El sábado, el Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca atribuyó el reciente control de gran parte de la ciudad de Alepo por parte del grupo yihadista Hayat Tahrir al Sham (HTS) y de facciones rebeldes pro turcas a la falta de compromiso político del dictador sirio, Bashar Al Assad, y a su dependencia de aliados internacionales como Rusia e Irán.
En un comunicado oficial, el gobierno estadounidense aseguró que “la continuada oposición del régimen de Assad a iniciar un proceso político delineado en la resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas 2254 y su dependencia de Rusia e Irán han creado las condiciones de lo que ahora tiene lugar, incluido el colapso de las líneas del régimen de Assad en el noroeste de Siria”.
La ofensiva en cuestión, lanzada el miércoles pasado, permitió que la alianza islamista Hayat Tahrir al Sham (HTS), junto con facciones armadas respaldadas por Turquía, consolidara su dominio sobre gran parte de Alepo y la vecina provincia de Idlib.
El avance rebelde tuvo lugar tras varios días de intensos bombardeos sobre Idlib, una región clave que las facciones pro turcas habían convertido en bastión. Según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, los enfrentamientos han dejado hasta el momento un saldo de unos 350 muertos, incluyendo una cuarentena de civiles.
Ante el panorama de escalada bélica, Estados Unidos negó cualquier participación en la ofensiva y exhortó a las partes en conflicto a reducir las hostilidades.
“Urgimos a las partes a reducir la escalada, proteger civiles y minorías, e iniciar un proceso político serio y creíble que ponga fin a esta guerra civil de una vez por todas”, señaló el comunicado de la Casa Blanca.
El gobierno estadounidense reafirmó su compromiso de mantener operaciones en Siria con dos objetivos principales: defender su personal y posiciones militares dentro del país, y evitar el resurgimiento del Estado Islámico (EI).
Cabe recordar que en 2014, el EI llegó a controlar vastas zonas del territorio sirio y representó una amenaza global que provocó intervenciones militares internacionales.
El avance rebelde pone en evidencia el debilitamiento del Ejército del régimen de Al Assad en el norte del país, que ha enfrentado serias dificultades para mantener el control en regiones como Alepo e Idlib. Estas áreas se han convertido en focos de resistencia para diversos grupos opositores desde el inicio del conflicto en 2011.
Alepo, la ciudad más poblada de Siria y de gran relevancia estratégica, fue durante años un campo de batalla entre las fuerzas gubernamentales y los grupos rebeldes. En 2016, La dictadura de Al Assad logró recuperar el control total de la urbe, pero la actual ofensiva ha revertido esa situación.
El recrudecimiento de los combates en el noroeste de Siria también está dejando un impacto humanitario significativo. Además de las muertes reportadas, se teme que los nuevos enfrentamientos puedan agravar la crisis de desplazamiento interno que afecta a millones de personas en Siria.
Por otra parte, la dependencia del régimen sirio de Rusia e Irán sigue siendo un factor clave en la dinámica del conflicto. Ambos aliados han brindado apoyo militar y estratégico al régimen sirio, permitiéndole resistir múltiples ofensivas rebeldes a lo largo de la guerra civil.
Mientras tanto, el respaldo de Turquía a las facciones rebeldes en esta ofensiva subraya su influencia en la región y su confrontación indirecta con las fuerzas leales a Damasco. La situación en el terreno sigue siendo volátil, con implicaciones tanto para el futuro político de Siria como para la estabilidad del Medio Oriente.
(Con información de EFE y AFP)