Luego de que las tensiones entre las Fuerzas Armadas Chinas y el Occidente aumentaran en los últimos años, la economía de China ha mostrado señales preocupantes. Un análisis de Foreign Affairs señala que, tras el abrupto fin de la política de “cero COVID” en 2022, se esperaba una rápida recuperación económica. Sin embargo, la realidad ha sido distinta, con el producto interno bruto (PIB) mostrando un desempeño inferior al esperado y una confianza del consumidor en declive.
En julio de 2024, los datos oficiales chinos revelaron que el crecimiento del PIB estaba por debajo del objetivo gubernamental de alrededor del cinco por ciento, lo que acentuó las dificultades económicas del país. Entre los factores identificados por los observadores occidentales, destacan la crisis sostenida en el sector inmobiliario, el rápido envejecimiento de la población y el control cada vez más estricto del jefe del régimen chino, Xi Jinping, sobre la economía.
Uno de los problemas más significativos que enfrenta China es un modelo económico basado en una estrategia industrial que prioriza la producción masiva, causando una sobrecapacidad estructural. Este modelo ha llevado a que muchas ciudades y empresas chinas acumulen una enorme deuda debido a la sobreinversión en sectores como los materiales básicos y las tecnologías emergentes. Como resultado, existen riesgos de insolvencia y cierre de fábricas, lo que puede generar pérdidas de empleos.
Desde la década de 2010, este problema ha afectado el comercio internacional, provocando desequilibrios debido a una producción china que excede la demanda tanto interna como externa. La Comisión Europea, en diciembre de 2023, advirtió que la producción excesiva china estaba causando desequilibrios comerciales insostenibles, y la Secretaria del Tesoro de Estados Unidos, Janet Yellen, también expresó inquietudes similares respecto a diversos sectores como el acero y los vehículos eléctricos.
La política industrial de China ha creado un ciclo recurrente de sobrecapacidad. A nivel nacional, las fábricas de sectores clave venden productos por debajo del costo para cumplir con objetivos políticos, lo cual es facilitado por subsidios gubernamentales y financiamiento barato. Esta política ha sido incentivada por la larga tradición de planificación económica del Partido Comunista Chino, que prioriza la producción industrial sobre el consumo doméstico.
Para Occidente, el problema de sobrecapacidad de China presenta un desafío a largo plazo. Los líderes occidentales deben entender los factores subyacentes que impulsan esta sobreproducción. En lugar de buscar aislar más a China, se deben tomar medidas para mantener a Beijing integrado en el sistema comercial global, utilizando incentivos del mercado global para guiar a China hacia un crecimiento más equilibrado y menos dirigido por políticas industriales pesadas.
La crisis económica actual de China tiene raíces profundas que se remontan a la era de las reformas iniciada por Deng Xiaoping hace cuatro décadas. La sexta planificación quinquenal de China, de 1981 a 1985, ya dedicaba una proporción mayoritaria a la expansión del sector industrial y el comercio internacional, con escasa atención al incremento de los ingresos y el consumo. Esta tradición ha persistido incluso en el plan quinquenal actual (2021-2025), que nuevamente subestima la importancia del consumo doméstico.
En la actualidad, se observa que sectores tecnológicos emergentes en China también enfrentan desafíos debido a la sobrecapacidad. Por ejemplo, en la industria de los vehículos eléctricos, fabricantes en Europa ya enfrentan una competencia feroz de las importaciones a bajo precio de China. Esto afecta no solo a la industria manufacturera de alta gama, sino también al empleo en el sector de servicios que depende de la manufactura avanzada.
Los gobiernos locales en China han tenido un papel crucial en el desarrollo de la sobrecapacidad. Los incentivos para producir crecimiento del PIB rápido condujeron a inversiones que, aunque políticamente rentables, no siempre resultan en ganancias. La competencia interna, incentivada por políticas que recompensan el desempeño económico rápido, ha resultado en duplicación de inversiones y enormes niveles de deuda local.
Es claro que Xi Jinping sigue apostando por la autosuficiencia tecnológica y la inversión en sectores estratégicos, a pesar de los crecientes riesgos de sobreproducción. Esta prioridad por las tecnologías avanzadas es parcialmente una respuesta a la percepción de aislamiento económico impuesto por Occidente y ha resultado en mayor financiamiento y subsidios a empresas en sectores prioritarios.
El impacto global de la sobrecapacidad china es amplio, afectando no solo la economía doméstica, sino también industrias clave en el extranjero. Para abordar este desafío, las respuestas deben ser multilaterales y bien coordinadas, asegurando que las políticas tomadas no exacerbén el problema subyacente, señala el autor del texto en Foreign Affairs, Zongyuan Zoe Liu.