En las últimas semanas, la pequeña isla de Annobón se convirtió en protagonista de la crisis política y social más grande de la historia de Guinea Ecuatorial. Una extensa serie de abusos a los derechos humanos perpetrados por el régimen de Teodoro Obiang Nguema Mbasogo, quien suma 45 años ininterrumpidos en el poder, terminó generando una escalada de descontentos que se trasladó a todo el país. A raíz de ello, la Primera Ministra de Guinea Ecuatorial, Manuela Roka Botey, presentó la dimisión en bloque a instancias de Obiang, bajo el intento de remodelar el ejecutivo y darle respiro a la dictadura más longeva del mundo.
El dictador de Guinea Ecuatorial es un aliado estratégico del venezolano Nicolás Maduro. Ambos han mantenido una relación de alianza política en el escenario internacional y han buscado apoyarse mutuamente en diferentes foros y contextos diplomáticos, en parte debido a su posición común frente a las críticas internacionales por cuestiones de derechos humanos y gobernanza. Paradójicamente, ambos regímenes han entrado en una crisis que podría ser terminal.
Tras el segundo aniversario de la autoproclamada independencia de la República de Annobón, una serie de represalias brutales ha subrayado la grave situación en este remoto territorio africano. Hace solo algunas horas, el Primer Ministro de la República de Annobón, Orlando Cartagena Lagar, presentó un informe detallado al Comité contra la Tortura (CAT) de las Naciones Unidas, destacando graves violaciones de derechos humanos hacia la población annobonesa. El documento revela un patrón escalofriante de desapariciones forzadas y tortura orquestado por la dictadura ecuatoguineana.
Orígenes del conflicto reciente
La polémica inició hace alrededor de dos semanas, cuando dieciséis annoboneses redactaron una carta condenando el uso de explosivos en Annobón, una isla de apenas 17 km2 y un ecosistema único en el mundo. La respuesta del régimen de Guinea Ecuatorial fue rápida y violenta: se produjeron múltiples detenciones arbitrarias y la isla fue fuertemente militarizada. El dictador Teodoro Obiang Nguema Mbasogo ordenó primero la sustracción casa por casa de todos los teléfonos móviles y, luego, un apagón total de comunicaciones, cortando el acceso a teléfonos e internet para evitar la difusión de información sensible. Desde el 18 de julio, nadie sabe qué está ocurriendo en la isla.
Desde aquella fecha hasta el presente, casi 40 personas han sido desaparecidas forzosamente y sometidas a torturas. En ese marco, espacios como Human Rights Foundation (HRF) y la Organización de Naciones y Pueblos No Representados (UNPO) han expresado su temor por la vida y seguridad de los detenidos, exigiendo su inmediata liberación. Como en Guinea Ecuatorial no existen partidos opositores reales, lo propio hizo desde el exilio una coalición de diez organizaciones conocida como los “Actores Pro-Democráticos de Guinea Ecuatorial”, que decidió unirse en defensa del sometimiento de los annoboneses.
En ese marco, el presidente del Partido del Progreso de Guinea Ecuatorial (PPGE), Armengol Engonga, desde España, vertió duras críticas sobre la violenta realidad que sacude al país y, además de pedir la liberación de los annoboneses detenidos ilegalmente, cuestionó la salud mental del dictador Obiang y pidió una convocatoria a elecciones con garantías internacionales, de la que puedan participar los políticos exiliados.
Una historia de sufrimiento y sumisión
La situación de Annobón, que se ve agravada por el uso implacable de explosivos por parte del régimen, causando graves daños a viviendas y al medio ambiente, es una constante a lo largo de su historia. Desde épocas coloniales, los isleños fueron sometidos a todo tipo de vejámenes y aún hoy viven en la más absoluta miseria.
Por caso, según difundió El País, el dictador Obiang recibió 1,6 millones de dólares por el primer envío de residuos nucleares a la isla de Annobón en 1988. Se sospecha que este acuerdo con una empresa norteamericana involucra el manejo de 7 millones de toneladas de desechos tóxicos durante un período de diez años, con envíos anuales de 720 mil toneladas. Este convenio ha generado una gran preocupación entre los habitantes de Annobón y la comunidad internacional, que vieron cambiar radicalmente el clima de la isla.
En la isla, ahora declarada unilateralmente República de Annobón, no hay comercios, ni rutas, ni hospitales, ni farmacias, ni vehículos, ni escuelas, ni empresas. Mucho menos agua potable. Los únicos alimentos disponibles son frutos de cultivo. En dicho territorio solo se destaca un enorme campamento, hogar de las fuerzas represivas ecuatoguineanas, además de un aeropuerto que es utilizado exclusivamente con fines militares y un puerto que no pareciera tener más sentido que el de trasladar los residuos nucleares ya mencionados.
