La liberación de Evan Gershkovich, reportero del The Wall Street Journal, es el resultado de un esfuerzo monumental de negociaciones secretas que involucró a agencias de espionaje, multimillonarios, figuras políticas y, de manera crucial, a su madre. Gershkovich fue detenido por las autoridades rusas y pasó 491 días bajo custodia antes de su liberación en uno de los intercambios de prisioneros más complejos de la historia reciente.
El 491º día de su detención, Ella Milman, la madre de Gershkovich, tuvo una reunión urgente en la Casa Blanca con el presidente Joe Biden. Mientras tanto, a más de 8.000 kilómetros de distancia, Evan Gershkovich estaba en sus últimas horas de custodia en Rusia, abordo de un avión del gobierno ruso con destino a un aeropuerto turco. Ahí lo esperaban nerviosos los agentes de seguridad vestidos con chalecos naranjas.
El periodista de 32 años había estado documentando la represión en Rusia cuando fue arrestado abruptamente en un restaurante. Gershkovich se convertiría en parte central de un canje de prisioneros que también incluía a dos estadounidenses más y ocho rusos, muchos de ellos considerados disidentes que habían soportado envenenamientos y huelgas de hambre.
Uno de los prisioneros rusos, Vadim Krasikov, un asesino a sueldo que ejecutó a un exiliado en un parque de Berlín a plena luz del día, era de especial interés para el presidente ruso, Vladimir Putin. Krasikov, quien afirmó que “la Federación Rusa no me dejará pudrir en la cárcel”, fue trasladado desde Alemania con destino a Turquía, donde sería entregado al gobierno ruso.
Durante 16 meses, Ella Milman estudió el caso del asesino, consciente de que su libertad podría ser la clave para liberar a su hijo. Gershkovich, cuya detención se convirtió en el punto focal de mensajes diplomáticos y años de intervenciones secretas, finalmente fue liberado gracias a una serie de negociaciones que involucraron a diplomáticos, espías, presentadores de TV como Tucker Carlson y Hillary Clinton, así como a multimillonarios de Silicon Valley y oligarcas rusos.
Los principales actores en esta negociación fueron los gobiernos de Estados Unidos y Alemania, dos aliados obligados a lidiar con el equilibrio moral y estratégico de liberar a prisioneros culpables para salvar a ciudadanos inocentes. Estados Unidos creó oficinas especializadas dentro del Departamento de Estado para gestionar casos de secuestros y detenciones injustas, como el del periodista.
Milman y su familia se encontraron atrapados entre los dos gobiernos más poderosos de la OTAN, participando activamente en la intermediación de mensajes para salvar a su hijo. Cada carta, reunión y contacto con oficiales dieron forma a una red que contribuyó finalmente a la hace negociar.
Joe Parkinson, Drew Hinshaw, Bojan Pancevski y Aruna Viswanatha de The Wall Street Journal documentaron esta historia a lo largo de más de un año, entrevistando a docenas de funcionarios de seguridad nacional de EE.UU., Rusia, Europa y Oriente Medio, así como a diplomáticos, espías y familias de prisioneros.
La detención de Gershkovich comenzó el 29 de marzo de 2023, cuando fue arrestado en un restaurante en Yekaterinburg mientras investigaba sobre la producción de tanques rusos para la guerra en Ucrania. A lo largo de los siguientes meses, sus colegas del The Wall Street Journal y su familia intentaron desesperadamente localizarlo y asegurar su liberación.
A medida que Gershkovich permanecía detenido, las intensas negociaciones de alto nivel se desarrollaron. En los primeros días, el jefe del estado ruso, Putin, estaba al tanto de los detalles de la operación de detención. Putin, fuerte creyente en la política de intercambios y ex director de la primera sección del FSB, veía a Gershkovich como una pieza valiosa para futuros canjes.
El historial de Putin en el manejo de prisioneros estadounidenses incluye a personas como Paul Whelan y Brittney Griner. Gershkovich fue formalmente acusado de espionaje, un cargo que su familia y el gobierno estadounidense niegan vehementemente.
