En una movida que sorprendió a Corea de Sur, el presidente Yoon Suk-yeol declaró la ley marcial este martes, generando un inmediato terremoto político en el país. El mandatario argumentó que la medida era necesaria para “preservar el orden constitucional”, pero rápidamente fue interpretada como un intento de controlar a la oposición, que mantiene la mayoría parlamentaria. Su decreto, sin embargo, duró poco: el Parlamento, dominado por el Partido Democrático, votó rápidamente para levantar la ley marcial y el mandatario luego anuló su decisión.
Yoon Suk-yeol encarna un fenómeno político singular en Corea del Sur: un ex fiscal convertido en presidente que ha enfrentado resistencia constante durante su mandato. Con índices de aprobación significativamente bajos, su gestión es rechazada por la mayoría de los surcoreanos. La situación se ha agravado tras su controversial declaración de la ley marcial, basada en una denuncia poco fundamentada sobre una supuesta infiltración de Corea del Norte en la oposición, lo que previsiblemente provocará un nuevo descenso en su ya reducida popularidad.
Nacido el 18 de diciembre de 1960 en Seodaemun, Seúl, en una familia de académicos, Yoon creció en el barrio de Yeonhui, un área entonces considerada próspera. Graduado de la Universidad Nacional de Seúl en Derecho, ingresó al sistema judicial en 1994.
Su trayectoria se caracterizó por su implacable lucha contra la corrupción y su capacidad para llevar a juicio a figuras políticas de alto perfil, tanto del espectro conservador como liberal. Su carrera judicial lo catapultó a la fama cuando logró algo casi inédito en la política surcoreana: condenar a dos ex presidentes, Lee Myung-bak y Park Geun-hye, por corrupción.
El ascenso de Yoon Suk-yeol hacia la presidencia estuvo marcado por una rápida trayectoria política. Tras dimitir como fiscal general en 2021, Yoon dejó claro que sus ambiciones iban más allá del ámbito judicial. Se postuló como candidato presidencial por el Partido del Poder Popular (PPP), el principal partido conservador de Corea del Sur. En un contexto de creciente desconfianza hacia la administración de Moon Jae-in y el Partido Democrático (PD), Yoon se presentó como una figura política externa al sistema, destacando su reputación como fiscal independiente y su postura crítica contra la corrupción política.
La campaña electoral fue extremadamente competitiva, con una reñida batalla entre Yoon y el candidato del PD, Lee Jae-myung. La elección del 10 de marzo de 2022 fue una de las más ajustadas en la historia de Corea del Sur, con ambos candidatos disputando cada voto. El resultado fue sumamente estrecho: Yoon ganó por menos del 1% de los votos, lo que reflejó la profunda polarización política en el país.
A pesar de la victoria de Yoon, las tensiones políticas se mantuvieron altas debido a la falta de control de su partido en el Parlamento. De hecho, el PPP enfrentó un escenario complicado, con una oposición en la Asamblea Nacional que mantenía una influencia considerable, dificultando la implementación de las reformas prometidas.
Una de las promesas centrales de Yoon fue implementar reformas económicas y políticas que beneficiaran a los ciudadanos, especialmente en medio de las dificultades económicas del país. Sin embargo, tras asumir la presidencia, se enfrentó rápidamente al desafío de liderar un gobierno en minoría, lo que limitaba significativamente sus posibilidades de aprobar leyes y realizar reformas importantes.
La falta de control en la Asamblea Nacional alimentó las críticas a su administración. Mientras la oposición lo acusaba de incompetente y desconectado de la realidad económica surcoreana, Yoon intentó impulsar políticas para promover el crecimiento económico y la estabilidad social. No obstante, la polarización política y los conflictos continuos con la oposición siguieron siendo un obstáculo importante para su agenda.
El primer mandato de Yoon está marcado por una circunstancia histórica: es el primer presidente de la democracia surcoreana que no ha tenido nunca el control total de la Asamblea Nacional. Esto refleja la creciente fragmentación política del país, donde el PD y otros grupos de oposición mantienen una fuerte influencia, desafiando la capacidad del mandatario surcoreano para consolidar su poder y avanzar en sus políticas.
La situación política se complicó aún más con las elecciones legislativas del 11 de abril de 2024. El PD renovó su mayoría parlamentaria con un resultado más favorable que en 2020, consolidando su posición frente a Yoon. El resultado de los comicios fue interpretado como un “castigo” a su administración, considerando que no había respondido adecuadamente a los desafíos económicos del país, como el alto costo de vida y la creciente desigualdad social.
A pesar de la campaña del PPP, que buscaba el apoyo ciudadano para su agenda de reformas, los surcoreanos manifestaron su descontento con la gestión gubernamental, favoreciendo ampliamente al PD y a otros partidos opositores.
La derrota electoral de 2024 evidenció la falta de popularidad de Yoon, especialmente entre los jóvenes y los sectores más afectados por las dificultades económicas. Las políticas presidenciales han sido percibidas como desconectadas de las necesidades reales de la población, erosionando su capacidad para generar consenso y avanzar en su agenda.
Un factor determinante en el panorama político de Yoon es la imposibilidad de presentarse a la reelección en 2027 debido a las restricciones constitucionales de Corea del Sur. Esta limitación reduce significativamente su margen de acción, impidiéndole proponer políticas a largo plazo o aspirar a un segundo mandato para consolidar su poder.