La dignidad de Gisèle Pelicot, su confianza en la justicia y la voluntad de no extender el ánimo de venganza

La justicia francesa encontró culpables al ex marido, quien la drogaba y la entregaba para que abusaran de ella, y a cincuenta de los hombres que fueron cómplices. Ella siempre supo que hablaba por su caso pero también por el de todas las mujeres que sufren violencia sexual

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Gisèle Pelicot abandona los tribunales
Gisèle Pelicot abandona los tribunales de Avignon en la jornada en que su ex marido y otros 51 hombres fueron condenados por haberla violado. (REUTERS/Manon Cruz)

Tal vez las penas no fueron las esperadas por la familia de la víctima pero, en el discurso que dio a la salida del tribunal de Avignon, Gisèle Pelicot no cuestionó a la Justicia francesa luego de la lectura del fallo que condenó a su ex marido a veinte años de prisión y declaró culpables a otros 51 hombres que fueron juzgados por violarla a lo largo de diez años. Su caso, una carrera contra el asombro, ya forma parte de la historia mundial de la perversión pero ella, personalmente, es una de las grandes heroínas de nuestro tiempo.

En 2020 Gisèle Pelicot supo que el hombre con el que llevaba viviendo casi cincuenta años no era el padre y abuelo devoto que la familia imaginaba. La policía había detenido tiempo atrás a Dominique Pelicot luego de descubrirlo filmando por debajo de las faldas a unas mujeres en un supermercado y ese episodio derivó en una investigación que provocó hallazgos espeluznantes.

El abuelito bueno y compañero ideal tenía un lado B aterrador y las pruebas estaban en sus celulares y computadoras. Allí había cientos y cientos de filmaciones que tenían como protagonistas a 83 hombres que a lo largo de los años aceptaron la invitación online de Pelicot para abusar sexualmente de su esposa.

Los Pelicot eran residentes de Mazan, un pequeño pueblo de Francia, de 6.000 habitantes. La mayoría de los hombres que asistieron a su casa para abusar de Gisèle y ser filmados, también. Solo 51 de ellos fueron identificados, uno aún está prófugo. Algunos de esos hombres ya estaban en prisión antes del fallo que los declaró culpables aunque no todos recibieron la misma pena.

En la mayoría de los casos, los castigos no tienen una duración extensa. De hecho, seis de ellos quedarán en libertad porque las penas están exentas de cumplimiento o porque ya cumplieron parte de ellas en detención preventiva. Todas las partes tienen diez días para determinar si recurren la sentencia, algo que conduciría a un nuevo juicio en el Tribunal de Apelación de Nimes, con jurado popular.

Uno de los acusados que
Uno de los acusados que fue hallado culpable en el caso Pelicot ingresa al tribunal con el rostro cubierto para no ser reconocido (REUTERS/Alexandre Dimou)

Durante los años de la tortura sexual de la que no fue consciente, Gisèle Pelicot pasó por varios consultorios médicos por fatiga crónica, problemas de memoria, enfermedades de transmisión sexual y lesiones en el cuello uterino pero ninguno de los profesionales que la atendieron asoció esos síntomas con violaciones o abusos sexuales en continuado.

La mujer que decidió hacer público el juicio a sus verdugos porque buscaba que la vergüenza cambiara de lado sabía que estaba hablando por ella pero también por todas las mujeres que, por default, sufren la desconfianza social cada vez que denuncian un caso de violencia sexual. Durante 65 días, Gisèle vio los rostros que no vio cuando era ultrajada y hoy vio también cómo uno a uno eran condenados en público. Ellos, en cambio, se escondieron bajo sus capuchas durante todo este tiempo. La vergüenza comienza a cambiar de lado.

Durante el juicio –que arrancó tímida y con anteojos oscuros y terminó a cara descubierta– la mujer expuso su intimidad y debió cruzarse en la misma sala con aquellos que nunca mostraron la menor consideración por ella, a quien trataron como un objeto más. Hombres que, en su defensa, llegaron a decir que nunca entendieron que la estaban violando ya que habían aceptado una propuesta del marido. Otros declararon que creían que estaban asistiendo a un juego sexual de la pareja y que ella “se hacía la dormida”: el grado cero de la degradación de una mujer.

Quienes han visto los videos grabados por Pelicot que se exhibieron en los tribunales aseguran que las imágenes, por momentos insoportables, no muestran ninguna forma de juego sexual sino a una mujer grande y desmayada que es sometida a violaciones y ultrajes.

