Fue presentado como "el automóvil más importante, deseable y legendario del mundo". Se construyeron sólo 36 unidades y los expertos lo califican como "el más auténtico y original" de todos los sobrevivientes del modelo. El chasis 3.412 fue la tercera unidad fabricada del Ferrari 250 GTO en 1962, el auto más caro de la historia que incrementó su valía hacia una cifra récord: 48.405.000 dólares (con comisiones a los subastadores) por el "Santo Grial" de los autos clásicos.
Se vendió en Monterey, California, en el marco de la llamada Car Week, un mega evento que además de remates organizados por la casa de subastas RM Sotheby's administra el concurso de elegancia de Pebble Beach. El comprador realizó la puja por teléfono, que arrancó con una precio base de 35 millones de dólares y que en la previa presumía de estimaciones de compra cercanas a los 60 millones.
La transacción estableció un nuevo récord en la categoría del auto más caro de la historia vendido en una subasta pública. Superó por diez millones de dólares a otro Ferrari 250 GTO de 1962: en 2014 se pagaron 38.115.000 dólares por el ejemplar que perteneció durante 49 años al fundador de la Maranello Rosso Colezzione de San Marino. Es por eso que al modelo también se lo conoce como "el último auto del hombre muerto" porque la única oportunidad de que ingrese al mercado de coleccionistas es ante el fallecimiento de su dueño.
El ejemplar esconde una apasionante historia en la competición. Fue construido a finales de abril de 1962 y mejorado por la mano del carrocero Scaglietti, que le imprimió mayor agresividad al modelo con la incorporación de luces intermitentes bajo los faros y un alerón trasero de corte deportivo. Es uno de los cuatro ejemplares del modelo en adoptar una carrocería Serie II, más aerodinámica y pensada para pista. Su piel es color rosso cina y se viste de asientos tapizados de tela azul en su interior. Primero fue probado en test por la propia escudería antes de egresar a los integrar el equipo de competición.
Nunca sufrió un accidente y en su laureada trayectoria se coronó en las ediciones de 1963 y 1964 de la mítica Targa Florio y se alcanzó con la victoria en el Campeonato Italiano de GT de 1962, con la conducción del piloto Edoardo Lualdi-Gabardi. También se puso al volante de este increíble ejemplar el campeón de Fórmula 1, el piloto norteamericano Phil Hill.
El coleccionista americano Gregory Whitten atesoró el deportivo durante dos décadas. Emocionado, explicó las razones para desprenderse de su reliquia: "Mi viaje con el 250 GTO ha llegado a su fin, pero estoy entusiasmado por ver que este fantástico auto será disfrutado por un nuevo dueño. Habrán visto la interminable lista de superlativos que se han usado para describirlo, como legendario, histórico o Santo Grial, y puedo asegurarles que una vez que lo conduzcan, entenderán que cada uno de ellos es cierto".
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