La amarga relación con el espionaje ruso también tuvo tintes personales: Krasikov, el hombre cuya libertad era una pieza fundamental en las exigencias rusas, tenía un historial cercano con Putin, con especulaciones sobre vínculos personales y profesionales.
Las misiones diplomáticas y de espionaje que llevaron a la liberación de Gershkovich involucraron a agencias tanto estadounidenses como europeas, manteniendo un seguimiento estrecho del caso y trabajando en negociaciones discretas. OMI, Alemania, Noruega y otros aliados europeos desempeñaron roles críticos en la construcción del acuerdo final.
A fines de diciembre, Putin reiteró su demanda de liberar a Krasikov en una conferencia de fin de año, aumentando la presión sobre las negociaciones. La debilitada coalición de Angela Merkel en Alemania finalmente llegó a un acuerdo con el gobierno de EE.UU. para explorar la liberación de Krasikov.
Poco después, mediadores como el periodista de investigación búlgaro Christo Grozev y el oligarca ruso Roman Abramovich lograron avances significativos en las discusiones. La muerte del disidente ruso Alexei Navalny en prisión y el interés de figuras destacadas como Tucker Carlson mostraron la complejidad y las múltiples capas de esta negociación.
“El ex presentador de Fox News estaba negociando una entrevista con Putin para su nuevo programa de entrevistas directo a las redes sociales. Carlson dijo a los ayudantes del presidente que planeaba pedir a Putin que liberara a Gershkovich en el acto, durante la entrevista. Si todo iba bien, volvería a casa con Evan en su vuelo. Un funcionario cercano a Putin dijo al presentador de televisión que sería una ‘gran idea’ y que podría generar una respuesta positiva”, señala el texto.
La nota de investigación publicada por The Wall Street Journal continuó: Casi al final de su conversación de dos horas, Carlson insistió en su punto de vista: “Este tipo obviamente no es un espía, es sólo un niño”. Lo mantienen como rehén a cambio... Quizá degrada a Rusia hacer eso”, planteó el ex periodista de Fox.
“Putin reculó, y luego especificó públicamente por primera vez la persona que quería a cambio: ‘Una persona que cumpla condena en un país aliado de Estados Unidos’, dijo, inclinándose hacia delante con una ceja arqueada. Tras la entrevista, mientras Putin guiaba a Tucker en una visita guiada por el Kremlin que se prolongó hasta cerca de la medianoche, el comentarista de televisión devolvió la conversación a Gershkovich: ¿Por qué haces esto?... Te está haciendo daño. Putin se quejó de que el problema residía en Washington. Rusia había dejado clara su demanda sobre el reportero, dijo. Putin lamentó que Estados Unidos no hiciera más por traer a casa a sus presuntos espías”, señala la crónica.
Pero las tratativas continuaron por otras vías. Carlson logró hacer públicos los deseos del zar ruso, acusado de los más cruentos crímenes contra la humanidad durante su invasión a Ucrania.
Rusia, en el tramo último de las negociaciones, tenía que cumplir algunos puntos claves con el hombre que se había convertido en su prisionero más famoso y más valioso, desde luego. Se le permitiría marcharse con documentos, cartas que había garabateado y los borradores de un libro en el que había trabajado durante sus meses de reclusión.
“El impreso pro forma incluía un largo espacio en blanco que el prisionero podía rellenar si lo deseaba, o simplemente, como era de esperar, dejar en blanco. En el alto ruso formal que había perfeccionado durante 16 meses de encarcelamiento, el corresponsal del Journal en Rusia rellenó la página. La última línea presentaba una propuesta propia: Tras su liberación, ¿estaría dispuesto Putin a sentarse para una entrevista?”, dicen los periodistas que tuvieron acceso a toda la trama.
Finalmente, el intercambio se llevó a cabo, liberando a Gershkovich y otros prisioneros en un momento crucial de alta tensión geopolítica.