Con el desenlace de la saga Brexit aún incierto, la Unión Europea haría bien en reexaminar su desempeño como una experiencia audaz en ingeniería socio-política a gran escala.
Incluso si como se esperaba, el Reino Unido de alguna manera se las arregla para, Brexit mediante, permanecer vinculado a la UE, el hecho es que millones de británicos y otros europeos están descontentos con los aspectos de la experiencia.
El primer problema con la UE es que, aunque se llama unión, en realidad no lo es, aunque tenga una bandera, un himno, un parlamento, un consejo de ministros e incluso pseudo embajadas en muchos países. A pesar de ello, la UE es esencialmente un club económico; no es un estado. De allí que a la UE le preocupan básicamente dos ramas de la economía: la industria y la agricultura, que son sectores representativos de alrededor del 32 % del producto bruto interno (PBI) combinado de los 28 estados miembros.
En el caso de Gran Bretaña, que es principalmente una economía basada en servicios, la industria y la agricultura representan alrededor del 25 % del PBI. El presupuesto anual de la UE representa alrededor del 1 % del PBI total de sus 28 miembros. Sin embargo, en promedio, el estado en los 28 países miembros controla el gasto de alrededor del 50 % del PBI.
Los aspectos clave de la economía, incluidos los impuestos, las tasas de interés y, aparte de los miembros de la zona euro, las monedas nacionales no están dentro de las competencias de la UE.
Los estados miembros de la UE representan y configuran muchos recuerdos y experiencias históricas diferentes. Los británicos están conformados por dos siglos de experiencia colonial, seguidos por un breve coqueteo con la socialdemocracia que se inclinó en su tiempo en la versión thatcherista del capitalismo. Los miembros nórdicos de la UE emergen de siete décadas de democracia social con el "Estado de bienestar" como concepto clave.
Alemania y Austria se enorgullecen de su modelo económico de "mercado social", que es seguido con profunda sospecha por otros países europeos. Italia, y en menor medida Grecia, España y Portugal tienen un modelo de "blanco y negro" en el que la economía no oficial o negra es casi tan grande como la oficial. Bélgica, Holanda y Luxemburgo han vivido con lo que denominan "capitalismo social", un sistema en el que el papel principal del estado es redistribuir la riqueza creada.
Francia, dependiendo del partido en el poder en un momento dado, ha vacilado entre los modelos germano-austriacos y el holandés. Los miembros de Europa central y oriental eran partes del Pacto de Varsovia y Comecon, dominado por los soviéticos, y solían esperar que el estado y el partido en control tomarán todas las decisiones y atendieran todas las necesidades.
Los 28 estados miembros también tienen sistemas políticos diferentes, desde las monarquías tradicionales hasta las repúblicas con antecedentes revolucionarios y naciones que emergen de los escombros de los imperios.
También tienen significativas historias de enemistades entre sí. Pero dejando a un lado largas historias de guerras, algunas de las cuales duraron más de 100 años, hay poco amor entre los franceses y los alemanes o los británicos. Así como para los húngaros, las personas más odiadas en el mundo son los rumanos, que aún gobiernan a más de cuatro millones de "húngaros cautivos" cuyo territorio anexaron en 1919.
Por otra parte, los irlandeses aman a los británicos tanto como los franceses aman a los alemanes, es decir, no mucho. Los italianos aún recuerdan la opresión de los austriacos y los españoles no han olvidado su lucha contra Napoleón.
Considerando estos detalles no menores, es una maravilla que la UE haya logrado reunir a tantas naciones en una región que tiene la historia más larga e intensa de rivalidades y enemistades nacionales en comparación con cualquier otra región del mundo. Aunque no hay duda que parte de ese éxito se debió a los temores fomentados por la Guerra Fría y las esperanzas surgidas después de la caída del Imperio soviético. Lo que evidencia que las naciones de Europa Occidental sintieron que necesitaban dejar de lado las viejas enemistades para enfrentar a la "bestiacomunista del este".
En la era post-soviética, las naciones de Europa Central y Oriental se apresuraron a unirse a la UE y la OTAN para poner la mayor distancia posible entre ellos y sus antiguos opresores rusos.
No hace falta decir que EEUU alentó la formación del mercado común original y apoyó su transformación en la UE como parte de una gran estrategia para contener a la ex URSS. En ese contexto, la UE desempeñó un papel importante para garantizar la paz y la estabilidad en un continente que ha sido testigo de la mayoría de las guerras que la humanidad ha visto en su historia.
La UE también ha hecho un gran trabajo con la política de ayudar a los nuevos miembros a lograr cierta paridad con los miembros fundadores en campos clave del estado de derecho, los valores democráticos, las normativas económicas y el comportamiento internacional.
El Brexit ha resaltado los desafíos clave que enfrenta la UE. El primero de ellos se refiere a una sobre-estimación generalizada del papel de la UE. Esto se debe a su percepción como un estado supranacional que ciertamente no lo es. En segundo lugar, la UE también enfrenta el desafío que plantea el regreso del Estado-nación como el modelo más popular de organización socio-política en todo el mundo.
En este momento, toda organización supranacional y/o internacional, desde Naciones Unidas hasta la OTAN, son consideradas con sospecha, por no decir hostilidad, no sólo en Europa sino también en todo el mundo y la UE no escapa a eso.
En consecuencia, los líderes de la UE y aquellos que la apoyan harían bien en ofrecer una imagen más modesta y realista de la Unión como club económico que se ocupa de ciertos aspectos de las economías de sus miembros y no como unos "Estados Unidos de Europa".
La UE ha pretendiendo ser una máquina que intenta imponer uniformidad a naciones que siempre se han enorgullecido de su especificidad. Aun asi, la Unión puede sobrevivir e incluso prosperar,pero para que eso suceda deberá trabajar para la unidad en la diversidad. En caso contrario, el mensaje de Brexit a la UE claramente debe interpretarse como un claro freno a que: La UE deje de lado su vanidad y entienda el momento político, económico e histórico actual.
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