Romance, poder y lágrimas en TV: el escándalo del ministro de Cultura de Italia que sacude al gobierno de Giorgia Meloni

Gennaro Sangiuliano enfrenta un escándalo mediático tras admitir una relación con la empresaria e influencer Maria Rosaria Boccia

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El ministro de Cultura de Italia Gennaro Sangiuliano pide disculpas tras las revelaciones sobre una relación adulterina

“La primera persona a la que tengo que pedir disculpas es a mi mujer, una persona excepcional. Luego, pido disculpas a Giorgia Meloni por haberla avergonzado a ella y al gobierno”. Con estas palabras, Gennaro Sangiuliano, ministro de Cultura de Italia, enfrentó en televisión el escándalo que ha sacudido al gobierno justo cuando el país se preparaba para recibir la reunión de ministros de Cultura del G7.

El acto de contrición pública de Sangiuliano fue el último capítulo de un culebrón que dominó las portadas de los periódicos italianos durante más de una semana. El ministro, de 62 años y con una extensa carrera como periodista, está en el centro de una tormenta mediática que mezcla política, redes sociales y romance.

Todo comenzó con un post en Instagram: Maria Rosaria Boccia, influencer y autoproclamada empresaria de la moda de 42 años, anunció su nombramiento como “asesora del ministro para grandes eventos”. Las redes sociales estallaron, y pronto los periódicos se hicieron eco de la noticia. La oposición no tardó en exigir explicaciones. ¿Había usado Sangiuliano fondos públicos? ¿Tenía Boccia acceso a información confidencial?

El posteo que desató el escándalo
El posteo que desató el escándalo

En una extensa entrevista televisiva de 17 minutos, Sangiuliano admitió una “relación afectiva” con Boccia y reveló que había considerado nombrarla asesora “a título gratuito”, pero que abandonó la idea por un potencial conflicto de intereses. Negó rotundamente cualquier mal uso de fondos públicos o el acceso de Boccia a información confidencial. “No se ha gastado ni un euro del dinero de los ciudadanos italianos, y no ha circulado ningún documento confidencial o clasificado”, aseguró.

Lejos de permanecer en silencio, Boccia ha avivado la polémica en redes sociales, publicando mensajes, audios y billetes de avión que, según ella, prueban su relación con el ministerio. En sus publicaciones, Boccia contradice a Sangiuliano, alegando que nunca pagó nada de su bolsillo y que participó en reuniones del G7. “¿Nunca hemos celebrado reuniones operativas? ¿Nunca hemos hecho inspecciones? ¿Nunca hemos intercambiado información?”, cuestionó en Instagram.

La oposición planteó su preocupación por el posible acceso de Boccia a información confidencial, especialmente en torno a la próxima reunión de ministros de Cultura del G7, programada del 20 al 22 de septiembre en el parque arqueológico de Pompeya. La publicación de un correo electrónico del director del Parque de Pompeya, Gabriel Zuchtriegel, donde Boccia aparecía en copia, alimentó las críticas.

Sangiuliano junto a Boccia durante un recorrido por Pompeya
Sangiuliano junto a Boccia durante un recorrido por Pompeya

Los partidos de centro-izquierda, liderados por el Partido Democrático (PD), han denunciado “un duro golpe a las instituciones” y argumentan que el “culebrón personal” de Sangiuliano ha dañado la credibilidad internacional del país.

El Movimiento 5 Estrellas y Alianza Verdes-Izquierda también criticaron la entrevista televisiva, calificándola de “uso privado de la televisión pública” y “una operación sin escrúpulos”. Angelo Bonelli, líder de los Verdes, hasta presentó una denuncia ante la Fiscalía de Roma.

En contraste, la coalición gubernamental ha cerrado filas en torno a Sangiuliano. Maurizio Gasparri, portavoz en el Senado de Forza Italia (FI), uno de los tres socios del Gobierno junto a los ultraderechistas Hermanos de Italia (FdI) de Meloni y la Liga, aseguró que “por lo que respecta a los aspectos funcionales e institucionales han sido ampliamente aclarados en la entrevista”, sugiriendo que el caso debería darse por cerrado.

A pesar del respaldo de la coalición, el escándalo ha puesto a prueba la estabilidad del gobierno de Meloni. Horas antes de la entrevista de Sangiuliano, la primera ministra instó a la Ejecutiva de su partido a “no cometer errores”, subrayando la gravedad de la situación. Obligada a defender públicamente a su ministro, Meloni también afirmó que Sangiuliano le aseguró que Boccia no tuvo acceso a documentos confidenciales y que no se gastó dinero público en el asunto. “Dejo los cotilleos a otros porque no creo que deba comentarlos”, dijo en una entrevista el lunes, minimizando la polémica.

En su entrevista, Sangiuliano reiteró que no es “chantajeable” y reveló que la primera ministra rechazó su dimisión, pidiéndole que siga adelante y diga “toda la verdad”.

¿Por qué Meloni no acepta las dimisiones? La negativa de la premier tiene que ver con razones tanto políticas como personales. A nivel político, Meloni se enfrenta a un delicado equilibrio en su gobierno, especialmente con la próxima salida de Raffaele Fitto, el Ministro de Asuntos Europeos, nombrado Comisario Europeo por el Gobierno, y las posibles investigaciones sobre la ministra de Turismo, Daniela Santanchè. La salida de Sangiuliano sería la tercera baja en su gabinete, lo que obligaría a una remodelación general del gobierno, un escenario que Meloni quiere evitar para no desencadenar nuevas demandas de sus aliados, especialmente de Matteo Salvini, poniendo en riesgo la estabilidad de la coalición.

Gennaro Sangiuliano y Giorgia Meloni durante la ceremonia de formación del gobierno en 2022 (REUTERS)
Gennaro Sangiuliano y Giorgia Meloni durante la ceremonia de formación del gobierno en 2022 (REUTERS)

En el plano personal, Meloni mantiene una profunda estima por Sangiuliano, a quien considera un aliado clave y un defensor de los valores de la derecha conservadora. A pesar de sus errores públicos y las tensiones internas, Meloni valora su contribución intelectual y su lealtad ideológica.

Sin embargo, las contradicciones entre la versión del ministro y las afirmaciones de la influencer mantienen viva la polémica, mientras los italianos siguen el caso como si fuera una serie de televisión. Algunos lo ven como un drama personal llevado demasiado lejos. Otros, como un síntoma de problemas más profundos en la política italiana. Pero a nadie le escapa la ironía: mientras Italia se dispone a mostrar su patrimonio al mundo, su propio ministro de Cultura se encuentra en el ojo del huracán.

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