Una vez ocurridos los ataques del 11 de septiembre, hubo grandes afirmaciones de que "todo sería diferente" y que "el mundo había cambiado". Occidente se vio obligado a enfrentarse a una ideología desconocida, escondida en cuevas geográficamente distantes desde las que un hombre barbudo y fanático lanzaba diatribas incomprensibles sobre los cruzados y los judíos. La yihad del siglo XXI había llegado para instalarse, aunque pocos sabían de qué se trataba esa palabra que comenzó a escucharse repetidamente.
Por un lado, Estados Unidos tuvo que reorientar su política exterior de manera dramática; por otro, muchos analistas tuvieron que comenzar a estudiar un fenómeno desconocido que los excedía. Sin embargo, con 17 años de retrospectiva, es necesario evaluar ciertos interrogantes.¿Realmente el mundo cambió políticamente en esa fecha y por ese evento inesperado? La respuesta es: No. Todo lo sucedido a posteriori era claro que iba a ocurrir. Otra pregunta no menos importante es: ¿qué magnitud tuvo el legado histórico de Osama bin Laden? La respuesta es: no mucha.
En mi opinión, si trazamos una linea de tiempo, y en una perspectiva histórica más larga, Al Qaeda será visto como un mero bache o una desviación dentro del mundo arabe islámico. Bin Laden tuvo suerte ese día y realizó un ataque ciertamente devastador. Lo hizo para los medios de prensa, y no cabe duda que tuvo éxito. Obligó a los Estados Unidos a reaccionar exageradamente, el presidente George W. Bush no tuvo alternativa, invadió Irak y convirtió, sin desearlo, al antiamericanismo en una profecía auto-cumplida.
Aunque la forma de ese islamismo radical que simbolizaba Al Qaeda en aquellos días atrajo a una minoría de musulmanes violentos y ansiosos por llevar la yihad a Occidente, nunca representó una tendencia social dominante en el Oriente Medio más allá de la existencia real de "bolsones de odio" dentro del islam hacia los Estados Unidos. La historia más amplia y devastadora que surgió y tomó forma a finales de aquella década para el mundo árabe fue el fracaso estrepitoso en que resultaron las Primaveras Árabes, no el éxito de un ataque de la envergadura que encarnó el golpe a las Torres Gemelas.
Las personas de este lado del Atlántico no entendían lo que había sucedido, más allá del horror y el asombro, pensaron que el mundo había cambiado después del 11 de septiembre. Los ataques al World Trade Center involucraron el asesinato de más de 3.000 personas en lo que constituyó un acto nihilista que podría haber cobrado la vida de 10 o 100 veces más víctimas, pero a los musulmanes no les resultaba relevante la cantidad de víctimas, aunque a mas mejor, lo verdaderamente importante para el mundo islámico era el golpe infligido en el corazón mismo del Gran Satán.
La amenaza del uso de armas de destrucción en masa había existido durante mucho tiempo, pero hasta ese momento nadie parecía lo suficientemente malvado como para utilizarlas de esa manera. En los días posteriores a los ataques, cada persona reflexiva comenzó a darse cuenta de cuán vulnerables eran las sociedades tecnológicas modernas, eso sí significo un cambio relevante en Occidente.
Sin embargo, resultó que una vez que el establecimiento de inteligencia y seguridad del mundo se volcó para centrarse en el problema del terrorismo islámico, fue posible montar una defensa. El hecho de que no haya habido ataques posteriores en suelo estadounidense no fue por falta de intentos; muchos fueron descubiertos y abortados antes de que pudieran realizarse. La posibilidad verdaderamente aterradora sigue siendo el acceso de los terroristas a las armas nucleares o biológicas, pero la ruta hacia estas capacidades no es tan fácil para grupos como Al Qaeda, Hezbollah, Hamas, ISIS o los grupos terroristas que orbitan en torno a la ideología islamista.
