"Nuestras demandas nunca fueron escuchadas, su desaparición visibiliza lo que denunciamos hace años, lo que le sucedió a Santiago abrió esa discusión". De esta manera, se refería Facundo Jones Huala al caso Santiago Maldonado durante una entrevista que le realizó el diario La Nación el pasado 23 de agosto.
Desde el mismo día en que no se tuvo noticia de Santiago Maldonado la denuncia se unificó en una sola y única dirección: "Gendarmería se lo llevó".
Con el paso de los días, esta expresión dicha casi en soledad desde el sur argentino, y ayudada por la teoría de la post verdad, se fue multiplicando hasta terminar el 1 de septiembre en una multitudinaria marcha que al unísono repetía la misma consigna: "Que el gobierno de Mauricio Macri lo devuelva". Pero, en paralelo, mientras esto pasaba, ni la misma justicia tenía pruebas sólidas para afirmar ni una cosa ni la otra. La única realidad es que Santiago Maldonado está desaparecido, pero a ciencia cierta nadie puede confirmar, sin temor a equivocarse, qué le pasó y quiénes son los responsables.
Ahora, y en medio de una maraña especulativa, tanto desde lo informativo como desde lo político y partidario, ¿por qué no podemos intentar buscar la respuesta en las mismas declaraciones que le hizo Jones Huala a La Nación?
Desgraciadamente, el mundo entero está siendo sacudido por los fundamentalismos a diario. Según datos de la Universidad Austral, durante los cinco primeros meses de 2017 se registraron 388 ataques terroristas en todo el planeta y en los últimos días las Ramblas de Barcelona fueron el vivo retrato de lo que puede generar la radicalización de los pensamientos. Todo está por demás convulsionado, y es aprovechado para que cada uno y cada cual, busque defender lo que considera sus derechos y sus verdades, de la manera que tenga más a mano. Así, la muerte del otro y los atentados se volvieron moneda corriente. Una vez más estamos frente al temido: "el fin justifica los medios".
Entonces, ¿por qué no pensar que al igual que Isis, la gente que sigue a Facundo Jones Huala, un grupo de iluminados que justifica la violencia bajo la denominada Resistencia Ancestral Mapuche (RAM), no haya incorporado a sus metodologías la locura de tomar vidas inocentes para hacer tronar sus reclamos?
No llama la atención que en un corte de ruta en la localidad de Cushamen, donde se manifestaban unas 30 personas con sus caras cubiertas dejara un resultado de 9 detenidos, varios heridos y un solo desaparecido. Era el único que no pertenecía a la comunidad: Santiago Maldonado.
Frente a esta realidad hago una única pregunta y espero sinceridad del otro lado: ¿Si el 1 de agosto hubiera desaparecido uno de los seguidores de Jones Huala, el país y el mundo hoy estarían hablando del hecho?
Antes de continuar, es urgente aclarar que el pueblo Mapuche no tiene nada que ver ni con el RAM, ni con Jones Huala. Son los mismos habitantes de Cushamen, una de las comunidades mapuches más importantes de la Argentina, quienes mediante sus caciques sentaron su posición: "Ellos no nos representan, no sabemos quiénes son y no luchan por lo que nosotros luchamos".
Si seguimos en la misma línea de análisis, ¿por qué no suponer que Santiago Maldonado, un joven idealista que de manera pacífica intentaba ayudar a sus hermanos originarios, no fue tomado como moneda de cambio para como dijera Jones Huala: "Su desaparición visibilizará lo que denunciamos hace años"?