El Museo Británico respira en sus salas un aire de ambición renovada. Su nuevo director, Nicholas Cullinan, tomó las riendas con una misión monumental: transformar el museo desde sus cimientos, reimaginando no solo sus espacios, sino también su identidad en un mundo global y digital. A sus 46 años, parece haber desterrado la palabra “imposible” de su vocabulario. “Todo es posible”, afirma, con calma, casi como un mantra.
Su visión no se limita a pequeñas modificaciones; se trata de una reconstrucción integral de una institución que alberga más de 3.500 salas y 8 millones de objetos. Este proyecto -en sus propias palabras, “la reconstrucción museística más ambiciosa jamás intentada”- promete redefinir el papel de los museos en el siglo XXI. Pero este optimismo no ignora las grietas que han comenzado a mostrarse, tanto en las paredes del museo como en su reputación.
El eco de un escándalo reciente sigue resonando en los pasillos del British Museum. La sustracción de unas 2.000 piezas de su colección, en su mayoría no catalogadas, desató una tormenta que culminó con la renuncia del anterior director, Hartwig Fischer.
Durante una entrevista con el Financial Times, Cullinan describió estos eventos como “la peor pesadilla de un curador”. Sin embargo, en medio de la tragedia, encontró un propósito: liderar la recuperación de las piezas y digitalizar el 100% de la colección en los próximos cinco años, creando lo que será “uno de los mayores recursos digitales para museos en el mundo”.
Fischer renunció en agosto del año pasado, poco después de que se determinara que miles de artefactos de su colección estaban “desaparecidos, robados o dañados”. Según las hipótesis de investigación del robo, las autoridades creen que el insuficiente registro fue lo que hizo posible que alguien que sabía de esto las robara gradualmente sin ser detectado durante décadas. Desde entonces, el museo ha estado bajo el mando del director interino Mark Jones, hasta que Cullinan fue nombrado a fines de marzo.
Hasta el momento, más de 600 piezas han sido recuperadas, gracias a una operación de recuperación minuciosa -a cargo de equipos en Grecia y Roma- y al compromiso del personal del museo. A la par, este escándalo sirvió para consolidar los esfuerzos de transparencia y renovación, impulsados por una meta clara: devolver la confianza al público y reafirmar el prestigio del Museo Británico.
El lugar elegido para la entrevista con el diario británico, a cargo de la periodista Jan Dalley, fue el Café Deco, ubicado a pocos metros del Museo Británico, en Londres. Para la ocasión se presentó con el uniforme de director: un impecable traje oscuro, con una corbata de punto a rayas azul marino y granate. “La única pista de un estilo más dandi en sus momentos libres es un precioso anillo de cornalina ornamentado en la mano izquierda”, detalla la reportera.
A pesar de la complejidad del robo, y de los desafíos que tiene a futuro el Museo, Cullinan reconoció: “Teniendo en cuenta todo lo que ha pasado, me había preparado para una época mucho más dura, pero de hecho es el lugar más acogedor en el que he trabajado nunca: ha sido una gran sorpresa”.
El Museo Británico ha anunciado recientemente una donación de 1.700 piezas de porcelana china, procedentes de la Fundación Sir Percival David y valoradas en aproximadamente 1.000 millones de libras, lo que refuerza su prestigio, pese al escándalo del robo. Este importante aporte subraya la resiliencia de la institución y su capacidad para mantener intacta su credibilidad.
Al ser consultado sobre sus impresiones tras explorar las colecciones del museo, el director expresó que la característica que más lo impactó fue su “profundidad”, tanto en la magnitud de las colecciones como en la experiencia acumulada. Comparó su vivencia con la que tuvo en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York, donde trabajó como conservador de arte moderno y contemporáneo entre 2013 y 2015, afirmando que el Museo Británico está en un nivel “bastante extraordinario”.
Durante sus primeras seis semanas en el cargo, en las que se dedicó a conocer al personal y familiarizarse con los departamentos, describió la experiencia como un proceso educativo similar a “volver a la universidad”. Destacó la variedad de los proyectos de investigación y el alcance internacional de las iniciativas que se desarrollan más allá de los muros del museo. Según sus palabras, la institución puede definirse como una “gigantesca organización de investigación con un museo adjunto”.
Sin embargo, ningún debate en torno al museo es más emblemático que el de los Mármoles del Partenón, cuya repatriación a Grecia sigue siendo motivo de acalorados enfrentamientos políticos y culturales. Cullinan, con su estilo diplomático pero visionario, prefiere hablar de colaboraciones en lugar de propiedad. “Todo comienza con una conversación”, señaló, insistiendo en la necesidad de encontrar respuestas innovadoras fuera del marco habitual.
