La escena se repite a diario, cada vez que se lleva adelante una jornada del juicio por violencia sexual en Aviñón que despierta interés en todo el mundo, no solo en Francia. Hay cadenas de aplausos para Gisèle Pelicot, la mujer que tomó la decisión de convertir su drama en caso testigo y decidió dar la cara ahí donde sería razonable ser esclava del pudor. Allí donde va, hay aplausos de gente común, de aquellos que se acercan para darle ánimo y que creen, como ella, que a esta altura del partido la vergüenza ya no debe estar del lado de las víctimas sino del de los perpetradores. Lo que aún ignoramos es si, finalmente, esta causa será ese hito que marcará un antes y un después en la historia.
Hay otras escenas, ni emocionantes ni esperanzadoras, que se repiten a diario: acusados de violación que ingresan al edificio en el que funciona el tribunal con barbijos, acelerando el paso y sin intenciones de hablar con nadie. Otros que provocan con comentarios obscenos cuando les gritan algo, como el hombre que en uno de esos intercambios le gritó a una manifestante: “Seguí así que voy a violar a tu madre”.
También en estos días se pudo ver y escuchar a varios de los identificados como abusadores (algunos de ellos detenidos, otros recientemente liberados de prisión), quienes cuando les corresponde dar testimonio lo primero que hacen es hablar de “violación involuntaria” y pedir perdón. Le piden perdón a la víctima, a quien sometieron mientras estaba desmayada. Le piden perdón y aseguran que fueron a su casa y entraron a su habitación desnudos y dispuestos al sexo sin saber que ella no formaba parte del “juego libertino” conducido por su esposo. Algunos le piden perdón a la familia Pelicot y a sus propias familias y sostienen que recién ahora aprendieron que para hacer lo que hacían con absoluta naturalidad se necesita el consentimiento de la otra persona, que no alcanza con que el marido entregue a su mujer como ofrenda. Dicen, finalmente, que recién ahora aprendieron que las mujeres no son propiedad de los hombres y qué bueno sería que todo eso se enseñe en la escuela.
Difícil saber cuánto hay de realidad en este arrepentimiento de hombres que cuentan en voz alta que las pesadillas no los dejan dormir, que por lo que hicieron perdieron todo lo que tenían; que tuvieron infancias durísimas con padres y madres violentos, que se alcoholizaron o drogaron o comenzaron ellos mismos a actuar con violencia muy temprano. Que conocieron la prisión de jóvenes, que nunca se imaginaron en prisión. Que siempre respetaron a sus esposas, que siempre necesitaron más que lo que tenían en casa.
Que gozaba sexualmente/ que no gozaba sexualmente/ que no se daba cuenta de que Gisèle P. estaba drogada/ que cuando se dio cuenta de que Gisèle P. estaba drogada quiso irse pero no se fue porque Dominique Pelicot lo intimidaba/ o que sí se fue después de media hora, cuando Dominique Pelicot lo apuró a salir de su casa luego de decirle, sin interrumpir la filmación, “Dejala respirar”. “Dejala respirar”, eso le dijo, y ahí recién él entendió que ella no estaba en condiciones de hacerle una felación, que no se hacía la dormida sino que estaba casi en coma. “Era un ingenuo, un estúpido, un tonto, un burro”. (Testimonio de Cyrille D., 54 años)
El director de orquesta perverso reprendía a los extraños porque no eran lo suficientemente delicados con su bella durmiente narcotizada… Una bella durmiente que durante casi diez años padeció falta de memoria, lesiones vaginales, cuatro enfermedades de transmisión sexual, caída del pelo, desconfianza de los hijos porque la creían presa de un estrafalario mal de Alzheimer. Una bella durmiente por la que ninguno de los médicos consultados por todos estos síntomas hizo algo: nadie, nunca, en ningún momento pensó que todos esos síntomas tenían que ver con que la mujer estaba siendo violentada sexualmente.
Ya era una mujer grande, seguramente menopáusica. Y, ya sabemos, hay un cierto consenso -que evidentemente incluye al personal de salud- acerca de que la menopausia es algo así como la muerte sexual de las mujeres. A quién podría ocurrírsele que estaban violando de manera planificada a Gisèle, la verdad.
El caso Pelicot tal vez los haga cambiar de opinión.
Dominique los desmiente
Cada uno atiende su juego en esta causa, las estrategias de defensa son variadas y es el propio Dominique Pelicot quien por momentos parece el mejor abogado defensor de la mujer a la que le arruinó la vida. Esto sucede cuando de entrada se asumió culpable y cuando desmiente todo lo que dicen los demás acusados en tren de liberarse de culpas.
“Soy un violador, como todos los que están acá”, dijo el día que volvió al tribunal luego de declararse enfermo, y se los llevó puestos con una frase pero también esmerilando sus testimonios al ratificar que nunca engañó a nadie, que siempre les dijo que ella iba a estar dormida por los medicamentos que él le escondía en la comida y la bebida. Y que él solo narró en el chat de internet lo que le hacía a su mujer -dormirla para luego abusar de ella- y que fueron esos hombres quienes quisieron “probar” el jueguito. Que él nunca los obligó a nada.
