Gerontocracia global: los gobernantes mayores de 70 años que controlan el poder económico del planeta

Los mandatarios de los BRICS, Lula da Silva, Vladimir Putin, Narendra Modi, Xi Jinping y Cyril Ramaphosa juntos suman 365 años. Ese grupo de países, junto a EEUU, gobernado por Joe Biden, concentra el 48,9% del PIB mundial

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El brasileño Lula da Silva
El brasileño Lula da Silva (78 años), el ruso Vladimir Putin (71), el indio Narendra Modi (74), el chino Xi Jinping (71) y el sudafricano Cyril Ramaphosa (71)

En un mundo donde la longevidad es cada vez más común, los líderes que controlan casi la mitad de la economía mundial superan los 70 años.

Los BRICS —el grupo económico conformado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica— junto a Estados Unidos, concentran el 48,9% del PIB mundial. Según los cálculos de Analistas Financieros Internacionales (AFI), el PIB global en 2023 fue de 105 billones de dólares, de los cuales estas seis naciones poseen unos 51,34 billones.

Pero esta abrumadora cifra se enfrenta a un “problema”, como muchos analistas lo consideran: el de una gerontocracia sin precedentes en la historia.

En palabras del economista José Carlos Díez, citado en un artículo publicado en Ethic, “tener gobernantes con esas edades podría disminuir la agenda reformadora”, lo que ha encendido el debate sobre la capacidad de estos líderes para adaptarse a los desafíos actuales.

Con un promedio de 74 años entre los mandatarios de estos países, el “peso de la edad” en el poder parece evidente. Lula da Silva (78 años), Vladimir Putin (71), Narendra Modi (74), Xi Jinping (71) y Cyril Ramaphosa (71), juntos suman 365 años, y a ellos podría añadirse el presidente turco, Recep Tayyip Erdoğan (70), quien ha solicitado la integración de su país en los BRICS.

Turquía, con una economía que en 2022 se valoraba en 907.100 millones de dólares, se unirá a esta “gerontocracia económica” que domina el globo si su petición prospera.

El presidente de Turquía, Recep
El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan (AHMAD AL-RUBAYE/REUTERS)

El fenómeno plantea interrogantes sobre la influencia de esta élite envejecida en la economía global. Los expertos sostienen que el envejecimiento natural trae consigo cierta cautela en la toma de decisiones. Según José Manuel Amor, socio director de AFI, “los líderes mayores no se lanzan a innovar, la estrategia suele estar en el corto plazo”.

Por su parte, Carlota García Encina, investigadora principal de Estados Unidos y Relaciones Transatlánticas en el Real Instituto Elcano, observa una creciente inquietud entre la población estadounidense por la avanzada edad de sus líderes. “En los electores americanos hicieron mella las caídas de Biden, sus olvidos, y estaba la duda de si aguantaría el intenso y duro rally electoral”, asegura Encina. Estas preocupaciones evidencian que, en Estados Unidos, la imagen física de los mandatarios aún juega un rol crucial en la percepción pública.

La excepción de Kamala Harris (60), quien podría heredar el mando en Estados Unidos, no parece suficiente para alterar esta tendencia. Para Rafael Puyol, presidente de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), “quizá por su población más joven, la mentalidad estadounidense aún no ha asumido el proceso de envejecimiento como en Europa”, donde la gerontocracia es más común.

En Europa, la experiencia y la edad suelen ser consideradas activos valiosos; sin embargo, este enfoque genera tensiones en una sociedad que también enfrenta los desafíos del envejecimiento. “Estados Unidos posee una larga y poderosa tradición de veteranos de guerra”, recuerda Puyol a Ethic, y por eso la juventud sigue siendo una aspiración.

En palabras de Mauro Guillén, sociólogo y profesor de la Universidad de Pensilvania: “Le apuesto a que nuestros hijos verán a personas de 90 y 100 años trabajando. No debemos caer en el edadismo”.

