervivencia de Maduro para la república islámica. El dinero generado por el negocio de las drogas ha proporcionado un impulso financiero a Irán y a las actividades subversivas de sus representantes en Medio Oriente. Irán no quiere perder a Venezuela, que es un importante narcoestado y facilitador de las narcoactividades iraníes. Es por eso que Irán puede estar dispuesto a desplegar más de sus combatientes en Venezuela a pesar de que ya están dispersos en varios países del Medio Oriente.
Y luego tenemos a China. Según el almirante Craig Faller, China comenzó una sofisticada campaña de desinformación culpando a Estados Unidos por los recientes apagones que tuvieron efectos devastadores en el pueblo venezolano y en su economía. China le había otorgado a Venezuela más de USD 30 mil millones en préstamos. Si los chinos solo buscan el pago de la deuda venezolana, no les importaría si el presidente es Juan Guaido o Nicolás Maduro. Sin embargo, la preferencia de China por Maduro está claramente motivada por consideraciones estratégicas dirigidas a contrarrestar el poder de los Estados Unidos en la región. El hecho es que el gobierno chino también ha proporcionado suministros y personal militar a Venezuela en apoyo del gobierno.
El discurso de Maduro sobre estar dispuesto a negociar no es más que un plan para ganar tiempo, mientras que Rusia, China e Irán intentan asegurar su poder. Nadie debe engañarse sobre sus motivos.
La permanencia del régimen de Maduro es un desafío geopolítico para los Estados Unidos. La decisión reciente de sancionar a las compañías navieras que transportan petróleo a Cuba es una buena medida. Las sanciones deben incrementarse cada vez más. Pero eso puede no ser suficiente. Rusia, China e Irán deben salir del hemisferio occidental. Su presencia debilita aún más y pone en peligro la región.
Lo que es peor es que la acción de estos tres poderes puede llevar a los Estados Unidos a algo que hasta ahora se ha evitado: una intervención militar.
Para evitar una confrontación militar, debemos adoptar una política de bloqueo naval que sugerí en un artículo reciente. Más recientemente, Jed Babbin, el ex subsecretario de Defensa del presidente George H. W. Bush, dio un paso más. En las propias palabras de Babbin: "La última vez que aplicamos la Doctrina Monroe fue en 1962, cuando la Unión Soviética puso misiles con capacidad nuclear en Cuba. La resultante crisis de los misiles cubanos nos acercó más a la guerra nuclear que nunca, pero los soviéticos retrocedieron. El esfuerzo ruso-iraní para establecerse en Venezuela no es menos que una violación de la Doctrina Monroe (…) Trump puede, por ejemplo, ordenar un bloqueo aéreo y marítimo de Venezuela para evitar que Rusia e Irán desarrollen su poder allí. (…) El tiempo no está de nuestro lado. Cuanto más esperemos para tomar medidas decisivas contra Rusia e Irán, más difícil será expulsarlos de Venezuela. Y, lamentablemente, expulsarlos es nuestra única opción".
De hecho, un bloqueo aéreo y naval serviría para mitigar la presencia de los tres países mencionados. No hay vuelos ni envíos dentro y fuera de Venezuela. La Doctrina Monroe, que a principios del siglo XIX declaró a América Latina como una esfera de influencia estadounidense, no es un reflejo de la ambición imperialista de los Estados Unidos. Ahora es un imperativo de seguridad nacional y regional.
El autor es asesor y especialista del Proyecto de Seguridad Hemisférica por el Centro de Política de Seguridad en Washington, DC. Es doctor en Sociología, colaborador en varios think tanks estadounidenses y profesor adjunto de Ciencias Políticas y Sociología en universidades del Estado de la Florida. Es autor, entre otros libros, de América Latina en la era post-Chávez: la amenaza a la seguridad en los Estados Unidos.