En el juego que cada uno atiende, está el abogado defensor que insiste con que “hay violaciones y violaciones”, buscando excusar a sus defendidos. Están los que procuran trasladar la responsabilidad de lo ocurrido a la propia víctima y la interrogan buscando dejarla ante el tribunal como una exhibicionista, mientras le muestran fotos provocativas en las que se la ve despierta. Lo dijo la propia Gisèle P.: la humillan. O mejor, la siguen humillando. “Por lo que parece, acá la culpable soy yo”, se quejó en voz alta.
El colmo de la malicia lo encarna Nadia El Bouroumi, abogada defensora de dos de los acusados, que en las últimas horas y luego de encarnizarse en la corte con la víctima (a los gritos le señalaba que los videos se veían porque ella misma lo había pedido), subió a sus redes un video en el que se la ve bailando adentro de su auto y repitiendo la letra de “Wake Me Up Before You Go-Go”, el viejo tema de Wham, la banda que lideraba George Michael en los 80.
Lo que sigue es el fragmento de la canción que eligió la abogada (algo para recordar es que la única víctima en este caso es una mujer que era drogada con sedantes y ansiolíticos para luego ser violada por desconocidos):
Despertáme antes de irte
No me dejes colgando como un yo-yo
Despertáme antes de que te vayas
No quiero perdérmelo cuando llegues a lo mejor
Los comentarios al posteo en las redes fueron de la perplejidad a la indignación.
Cuando alguno de los acusados le pide perdón o cuando habla su ex esposo, Gisèle P P. mira hacia un costado o, mejor, los mira de frente y luego posa la mirada en un costado, a la distancia. Desdén se llama lo que parece demostrar, aunque tal vez sea odio por los padecimientos que la trajeron hasta acá. Nunca supo por lo que estaba pasando, recién se enteró había sido violada a repetición cuando la policía le mostró los resultados de una investigación, la que se inició cuando detuvieron a Dominique Pelicot en septiembre de 2020 en un supermercado, luego de que lo encontraran filmando por debajo de sus faldas a tres mujeres que, naturalmente, estaban ajenas a sus intenciones. Hasta entonces su esposo era un “gran tipo”.
Aunque ya está divorciada, Gisèle acepta que se la llame por el apellido Pelicot para simplificar las cosas en el proceso judicial y también porque es el apellido de sus hijos. Días atrás, la mujer se quitó por primera vez los lentes oscuros y habló fuera de la sala del tribunal en el que desde el 2 de septiembre se juzga a su ex marido y a 50 de los 80 hombres que abusaron de ella, “invitados” a través de internet por quien era su esposo y es el padre de sus tres hijos y el abuelo de sus siete nietos. Habló Gisèle y lo hizo para agradecer las manifestaciones de apoyo pero, fundamentalmente, se dirigió a las víctimas de violencia sexual, allí donde estuvieran escuchando su mensaje. Una mujer común, una desconocida hasta hace muy poco tiempo, que ya es un símbolo y que quiere darles estímulo a los que piensan que todo está perdido.
“Gracias a todos ustedes tengo fuerzas para llevar esta lucha hasta el final”, dijo la mujer que inesperadamente y con más de setenta años se encuentra en el centro de una pelea por los derechos humanos. “Esta lucha que dedico a todas las personas, mujeres y hombres, que en el mundo son víctimas de violencia sexual. A todas esas víctimas, quiero decirles hoy que miren a su alrededor, no están solos”.
Horas después de hacer el numerito provocativo con el tema de George Michael en las redes, Nadia El Bouroumi reapareció -varios cambios más abajo- para decir que ella y sus hijos estaban siendo hostigados, que de ninguna manera ella podría burlarse de una víctima y que pensaba iniciar una causa legal por este acoso mediático y en redes. Lo mismo hicieron días atrás algunos de los acusados cuando en las redes sociales varios movimientos feministas comenzaron a hacer circular la lista con los nombres de quienes están siendo juzgados.
La decisión de Gisèle
El hecho de que el juicio sea público y no a puertas cerradas fue un pedido expreso de Gisèle Pelicot y sus hijos. Todos tienen su estrategia, la de ella es convertir la vida de aquellos que arruinaron la suya en un infierno, al menos durante las semanas que van de acá a diciembre, cuando se supone que fallará el tribunal. A estos hombres que ahora se enojan o piden perdón o bajan la cabeza podrían caberles hasta 20 años de prisión.
El viernes último, los abogados de Gisèle P. sufrieron un gran revés en materia de estrategia. Ocurrió cuando, luego del pedido de varios abogados defensores, el tribunal accedió a restringir la exhibición de videos y fotografías que componen la mayor prueba de los crímenes cometidos en contra de la mujer. Todas esas imágenes fueron tomadas a lo largo de los años por el organizador de este plan macabro, Dominique Pelicot. Las tenía clasificadas y guardadas en carpetas con nombres tan poco disimulados como “Abusos” o directamente con los nombres de los protagonistas masculinos de las violaciones.
