Todos los partidos libaneses, dirigentes políticos y clérigos que nominaron y votaron a Michel Aoun para el cargo de presidente del país no han hecho más que reafirmar la ocupación iraní del Líbano. El nuevo presidente no es más que una marioneta, una herramienta de apoyo al terrorismo yihadista anti-libanés y anti-árabe a nivel local y regional.
Dos dirigentes libaneses, Samir Geagea, del partido Fuerzas Cristianas Libanesas (Owet Lubnanyye), y el ex primer ministro Saad Hariri, líder del Movimiento Sunita Future, han perdido abiertamente su credibilidad al apoyar a Michel Aoun. Ambos comercializaron los sacrificios de las víctimas que el terrorismo sembró en el país.
En el caso de Hariri, vendió la sangre y el martirio de su propio padre, el ex premier Rafik Hariri: según la investigación realizada por el Tribunal Internacional para el Líbano (TEL) auspiciado por la ONU, se sindica a cinco miembros –hoy prófugos– de Hezbollah como los asesinos de su padre, mediante el ataque con camión bomba el 15 de febrero de 2005.
Geagea y Hariri se han rendido al terrorismo de Hezbollah, traicionando al pueblo libanés, que les dio su voto y apoyo en los últimos 15 años. Ambos se convirtieron en sirvientes del grupo político-terrorista Hezbollah al renunciar a la causa de liberar Líbano de la sangrienta ocupación sirio-iraní. Ellos abandonaron cobardemente sus obligaciones al unirse al ocupante contra su propio pueblo.
La rendición de ambos dirigentes hizo realidad el triunfo del ocupante iraní en Líbano, permitiéndole abrir el camino a la instauración de una república islámica satélite de Irán. Los dos cayeron presas de la corrupción de Hezbollah y de las tentaciones de los cargos políticos. Hariri espera convertirse en el próximo primer ministro como pago por su entrega; Geagea espera dos o tres carteras ministeriales.
Con su decisión, Hariri y Geagea han perdido en todos los niveles. Lo de Hariri ha sido suicidio político, al asociarse con los asesinos de propio padre. Hezbollah jamás permitirá que tome decisiones relevantes como primer ministro.
En conclusión, Geagea y Hariri han traicionado al pueblo libanés. En consecuencia, ya no representan a los libaneses que trabajan pacíficamente por la libertad, la soberanía y la independencia.
Sobre el díscolo y verborrágico presidente electo, nadie debe albergar otra expectativa que no sea la gestión de un virrey sirio-iraní que arrastrará al país a un nuevo desastre político y económico peor que lo conocido entre los años 1975 y 1990, en que la guerra civil se llevó la vida de más de 150.000 libaneses. Aoun oficializa abiertamente al Líbano como satélite de Teherán. Prueba de ello ha sido su discurso de investidura, en el que instó a "la liberación de los territorios ocupados" por Israel, reiterando que Tel Aviv continúa representando la "mayor amenaza contra el Líbano".
El presidente ratificó que "el Líbano se encuentra en la agenda de los invasores que desean cambiar su cultura, su política y robar sus recursos naturales", e indicó que ante ello, su gobierno continuará con "la agenda de la resistencia".
Lo cierto es que más allá de tal retórica absurda y antimoderna, estas fueron las frases de siempre, falaces y obsoletas, que continúan siendo utilizadas por quienes desean estimular la cultura de la muerte y destrucción que ellos mismos importaron y pusieron en práctica en Líbano durante 30 años de horrores y barbaries.
Bajo la bandera de la causa de la resistencia se sigue sosteniendo que hay que protegerse contra los invasores. Sin embargo, con el lema de apoyar y promover la cultura de la resistencia sólo buscan mantener cercenados y asfixiados los derechos de los ciudadanos, congelando sus mentes e ideas de libertad y democracia reales.
En otras palabras, el pueblo libanés y la opinión pública en general deberán tomar serios recaudos cuando oigan estas diatribas; ellas se han escuchado y grabado en sus venas y sus cerebros por varias décadas. Es recomendable que el lector y las personas en general escuchen muy cuidadosamente estos discursos, que evalúen cada palabra que expresan; que oigan no solamente las consignas pegadizas y repetidas que pretenden dar categoría de héroes románticos a los resistentes, pues ellos no son más que intolerantes islamo-fascistas en sus vidas irreales.
No obstante, mientras estos defensores de la resistencia y la dignidad incitan, sin ideas nuevas y con discursos suficientemente conocidos y padecidos; en la vida real, las personas reales siguen siendo asesinadas, el país siguen siendo destruido, la gente inocente herida y sus vidas, sustento, derechos políticos, civiles y humanos, igual que su bienestar económico, destrozados.
Pero en la vida real, los ciudadanos que supuestamente están siendo protegidos por la resistencia contra los invasores son privados de su normal desarrollo, del bienestar económico, de educación para sus hijos, y lo más importante, del acceso a sus derechos políticos, que le son arrebatados por los mismos que dicen protegerlos.
En otras palabras, mientras usted apoye la resistencia islamo-fascista, vivirá siempre en el disvalor de una vida precaria. Por tanto, se debe analizar seriamente el discurso del presidente electo para alejarse de esa concepción de degradación intelectual y dar a los ciudadanos una elección verdadera. Los esfuerzos de estos sujetos por controlar económicamente sus vidas, por elegir por ellos a nivel político, por proveerles su propia justicia son absolutamente falsos y populistas.
En realidad, si hay una cosa de la cual los libaneses necesitan liberarse y resistir es de estas mentes desenfocadas del mundo de hoy, de sus discursos falaces y de esa vetusta definición que siempre usan los perversos a través del prisma de "ser la víctima".