Más de 500.000 personas se unieron este viernes a la huelga general convocada por los sindicatos CGIL y UIL en Italia, en una jornada marcada por manifestaciones y paros laborales en todo el país. La movilización, que duró ocho horas en la mayoría de los sectores y cuatro horas en el transporte público, tuvo como objetivo protestar contra los Presupuestos generales de 2025 presentados por el gobierno de Giorgia Meloni.
Los sindicatos organizaron la huelga en respuesta a lo que consideran unos presupuestos insuficientes para resolver los problemas sociales y económicos del país.
Entre las principales demandas destacan un mayor financiamiento para la sanidad, la educación, los servicios públicos y las políticas industriales, además de un aumento en el poder adquisitivo de salarios y pensiones. Según los convocantes, la protesta fue apoyada por más del 70% de los trabajadores, especialmente en sectores clave como la industria, la alimentación y el transporte.
A pesar de la participación masiva, algunas áreas como el transporte público experimentaron una menor paralización, tras la intervención del gobierno que limitó la duración del paro en este sector.
Desde el Partido Demócrata, su líder Elly Schlein criticó al gobierno “que ha incumplido sus promesas sobre las pensiones, que no invierte en el futuro, que no prevé la renovación de los contratos de 5 millones de trabajadores que están esperando”.
Schlein también defendió que “es un momento para defender el derecho a la huelga, previsto por la Constitución”, aludiendo a la intervención estatal en el paro en los transportes.
Maurizio Landini, secretario general de la CGIL, destacó la adhesión altísima a la huelga, mencionando que la protesta en las plazas de todo el país reflejaba un sentimiento de descontento generalizado. “Es una muestra de que la mayoría de este país está pidiendo que se cambien leyes nefastas y que el trabajo y la dignidad de las personas vuelvan a estar en el centro”, dijo Landini en la marcha de Bolonia.
“Es un día de movilización como no se veía desde hace tiempo. Hoy empieza un camino de protestas para dar la vuelta a este país como a un guante”, añadió con entusiasmo.
En cuanto a la situación de las fábricas, los sindicatos informaron que varias plantas de gran renombre, como Heineken en Taranto y Pirelli en Settimo Torinese, experimentaron una paralización casi total de sus actividades. Incluso la planta de Lamborghini en Bolonia registró una parada del 98% de sus trabajadores y Ikea en Génova del 90 %. La participación en sectores como la educación también fue significativa, con muchas escuelas cerradas en ciudades principales.
El secretario de la UIL, Pierpaolo Bombardieri, manifestó que la unión a la huelga demuestra que el gobierno debe escuchar a los trabajadores. “Si el gobierno ve como las 40 plazas en Italia se han llenado, tal vez debería hacer una reflexión”, señaló Bombardieri.
En contraste, el gobierno de Meloni se mostró crítico con la protesta. El ministro del Interior, Matteo Piantedosi, acusó a algunos de los manifestantes de ser grupos de extrema izquierda que buscan desestabilizar el orden público, reprochando que los enfrentamientos en Turín fueron provocados por aquellos que, “en nombre de la paz”, atacaron a los trabajadores de la policía entre porrazos y patadas.
Con una participación que superó las expectativas de los organizadores, la huelga general de este viernes se consolidó como una de las mayores expresiones de descontento social en Italia en los últimos años, reflejando la creciente presión sobre el gobierno de Meloni, que sigue enfrentando una difícil tarea para equilibrar las finanzas del país mientras mantiene la estabilidad social.
(Con información de EFE)