La industria tabacalera está detrás de la financiación de numerosas investigaciones que manipulan la evidencia científica sobre los efectos nocivos del tabaco, según un análisis realizado por The Investigative Desk y la revista científica The BMJ.
Este estudio reveló la existencia de 876 trabajos en el repositorio científico PubMed, publicados desde 1996, donde al menos uno de los investigadores tenía vínculos con empresas tabacaleras. The BMJ es una de las pocas revistas científicas que ha prohibido investigaciones financiadas total o parcialmente por fabricantes de tabaco, junto con solo 8 de las 40 revistas analizadas.
Francisco Camarelles Guillem, profesor de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid y delegado del Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo, apuntó vía mensaje al diario El País de España, que “la industria tabacalera ha financiado muchos estudios para negar lo perjudicial que son sus productos o que no causan adicción. Sus tentáculos son muy largos y afectan a muchos campos, entre ellos, la investigación” dijo.
El informe señala que estas prácticas han sido utilizadas por grandes empresas tabacaleras desde los años cincuenta, cuando comenzó a surgir evidencia científica que relacionaba el tabaco con el cáncer. Desde entonces, estas compañías han invertido millones en investigaciones ‘señuelo’ que desvían la atención de los daños reales del tabaco.
La manipulación de evidencias científicas tiene implicaciones profundas para la salud pública. Según Camarelles, “la influencia de la industria tabacalera en la investigación puede retrasar la implementación de políticas efectivas contra el tabaquismo y la adopción de medidas de salud pública basadas en la evidencia”. Un análisis publicado por El País resalta que el tabaco causa la muerte de ocho millones de personas al año.
Nuevas formas de consumo
Aunque el consumo de tabaco está disminuyendo, sigue siendo una industria que se mantiene, con un mercado estimado en 850.000 millones de dólares, según Imperial Brands. En el año 2000, el 32,7% de la población mundial fumaba; para 2020, la cifra cayó al 22,3%, y se estima que para 2025 caerá al 20,4 por ciento.
Las empresas están utilizando su menguante pero considerable capacidad financiera para diversificarse y cambiar la percepción pública sobre sus nuevos productos, como los cigarrillos electrónicos.
Un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), encargado a la Universidad de Glasgow, menciona que ya “el vapeo es más común que los cigarrillos entre los jóvenes”.
La OMS alerta que los cigarrillos electrónicos con nicotina también son “dañinos para la salud y muy adictivos”, y aunque se desconocen sus efectos a largo plazo, ya se ha comprobado que liberan sustancias tóxicas y aumentan el riesgo de enfermedades cardiacas y pulmonares.
Ruth Malone, profesora de ciencias sociales del comportamiento en la Universidad de California y ex editora de la revista Tobacco Control del grupo BMJ, subraya que “cualquiera que entienda [...] esta epidemia y los esfuerzos estratégicos de la industria tabacalera para dividir a la comunidad de la salud pública sabe que el dinero de la industria debe rechazarse”.
Recientemente, se descubrió que Philip Morris estaba financiando cursos para médicos en Medscape, una plataforma sanitaria para profesionales del sector. Los cursos, actualmente retirados, apuntaban a los cigarrillos electrónicos como una alternativa para reducir los daños del tabaco.
Se prevé que más del 50% de los ingresos de Philip Morris en 2030 provendrá de la comercialización de estos productos.