El tema se ha tornado aún más urgente tras las declaraciones de Lisa Nandy, secretaria de Cultura del Reino Unido, quien apoya reformas que podrían permitir la devolución de objetos de origen controvertido. Para Cullinan, el reto radica en equilibrar la misión universalista del museo con un enfoque ético y transparente que refleje los valores contemporáneos.
En todo momento exhibe su costado diplomático y optimista: “Creo que a todo el mundo le gustaría ver una solución realmente interesante e innovadora. No, solución no es la palabra adecuada: respuesta. Algo fuera del marco habitual. Parto de la idea de que todo es posible, y nos enfrentaremos a la realidad a medida que evolucione. No empecemos con la idea de que ciertas cosas no se pueden hacer”.
El historiador de arte, de 46 años, conoce bien el menú del Café Deco. En medio de la entrevista, una camarera se acercó, y tanto Cullinan como Dalley ordenaron su entrada. Él se decantó por la sopa de remolacha, mientras que ella eligió una entrada de brócoli con mantequilla holandesa.
De cara al futuro, la escala del proyecto de renovación del museo es, simplemente, descomunal. Los costos preliminares, que se sitúan alrededor de 1.000 millones de libras, hablan de una remodelación total que abarcará dos décadas. Cullinan se centra en el Western Range, una sección crítica que representa un tercio del espacio expositivo y que será el primer paso de esta transformación.
El plan no solo busca revitalizar las galerías, sino también modernizar la infraestructura energética y repensar la experiencia de los visitantes, con la construcción de un nuevo pabellón de bienvenida para 2029. Aunque aún no existe un diseño definitivo, cinco equipos de arquitectos ya están trabajando para dar forma a esta visión monumental, cuya ejecución requerirá creatividad, paciencia y la capacidad del nuevo director para atraer la financiación necesaria.
Sólo esa fase durará una década. Al ser consultado por la periodista del Financial Times por el coste, eludió con agilidad la pregunta: “La diferencia de este concurso es que aquí no pedimos al arquitecto que presente un diseño acabado, sino que nombramos a un equipo para que trabaje con él y dé forma a lo que realmente queremos hacer. Es una conversación en la que le damos forma juntos”.
“Pero, ¿no será difícil recaudar una montaña de dinero sin un plan o un presupuesto objetivo?”, consultó Dalley. Nuevamente, Cullinan respondió imperturbable. No se imagina que la cifra sea inferior a 500 millones de libras, porque “la envergadura es enorme”, y parece aceptar que podría ser muy superior.
Una vez finalizada la entrada, ordenaron el plato principal: él una galette de pera y frangipane con crème fraîche; y ella unos buñuelos de manzana.
El enfoque de Cullinan se fundamenta en la colaboración. Durante su etapa como director de la National Portrait Gallery (Galería Nacional de Retratos), demostró que compartir recursos y establecer alianzas estratégicas puede ampliar los horizontes de una institución. Bajo su liderazgo, la galería realizó una adquisición conjunta del retrato de Mai, de Joshua Reynolds, junto con el J. Paul Getty Trust, un logro que permitió mantener esta obra maestra en el Reino Unido, al menos a tiempo parcial.
En el Museo Británico, Cullinan está tejiendo una red global de colaboraciones que abarca proyectos en India, México y Nigeria. Además, ha invitado al CSMVS de Mumbai a curar una exposición en Londres, mostrando el compromiso de la institución con la reciprocidad y el intercambio cultural.
El propio Cullinan parece encarnar el espíritu del esfuerzo y la reinvención. Criado en Hebden Bridge, en una familia trabajadora que lo educó en casa, encontró su pasión por el arte en un viaje a Venecia que marcó su vida. Desde entonces, su trayectoria ha sido una sucesión de logros improbables: del Courtauld Institute al Metropolitan Museum of Art y la Tate Modern, pasando por la dirección de la National Portrait Gallery, donde orquestó una exitosa renovación.
Hoy, el historiador de arte aplica su inquebrantable optimismo y su capacidad para desafiar lo establecido al servicio de una de las instituciones culturales más emblemáticas del mundo. “Todo es posible”, repite, y bajo su dirección, el British Museum parece dispuesto a demostrarlo: “La competencia me parece bastante restrictiva. Me gusta colaborar, es mucho más interesante. Si nos tomamos en serio la cultura mundial, deberíamos trabajar juntos”, concluyó.