El papa Francisco presidió este domingo una misa al aire libre en Papúa Nueva Guinea, a la que asistieron cerca de 35.000 fieles. El encuentro se realizó en el estadio de Port Moresby, ubicado en la capital del país, y contó con diversas muestras de tradiciones locales, como la procesión de ingreso de los concelebrantes, acompañados de música y bailes propios del país.
En el público había una mezcla de clérigos con sotanas verdes, fieles vestidos de blanco y miembros de tribus autóctonas que entonaban canciones al ritmo de tambores kundu. “Es un acontecimiento único en la vida, teníamos que estar aquí. El país no va bien, tenemos muchos problemas y, por eso, necesitamos el mensaje del Papa para alentarnos y darnos la fuerza que necesitamos para avanzar”, dijo una de las personas del público con tono de esperanza.
En esta oportunidad, la homilía elegida por el Sumo Pontífice se basó en el tema que impulsó su gira de 12 días por Oceanía y el sudeste asiático: llevar la fe a las “periferias” del mundo. Así, comenzó dirigiéndose a los presentes y les dijo: “Ustedes que habitan en esta gran isla que se asoma al Océano Pacífico, tal vez hayan pensado alguna vez que se trata de una tierra lejana, distante, situada en los confines del mundo”.
Sin embargo, agregó a continuación, “ante esta lejanía, Dios responde con la cercanía de Jesús”. “En su Hijo, Dios nos quiere mostrar sobre todo esto: que Él es el Dios cercano, compasivo, que cuida nuestra vida, que supera toda distancia. El Señor toca a los que están impuros y, de esta manera, establece un contacto, anula la distancia para hacerse cercano. Así es la cercanía de Jesús, que viene a tocar nuestra vida y a superar toda distancia”, aseguró.
Es por ello que “hoy, el Señor, como hizo con el sordomudo, quiere acercarse a ustedes, abatir las distancias, hacerlos sentir que están en el centro de su corazón y que cada uno es importante para Él, quiere sanarles su sordera y su mudez”, prometió e insistió: “A cada uno de ustedes les dice: Ábrete”.
Francisco apuntó, no obstante, que la voluntad de Dios no siempre puede ser cumplida ya que “existe una sordera interior y un mutismo del corazón que dependen de todo aquello que nos encierra en nosotros mismos, que nos cierra a Dios y a los demás”, como lo son “el egoísmo, la indiferencia, el miedo a arriesgarse e involucrarse, el resentimiento, el odio, y la lista podría continuar”.
“Todo esto nos aleja de Dios, de los hermanos, de nosotros mismos; y de la alegría de vivir”, advirtió a los fieles antes de terminar.
La mayor parte de los 12 millones de habitantes de Papúa Nueva Guinea son cristianos (más del 90 por ciento), con el 30% de ellos incluso considerándose católicos. Toda esta gente está distribuida en un vasto territorio, con más de 600 islas, en el que el nivel de desigualdad registrado supera a cualquier otro de Asia y el Pacífico, con uno de los Índices de Desarrollo Humano más bajos del mundo.
(Con información de AFP y EFE)