El verdadero problema fue político, las sociedades democráticas suelen reaccionar temerosa y exageradamente ante la amenaza del terrorismo. Habría sido muy difícil para una administración estadounidense de cualquier color político, decir al público la verdad después del 11 de septiembre, es decir, que la civilización occidental no estaba enfrentando una amenaza existencial de Al Qaeda, sino el amanecer de una larga lucha militar, policial y de las agencias de inteligencia.
La administración Bush hizo todo lo contrario, elevó la "guerra contra el terrorismo" al nivel de las luchas del siglo XX contra el fascismo y el comunismo y justifico su invasión a Irak por distintos motivos. Sin embargo, al descuidar Afganistán, Siria e Irán y ocupar Irak, convirtió a esos países en imanes para el reclutamiento de nuevos terroristas.
El 11 de septiembre generó muchas teorías en dirección al mundo árabe musulmán en el marco de una tendencia global abortada hacia la democracia. Después de "la Revolución de los Cedros en Líbano" y del "Levantamiento Verde en Irán", ambas revoluciones pacíficas, aplastadas a sangre y fuego por Siria y la República Islámica respectivamente, no podía esperarse otra cosa ni resultados positivos en las fallidas Primaveras Árabes. Así, podemos ver claramente en el presente que esta región configuraba un área donde la administración Bush tenía razón: no había ningún obstáculo cultural o religioso para la difusión de ideas democráticas en el Medio Oriente; solo, tendría que surgir a través de la propia iniciativa de sus pueblos y no como un regalo de un poder extranjero, pero considerando lo sucedido en Líbano y en Irán, los pueblos debían ser ayudados frente a sus gobiernos dictatoriales laicos o teocraticos. Incluso si la democracia no emergió rápidamente en lugares como Egipto y Túnez, las movilizaciones populares que hemos visto señala una tendencia social clave y aglutinante mucho más poderosa que cualquier cosa que Bin Laden o Zawahiri pudieran reunir.
El 11 de septiembre tendrá más legados. Al Qaeda y sus afiliados continúan operando y aún pueden tener éxito en derribar un avión o explotar un coche bomba en un centro comercial. Pakistán, con su arsenal de armas nucleares es el lugar más aterrador donde actualmente Al Qaeda pretende establecerse, de suceder eso, Pakistán seria la parte más peligrosa del mundo musulmán, incluso más que Irán donde las tendencias han ido en la dirección equivocada.
En los países occidentales, la desconfianza hacia los musulmanes ha crecido desde el 11 de septiembre de 2001, como lo demostró dentro mismo de los Estados Unidos la controversia durante los finales de la administración del presidente Obama sobre lo que se denominó la mezquita "Ground Zero"; lo mismo está sucediendo con el surgimiento de partidos populistas anti-inmigrantes en Europa. Los líderes comunitarios y religiosos musulmanes de todo el mundo claramente no han ayudado. Cada vez que se necesitó firmeza en sus denuncias contra los grupos terroristas islámicos todo lo que se escuchó decir de ellos es que "esa gente no representa al islam" y "que no son el verdadero islam". Muy poco, muy simplista y pobre de toda pobreza intelectual ha sido el aporte de esos líderes islámicos para evitar la ya difícil integración de las comunidades de inmigrantes musulmanes cuya aceptación de parte de países que históricamente los acogía sin prejuicios, en el presente manifiestan mayor rechazo a esas corrientes migratorias.
Desde el 11 de septiembre de 2001, el hecho histórico mundial más importante ha sido el ascenso de las minorías ruidosas del islam político y su preeminencia sobre el todo de la fe islámica de la mayoría silenciosa de los musulmanes. Este es el impacto más negativo y perverso, cuyo desarrollo se sentirá casi con certeza dentro de 50 años. ¿Si alguien recordará a Osama bin Laden y Al Qaeda en ese momento? Eso es un asunto diferente, improbable y hasta irrelevante.
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