Dos mujeres muestran pancartas a
Dos mujeres muestran pancartas a las puertas del tribunal. Dicen "Gracias Gisèle". (REUTERS/Abdul Saboor)

Un plan criminal

Los hechos que dieron lugar a una investigación y a un posterior juicio que acaba de terminar ocurrieron a partir de 2011 y durante casi diez años. Un paréntesis aborrecible en la vida de cualquier ser humano. Algunos de los cómplices de Dominique Pelicot tienen antecedentes de condenas por violencia de género, adicciones varias, violación, pedofilia y zoofilia. La investigación policial concluyó que Gisèle P. había sufrido al menos 92 violaciones.

En un artículo de The New York Times, Catherine Porter y Ségolène Le Stradic describieron en detalle el equipo de violadores de Gisele, lo que el feminismo llama “los hijos sanos del patriarcado” y ellas llamaron “un caleidoscopio de la sociedad francesa de clase media y trabajadora”, compuesto entre otros por “camioneros, soldados, carpinteros y obreros, un guardia de prisiones, un enfermero, un experto en informática que trabaja para un banco, un periodista local. Sus edades oscilan entre los 26 y los 74 años. Muchos tienen hijos y están en alguna relación. A la mayoría se los acusa de haber violado a la mujer una vez. A unos cuantos se los acusa de volver hasta seis veces para violarla”.

En una de las jornadas del juicio, en donde siempre fue recibida con aplausos y demostraciones de solidaridad, Gisèle P. dijo: “Me dicen que tengo valentía. No es valentía, es voluntad y determinación para hacer evolucionar esta sociedad”.

Gisèle Pelicot decidió conservar el apellido porque es también el de sus hijos y sus nietos: entendió que era una buena manera de limpiarlo del oprobio provocado por la conducta de Dominique, su ex marido, que la drogó durante una década y la entregó a la lascivia y la perversión de decenas de hombres que jamás se preguntaron por los sentimientos ni por los derechos de esa mujer mayor y narcotizada a la que violaron de todas las maneras posibles. Tanto ella como el padre de sus tres hijos hoy tienen 72 años.

Gisèle Pelicot y uno de
Gisèle Pelicot y uno de sus nietos, a la salida del tribunal. (REUTERS/Manon Cruz)

Gisèle Pelicot fue deshumanizada por decenas de hombres dirigidos por su esposo pero a lo largo de quince semanas se convirtió en un símbolo en todo el mundo por su fortaleza y su coraje. El apellido de su familia ya es reconocido mucho más por su lucha contra la violencia sexual que por la figura del hombre que arruinó su vida, quien sabe –porque así lo declaró– que morirá despreciado por los suyos y “solo como un perro” y que hoy fue condenado a veinte años de prisión.

La frase que se le escuchó decir a Gisèle Pelicot esta mañana, luego del fallo, resume en palabras el volumen de su dignidad, su confianza en la Justicia y también la voluntad de no extender ni el odio ni el ánimo de venganza. “Quise, cuando se abrieron las puertas de este juicio el pasado 2 de septiembre, que la sociedad pudiera apropiarse de los debates que se llevaron a cabo. Nunca he lamentado esta decisión. Confío ahora en nuestra capacidad de construir colectivamente un futuro en el que todos, mujeres y hombres, puedan vivir en armonía, con respeto y comprensión mutua”.

La francesa Gisele Pelicot, víctima
La francesa Gisele Pelicot, víctima de una violación masiva orquestada por su entonces marido Dominique Pelicot en su casa de la localidad de Mazan, en el sur de Francia, reacciona a la salida tras el veredicto del juicio a Dominique Pelicot y 50 coacusados, en el tribunal de Aviñón (REUTERS/Manon Cruz)

A Gisèle Pelicot la edad no la protegió de la cultura de la violación y de los prejuicios patriarcales, algo que quedó exhibido durante el juicio, cuando debió responder a preguntas de abogados y abogadas defensores que solo buscaban incomodarla y hasta responsabilizarla por lo sucedido. De manera brutal, su caso dejó en evidencia que el machismo no es solo cosa de hombres y también que no es necesario ser un monstruo para llevar a cabo acciones deleznables.

Gisèle P. es hace tiempo una mujer “totalmente destruida”, como dijo una vez, pero eso no le impidió ser consciente de que tenía una oportunidad extraordinaria, la de exponer con calma y dignidad que las mujeres nunca son responsables por las agresiones sexuales que sufren.

Hoy se la vio sonreír.

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