Llega julio y con él los mismos anhelos frente a los mismos desconsuelos, los mismos dolores y la misma tragedia. Son casi 20 años de una desgracia que arribó vestida de rojo y que, para cumplir el repulsivo propósito de quedarse eternamente en el poder, se alió a lo peor tanto del propio país como del resto del mundo.
El chavismo no fue otra cosa más que una infame montonera, una pandilla de militares avariciosos, casi todos mediocres en sus desempeños profesionales y sin el menor respeto por leyes, constitución y valores que juraban defender cuando la realidad no era otra que patear esos principios básicos de toda institución y montarse en una especie de fundo donde la ley fuera la del más fuerte y quien no aceptara sus imposiciones sería asesinado, encarcelado o desterrado.
El chavismo llegó en un tiempo donde existía un clamor por la perfectibilidad de la democracia y una cuerda de deshonestos y vivarachos se valieron de él para forzar lo que sin duda consideraban "su momento" y atentar contra lo constitucional y democrático. Seres que se vendían como "notables" sirviendo de comodines a un combo de militares golpistas y siendo ellos mismos unos acomplejados y ruines personajes, enquistados por años en los centros de poder, que vieron en ese momento la posibilidad no solo de acumular más prebendas, también de cobrarse resentimientos nacidos de sus insignificancias y sus desvergüenzas. Seres en una competencia canalla por volver a ser cercanos al inquilino de Miraflores. Y allí, viendo la oportunidad, aquel que para la fecha no perdonaba que Carlos Andrés Pérez sumara una segunda presidencia constitucionalmente legitima. Así Rafael Caldera curtido en artimañas y egoísmos no dudó en unirse a los siempre agazapados comunistas e izquierdosos con sus almas negras y sus rencores inmortales. Nacía de esa manera el vergonzoso "Chiripero" que fue sin dudas la muestra de lo que pocos años después llegaría al Poder corrompiéndolo todo y destruyendo sin pausa ni piedad.
No me canso -siempre que escribo o hablo- de mantener fresca la memoria, porque sería imperdonable que no recordemos qué y quiénes nos trajeron hasta esta malaventura, como tampoco me guardo para mí identificar a esos que, hoy agarrándose de la oportunidad y de lo que podemos considerar la toma del testigo, hacen todo lo posible para que la tiranía siga y con ella sus cómodas posiciones como "opositores" bien remunerados…
Llega el julio número 19 de esta larga infamia, de este sufrir, de esta decepción y este miedo por no saber cuántos más vendrán y cuantos de nosotros feneceremos antes de ver de nuevo nuestra nación liberada. Llega julio y la ira por ser desde hace lustros una colonia de la tiranía cubana nos acongoja más y más. Pero, a pesar de la congoja, tiene que ser el tiempo de la reacción, de la ira resolutiva, del descubrir que somos los líderes de la impostergable revuelta ciudadana.
Es el tiempo de actuar. De decidir sobre terribles realidades. Actuar teniendo frente a nuestros ojos las vidas de los valientes que se han inmolado por devolver la libertad y la democracia a este país ultrajado. Es el tiempo de actuar para frenar ese éxodo desolador y terrible que han tomado millones de los habitantes de esta Venezuela que perdió el don de la siembra de ilusiones y de la bendita esperanza. Es el tiempo de la unidad, pero no esa de la que hablan cómplices y canallas. Es unirnos a una idea honesta, a una probada valentía, a una inquebrantable disposición de lucha. A un anticomunismo que tiene y debe ser militante.
Es el impostergable tiempo para liberar a Venezuela y a los que a ella le debemos tanto. El mes para poner fin y para siempre a la involución que conlleva este castrocomunismo canalla. Poner fin a lo que trajo el tropero ladrón y traidor Hugo Chávez y el maligno Maduro, su "legado". Sacar y juzgar a los que robando sin saciarse jamás, volvieron escombros empresas tan fuertes como PDVSA, SIDOR, VENALUM, CANTV, fundos y haciendas, torrefactoras, empresas cafetaleras, plantas de harina de maíz y trigo, cementeras, y toda actividad industrial o comercial lícita. Los que amordazaron la libre opinión y confiscaron casi todos los medios de comunicación. Los que empujan la huida, el desconsuelo, el miedo que paraliza. Los que saben que las calles ensangrentadas asustan y que masacrando millones de seres el comunismo ha sobrevivido ya que solo aplicando la brutal fuerza del estado se imponen.
Gritar ¡Basta! y sacar a esta pandilla empoderada que ha generado con sus saqueos y también con su incapacidad una brutal hiperinflación casi única en el mundo que para el pasado mes de mayo ya se calculaba en un 27.000% (cifras de Steve Hanke, experto en economías hiperinflacionarias).
Este primer día de julio, desde Venezuela, mi país, la tierra a la que le debo lo que soy, la nación a la que no renunciaré jamás, y por los que han quedado en el camino del horror, por los desterrados, por los enfermos sin esperanzas de sanación, por los hambrientos, por esos más de 1.328 colegas periodistas que se fueron buscando libertad y futuro digno, por los que lloran a sus muertos, por los que la tiranía mantiene en tenebrosas mazmorras de tortura y humillación, por ese 90% de seres que hoy son más pobres y más olvidados, y también por los que sienten miedo de decir lo que yo digo, pero que igual lo quieren decir, por nuestros inalienables derechos vamos a unir deseos y acciones, vamos a gritar "¡Me quedo y lucho!" hasta que revienten los tímpanos de los narcochoros y cómplices y se convenzan que el destino de Venezuela es la libertad.
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