Durante años, China desvió millones de dólares que Estados Unidos le envío, destinados a la conservación de los osos pandas, para, en su lugar, construir edificios, comprar dispositivos tecnológicos y financiar tres nuevos museos.
The New York Times analizó dos décadas de informes financieros, correspondencia interna, fotografías y registros de archivo del Servicio de Pesca y Vida Silvestre de Estados Unidos y concluyó que más de USD 86 millones recaudados por los zoológicos de Washington y San Diego, que responden al derecho que Beijing les dio para albergar a estos animales en sus instalaciones, no fueron utilizados según se había establecido en los contratos.
En su lugar, los documentos expusieron que, gracias a esta plata, el Gobierno chino construyó rutas y edificios de departamentos lejos de zonas naturales, adquirió computadoras y servicio de televisión satelital para oficinas gubernamentales, construyó tres museos e, irónicamente, hasta permitió transformar un centro de crianza de pandas al oeste del país en un parque de diversiones, casi tan grande como Disneyland.
Según la ley estadounidense, a cambio del permiso de los zoológicos para albergar y exponer a los osos panda, que atraen a miles de personas a estos lugares, el Gobierno debe enviar a China una suma de dinero que se destine a la protección de los animales en sus hábitats naturales. Inicialmente, los acuerdos contemplaban el derecho de los expertos del Servicio a verificar la financiación sobre el terreno pero, con el correr de los años y el deterioro de la relación entre las naciones, la cláusula fue quedando en desuso.
Esta situación, sumada a la poca transparencia del Gobierno de Xi Jinping en lo que respecta a su economía, generó una gran preocupación de los reguladores, que hasta congelaron las transacciones en tres oportunidades, en un intento por ejercer presión y conseguir respuestas. No obstante, la decisión siempre acabó revirtiéndose en pos de preservar la continuidad de las parejas de pandas en los zoológicos, que se traduce a más visitantes, más ventas de mercancías y mejor repercusión en los medios de comunicación.
“Siempre hubo presiones de ida y vuelta sobre cómo Estados Unidos no debería preguntar nada”, reconoció Kenneth Stansell, un ex funcionario de Pesca y Vida Silvestre que viajó a China en la década de 2000, casualmente en el marco de los trabajos sobre los pandas, mientras que David Towne, quien dirigió una fundación que representaba a los zoológicos estadounidenses que albergaban pandas, explicó que la dinámica con China era complicada y “había que confiar en su palabra”.
“China sentía que no era asunto nuestro, que nosotros teníamos los pandas y que no debíamos decirles cómo gastar el dinero”, sostuvo.
Este canje, que contempla la tenencia de los animales a cambio de un pago para contribuir a la preservación de la especie en su país, se enmarca en la Ley de Especies en Peligro de Extinción que, si bien se presentó como un gran éxito de conservación, acabó recibiendo múltiples críticas por parte de varias ONGs, que señalan que este tipo de acuerdos distorsionan su espíritu. Inclusive, The New York Times concluyó tras su trabajo que “lo mejor que ha hecho es criar más pandas para los zoológicos”.
(Con información de EFE)