Joe Biden, presidente de Estados
Joe Biden, presidente de Estados Unidos, tiene 81 años (REUTERS/Kevin Lamarque)

Una mayor longevidad y la promesa de la tecnología: el dilema de la experiencia y la juventud

La mayor longevidad en los países desarrollados plantea una pregunta clave: ¿Hasta qué punto la experiencia de los mayores sigue siendo un activo indispensable para la toma de decisiones?.

José Montalvo, catedrático de Economía de la Universitat Pompeu Fabra, explica que “una carrera muy larga implica una percepción de conocimientos más profunda y más estratégica junto con mayores conexiones”, lo que permite a los líderes experimentados mantener cargos de responsabilidad. No obstante, como indica el economista José Carlos Díez, “con el paso de los años, los seres humanos solemos ser más adversos al riesgo”.

Esta mayor reticencia a innovar, motivada por un instinto de preservación, podría influir en la agenda política y económica de los BRICS y Estados Unidos.

El envejecimiento no solo plantea cuestiones de liderazgo sino de estructura económica y social. En la actualidad, las personas mayores de 65 años ya superan en número a los niños menores de cinco años, y se espera que para 2050 superen también a los jóvenes de entre 15 y 24 años. Este cambio demográfico supone que las decisiones que se tomen hoy tendrán repercusiones en una sociedad cada vez más envejecida. Mauro Guillén subraya que “una persona de 60, 70 u 80 años no es lo mismo hoy que hace medio siglo. Y la tendencia seguirá, sobre todo gracias a la tecnología”.

Sin embargo, a pesar de la mayor salud física y mental que caracteriza a esta generación longeva, la presión sobre los jóvenes para integrarse al mercado laboral es cada vez mayor. Como reflexiona el sociólogo Mauro Guillén, “la mayor longevidad implica que hay más personas de edad avanzada y, por lo tanto, esto se verá reflejado en todos los aspectos, incluidos políticos, consejeros delegados y gestores empresariales”.

Con esta perspectiva, surge una pregunta incómoda: ¿Es deseable trabajar hasta los 90 o incluso los 100 años? Guillén apunta que la tecnología permitirá extender la vida laboral, pero se pregunta si eso es “lo que esperamos de la vida”.

El candidato presidencial republicano Donald
El candidato presidencial republicano Donald Trump (78 años) y la candidata presidencial demócrata, la vicepresidenta estadounidense Kamala Harris (60), durante un debate (EFE/EPA/DEMETRIUS FREEMAN)

Desafíos futuros y el enigma de una “gerontocracia” en el siglo XXI

La acumulación de poder económico y político en manos de esta élite envejecida plantea dudas sobre la capacidad de estos líderes para responder a un mundo en constante cambio. En palabras de José Manuel Amor, “los mayores son más conservadores y les cuesta adaptarse a los cambios. Lo que ignoramos realmente es el mundo al que vamos”.

Los expertos reconocen que el liderazgo en manos de personas mayores puede aportar estabilidad y experiencia, pero a menudo a costa de una menor capacidad para adaptarse a los rápidos cambios del siglo XXI.

Este dilema se refleja en el creciente peso del PIB mundial que los BRICS y Estados Unidos controlan, y que, según la paridad del poder adquisitivo (PPA), representa el 49,1% de la riqueza del planeta.

La presencia de líderes septuagenarios en estas naciones da lugar a un tipo de liderazgo que, aunque profundamente experimentado, podría estar limitado por la aversión al riesgo. José Carlos Díez resume este fenómeno señalando que “los líderes mayores no se lanzan a innovar, la estrategia suele estar en el corto plazo”.

La longevidad y el envejecimiento de los líderes traen consigo nuevas preguntas sobre el futuro de la política global y el rol de los jóvenes en un mundo donde los mayores ocupan las posiciones de mayor influencia. Tal vez, como sugieren los analistas, este sea uno de los logros más grandes del siglo XX, aunque al igual que la tecnología, plantea interrogantes esenciales sobre el rumbo que tomará la humanidad.

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