Para los abogados de la víctima, es gracias a esos videos que existe la causa judicial: dejarlos afuera del proceso es una contradicción incluso para los acusados, ya que muchos de ellos no niegan la materialidad de los hechos pero sí la intencionalidad. Y los videos podrían ser la prueba evidente para resolver si hubo o no hubo intención de violar a Gisèle P., aseguran.
“Señor Presidente, la Justicia que debe adentrarse en el siglo XXI no debe alimentarse de las quejas y demandas de las redes sociales, de quienes buscan sensacionalismo, de quienes buscan venganza y no justicia y quieren revolver la sangre, a riesgo de nublar las mentes”, dijo uno de los abogados de la Defensa. Otro abogado defensor sostuvo que mostrar todos los videos sería “desembalar algo nauseabundo que pondría en dificultades a nuestro sistema judicial cuando se necesita hacer las cosas con serenidad y dignidad”.
Después de una corta deliberación, el presidente del tribunal, Roger Arata, tomó la decisión de dejar de exhibir sistemáticamente los videos, que son “indecentes e impactantes”, sino de a petición de las partes considerar eventualmente la difusión de una secuencia de video o fotografía, “con el único objetivo de revelar la verdad”.
Cuando esto ocurra, el presidente del tribunal hará evacuar la sala y las imágenes serán exhibidas a puertas cerradas. Los periodistas tampoco podrán verlas. La víctima había pedido especialmente que estos videos se hicieran públicos “para crear conciencia y generar un cambio en la sociedad”, ya que en su caso no hay manera de restaurar todo el daño que le hicieron. Había pedido una excepción: que sus hijos no estuvieran presentes cuando se difundieran las imágenes.
Roberto Gargarella es un abogado y jurista argentino que además es sociólogo y académico especialista en derechos humanos, democracia, filosofía política, derecho constitucional e igualdad y desarrollo. Ante la consulta de Infobae acerca de la decisión del tribunal francés de limitar el acceso a los videos que son las pruebas de la causa por violación sistemática a Gisèle Pelicot, resaltó dos cuestiones que pueden ser contradictorias entre sí pero que por eso exhiben la complejidad de este caso. Por un lado, Gargarella señaló que vivimos en un tiempo particularmente difícil para la circulación de materiales tan delicados, pero dijo también que los pedidos de las víctimas deben, en especial, ser atendidos. Lo explicó así:
“En general, yo sería restrictivo sobre el uso de imágenes fuera del tribunal y sus propósitos estrictos, más en esta época. Sin embargo estoy abierto a repensar la cuestión, no tengo una postura dogmática sobre el tema. Mi intuición general es a) atender en estos casos, de modo especial, los reclamos-demandas de la víctima (sin que ello implique necesariamente darle la razón o concederle lo que quiere, por ejemplo, la condena más alta posible); y b) cuidar de no alimentar, en tiempos de redes-castigo-humillación pública, el sadismo contra nadie, ni aún contra los peores culpables. Todo eso debe ser compatible con que, dentro del tribunal, quienes van a decidir (eventualmente, el jurado también) miren todo lo que tienen que ver para tomar una decisión”.
Los hijos deberán esperar para testificar
Hay mucho de repetitivo en el juicio, igual que sucede con los videos de abusos, según aseguran quienes los vieron. Son tan desagradables y es tan demoledor el efecto que provoca su visualización que las autoridades policiales dispusieron en su momento la conformación de varios equipos para que los analizaran, a fin de evitar la sobrecarga emocional o burn out en los agentes destinados a esa tarea.
Seguir en detalle a diario la letra del juicio y el minuto a minuto de los testimonios tiene también algo de eso. Muchas frases y argumentos son casi idénticos en su formulación y es en esa repetición de los testimonios de los acusados y en la búsqueda incisiva del detalle o el matiz inadvertido que se da en las intervenciones de los abogados defensores que, por momentos, aparece en todo su revulsivo esplendor la obscenidad del relato.
Y la mujer que fue víctima está sentada ahí, día tras día. Y los hijos de la víctima y del principal victimario, también, acompañando a su madre. Según señalaron las autoridades judiciales, no hay agenda prevista para escuchar a los hijos de los Pelicot, quienes podrían recién ser llamados a testificar cuando hayan pasado por el estrado cada uno de los cincuenta acusados. Cincuenta acusados que pudieron ser reconocidos en esos videos que ya no se exhibirán. Aún quedan alrededor de treinta que no pudieron ser identificados.
Ochenta hombres, casi todos del mismo pueblo, Mazan, que acudieron a violar a una mujer inconsciente sin hacerse preguntas antes de ir y sin denunciar los hechos después de haberla visto en ese estado.
Seguimos esperando que la vergüenza cambie de lado.