La elección de Piñera en Chile es el triunfo de la coherencia

La victoria del ex presidente es un éxito de la persistencia y de la adecuada definición de su espacio político, y de la sabia sumatoria de las organizaciones que lo representan

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Para empezar, las encuestas nuevamente fracasaron. Después de que en la primera vuelta Sebastián Piñera, que parecía un ganador incuestionable, llegó solo a un 36,7%, muy pobre para las expectativas generadas (de 40 a 45%), todas las empresas de opinión pública se refugiaron en la prudencia. El concepto de "empate técnico" fue unánime, porque si bien algunas le daban una leve ventaja al candidato de la derecha, no pasaba del dos por ciento. O sea que este contundente resultado de un 9% de ventaja, con un 54,5% contra 45,4%, ni en sueños fue previsto.

Cabe reiterar entonces que si en Estados Unidos, en Inglaterra, en Colombia, el conjunto de las encuestas está fallando, hay un tema metodológico inocultable. Los cambios en los modos de comunicación entre las personas han distorsionado completamente los viejos procedimientos. De la entrevista presencial se pasó al teléfono fijo, de este al celular y ahora a internet, vía Facebook o correo electrónico, y en ese navegar indeciso se ha perdido calidad para auscultar las reales tendencias del electorado.

La otra reflexión que reiteramos es que el voto del exterior no sigue las mismas tendencias que el de los habitantes del país. Era esta la primera vez que se votaba en el exterior en Chile y si bien la inscripción era relativamente baja, el resultado fue muy claro: 60% (12.760 votos) para Alejandro Guillier contra 39% (8.277 votos) para Sebastián Piñera.

Guillier ganó hasta en Uruguay, por 76 votos contra 64, aunque proporcionalmente en otros países obtuvo aun una mayoría más contundente. Como hemos dicho una y otra vez, más allá de lo jurídico, los hechos demuestran rotundamente que el elector de afuera vota con su clima local y no con el de su país de origen.

En otro orden de cosas, llamó la atención la presencia de nuestro colega José Mujica en el acto final de Guillier. Por cierto no lo cuestionamos jurídicamente, como se ha dicho con error, porque no estando en el gobierno, existe la total libertad de acompañar a quien se quiera y opinar lo que se le antoje. Lo que ocurre es que lo que ya le pasó en Perú y en Colombia, al reiterarse ahora debiera hacerle meditar sobre esas presencias. Asociarse públicamente a opciones electorales que terminan derrotadas no parece contribuir a esa condición de "mano santa" que tantos le atribuyen.

Otro hecho curioso es que la participación ciudadana apenas registrara un pequeño porcentaje mayor que en la primera vuelta: 48,9 contra 46,7 por ciento. En una elección que se presentaba polarizada, en que ambos bandos hacían un esfuerzo enorme para captar los electorados de sus márgenes, cabía pensar en una afluencia mayor. Por el contrario, está claro que hay holgada una mitad de la población chilena lejana al fenómeno político, desinteresada de participar en la decisión del rumbo para el país. Por más que en el mundo actual las opciones extremas no tienen lugar y la oscilación es entre variantes del centro, algo más hacia la justicia social o hacia el crecimiento económico, llama la atención que un segmento tan amplio de la ciudadanía no se interese en decidir.

En términos muy generales, el triunfo de Piñera muestra un éxito de la coherencia, de la persistencia, de la adecuada definición de su espacio político y de la sabia sumatoria de las organizaciones que lo representan. Al otro sector le ocurrió lo contrario. Se deshizo la Concertación, con una Democracia Cristiana que votó por aparte y el socialismo no postuló a un candidato propio sino a un independiente que puntuaba bien en las encuestas. La novelería sustituyó a la autenticidad. De ahí, el doble resultado de que en la primera vuelta apareció una fuerza más a la izquierda que le redujo electoralmente y en la segunda la comprobación de que esos electorados de ocasión son particularmente volátiles.

Asuntos para meditar.

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