Como contracara, desde su llegada al poder mediante un golpe de estado, la familia Obiang ha estado implicada en numerosos escándalos de corrupción y violaciones de derechos humanos. El vicepresidente del régimen, Teodorín Nguema Obiang Mangue, hijo del dictador, ha sido particularmente destacado en investigaciones internacionales por malversación de fondos, lavado de dinero y enriquecimiento ilícito. Ha sido condenado en Francia por adquirir propiedades de lujo con fondos públicos, y en Estados Unidos y Suiza se le han confiscado activos por valor de cientos de millones de dólares, incluyendo mansiones, coches de lujo y memorabilia de Michael Jackson. La familia es acusada de utilizar los recursos del país para su enriquecimiento personal, mientras la población sufre pobreza y represión.
Una dictadura acorralada
Las tensiones étnicas en Guinea Ecuatorial, exacerbadas por décadas de dominio Fang sobre las naciones Ndowé, Boobe y Ambô, complican aún más el panorama político. Estas comunidades han enfrentado discriminación, represión y dominación territorial bajo el gobierno central, lo que impulsó a cada una de ellas a declarar su independencia, exigiendo el reconocimiento de sus territorios históricos en la costa Río Muni y las islas Bioko (ex Fernando Poo) y Annobón respectivamente.
Estos conflictos étnicos, arraigados en legados coloniales y exacerbados por políticas de exclusión, han derivado en violaciones sistemáticas de derechos humanos, incluidos secuestros, torturas y permanentes abusos sexuales a menores de edad. Pero no son los únicos.
Puertas adentro, los Fang tienen sus propias divisiones internas. A ellos puede dividírselos en tres grandes grupos: Ebebiyin, Micomeseng y Mongomo. Estos últimos, los gobernantes de Guinea Ecuatorial, han sido acusados en numerosas ocasiones por el incumplimiento de acuerdos, lo que ha llegado a provocar innumerables persecuciones y asesinatos por parte del régimen de Obiang hacia los dos pueblos a los que se les solía prometer integrar un gobierno rotatorio. La situación humanitaria empeoró con la aparición del petróleo en la región, lo que provocó el exilio de la mayoría de los Pamwes-Fang al exterior de país, concretamente a Europa.
Por otro lado, la frontera entre Gabón y Guinea Ecuatorial, especialmente en torno a las islas Mbañe, Conga y Cocoteros en la Bahía de Corisco, ha sido un foco de un extenso conflicto territorial, lo que ha exacerbado las tensiones desde la independencia de Guinea Ecuatorial en 1968. Aunque ambos países acordaron llevar el conflicto a la Corte Internacional de Justicia de La Haya en busca de una resolución, a fines del año pasado y, tras un golpe de estado, el general Brice Oligui Nguema (perteneciente a otra rama de la etnia Fang) juró como presidente de transición y el escenario resulta incierto, ya que existen trascendidos en torno a la posibilidad de que Gabón intente sacar provecho de una revuelta general en el país vecino para recuperar su territorio, que fuera cedido por Francia a España en el año 1900.
La lucha por el oro negro
Los yacimientos de hidrocarburos han sido una fuente de riqueza, pero también de conflicto en Guinea Ecuatorial. A pesar de ser uno de los países más ricos en recursos naturales per cápita en África, la corrupción han impedido que estos beneficios se traduzcan en mejoras significativas para toda la población.
Por ello, los conflictos étnicos se entrelazan con disputas más amplias sobre la potestad de los recursos existentes en la región y la distribución equitativa de la riqueza. Este factor ha colaborado con el crecimiento de las tensiones sociales no solo entre las diferentes etnias que componen Guinea Ecuatorial sino también entre los países vecinos, esencialmente entre la República Gabonesa y la República Democrática de Santo Tomé y Príncipe.
Las internas se intensificaron durante las últimas semanas, tras conocerse que Chevron quiere exprimir el “tesoro submarino” de Guinea Ecuatorial, pues se cree que hay importantes cantidades de crudo en esta zona costera. Se habla de hasta 1.190 millones de barriles recuperables.
Tanto los Ndowé como los Boobe y los Ambô han alzado sus voces, exigiendo un mayor control sobre el destino de los recursos y la distribución equitativa del bienestar económico que supone este negocio.
El futuro en juego
En medio de una crisis política y social sin precedentes, el régimen de Obiang enfrenta desafíos cada vez mayores para mantenerse en el poder. Las divisiones internas, tanto étnicas como políticas, y la creciente presión internacional por las violaciones de derechos humanos, han agudizado la situación. La tensión entre los grupos étnicos, exacerbada por la corrupción y el manejo opaco de los recursos, ha profundizado las fracturas dentro del país. Mientras el dictador y su familia siguen acumulando riqueza y poder, la población sufre bajo una represión brutal y una crisis humanitaria que parece no tener fin.
La amenaza de desestabilización se cierne sobre Guinea Ecuatorial, y el futuro de Obiang está en juego, enfrentando no solo una resistencia interna cada vez más organizada, sino también la presión externa de una comunidad internacional que no puede seguir ignorando los abusos flagrantes.