Las tropas ucranianas atacaron este jueves con fuego de artillería la ciudad de Lgov, en la región rusa de Kursk, donde Rusia sigue luchando para frenar el avance de Kiev con una respuesta llamativamente lenta a la primera ocupación de su territorio desde la Segunda Guerra Mundial.
“Las Fuerzas Armadas de Ucrania bombardearon hoy con artillería la ciudad de Lgov. Se registraron cuatro impactos. Como resultado del ataque, dos edificios de vivienda y las vías del tren de la estación Lgov-Kiev resultaron dañados”, escribió el alcalde de ese centro urbano, Alexei Klemeshov, en su canal de Telegram.
El alcalde añadió que el bombardeo, que no causó víctimas entre la población, provocó un incendio en un almacén de una de las fábricas de la ciudad, que fue sofocado por los bomberos.
Lgov, de poco más de 20.000 habitantes, se encuentra a unos 50 kilómetros del sector de la frontera con Ucrania por donde el pasado día 6 las fuerzas ucranianas irrumpieron en Kursk, en el primer ataque terrestre a Rusia desde la Segunda Guerra Mundial.
“A todos aquellos que abandonaron la ciudad les recomiendo que no regresen hasta que se estabilice definitivamente la situación”, advirtió el alcalde.
Este jueves, un vídeo militar difundido también mostró a militares ucranianos lanzando granadas contra las fuerzas rusas en la región y varias viviendas incendiadas en una localidad.
Las fuerzas ucranianas irrumpieron a través de la frontera occidental de Rusia en la región de Kursk el 6 de agosto en una ofensiva por sorpresa que continúa.
Ucrania dijo el martes que había tomado 100 asentamientos rusos en una zona fronteriza de más de 1.200 kilómetros cuadrados ahora bajo su control.
La ofensiva es el último revés militar para Rusia en un conflicto que se arrastra y que el Kremlin esperaba que se resolviera en cuestión de días. El asalto de choque a la región tomó desprevenido al Kremlin y provocó algunas críticas a los líderes militares de Moscú por parte de influyentes blogueros militares partidarios del conflicto.
Con el grueso de su ejército presionando en sus ofensivas dentro de Ucrania, el Kremlin parece carecer por ahora de reservas suficientes para expulsar a las fuerzas de Kiev.
Miedo creciente en Kursk
Según Kiev, el ataque está dando a los ciudadanos rusos una idea de lo que los ucranianos han sufrido durante los últimos dos años y medio. El presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, también espera que la ofensiva pueda hacer que la sociedad rusa se vuelva contra el Kremlin y contra su ofensiva a gran escala contra Ucrania.
Sin embargo, Moscú está presentando la incursión como un momento para unirse. El presidente ruso Vladimir Putin lanzó una respuesta pública que ha centrado su mensaje en los aspectos humanitarios -envío de paquetes de alimentos, reubicación de personas, cambio de escuelas a enseñanza a distancia- más que en la reacción militar.
Putin no parece considerar el ataque -o al menos, dar la impresión de que lo considera- una amenaza lo suficientemente grave como para justificar la retirada de tropas de la región ucraniana oriental de Donbás, su objetivo prioritario. En los últimos días también intensificó los bombardeo con misiles y drones sobre Ucrania.
El Kremlin busca transmitir una sensación de normalidad incluso comenzando la celebración de elecciones para elegir al gobernador para la región.
Pero en Kursk, la capital regional ubicada a apenas 50 kilómetros de los combates, los habitantes comienzan a tener miedo.
Por toda la ciudad de 440.000 habitantes, los carteles de reclutamiento del ejército adornan las vallas publicitarias, animando a los rusos a alistarse para servir en Ucrania.
Las sirenas antiaéreas suenan varias veces al día y alrededor de la ciudad se instalaron refugios antiaéreos de hormigón. Por las noches, se escuchan los estallidos de los sistemas de defensa aérea.
En las carreteras de acceso a la ciudad se han instalado puestos de control militares, vigilados por soldados armados con chalecos antibalas.
“La situación es muy tensa en nuestra región en estos momentos”, declaró a la AFP Svetlana Bocharova, de 53 años.
“Siempre estoy preocupada por los niños. Duermo muy mal por las noches. Los acuesto, me tumbo y me preocupo, me preocupo por ellos”, declaró Yekaterina, una mujer de 35 años que vive con sus hijos en un edificio alcanzado por fragmentos de un cohete ucraniano a principios de mes.
“Duermes como un centinela de guardia”, dijo Lyudmila, de 70 años.
Se despierta con frecuencia y toma ansiolíticos para calmar los nervios.
“Es muy inquietante... ¿Cuándo acabará? Mi alma quiere que acabe cuanto antes”, declaró a la AFP, mientras caminaba junto a un edificio alcanzado por fragmentos de cohetes en un reciente ataque.
“Estoy muy preocupada. Me despierto todo el tiempo sintiéndome mal”, agregó Valentina Kartysheva, de 74 años y natural de Kursk, incapaz de terminar la frase antes de romper a llorar.
(Con información de EFE, Reuters, AFP y AP)