La humanidad se enfrenta a un cambio demográfico sin precedentes, marcado por una caída en la tasa de fecundidad que podría tener implicaciones significativas en el crecimiento económico, el equilibrio geopolítico y la estructura social de las naciones.
Este fenómeno, que afecta tanto a países desarrollados como en desarrollo, podría significar que la población mundial está en camino de disminuir por primera vez en la historia moderna. O como advierte Jesús Fernández-Villaverde, economista especializado en demografía de la Universidad de Pennsylvania, “el invierno demográfico está llegando”.
De acuerdo con The Wall Street Journal (WSJ), entre las naciones de ingresos altos, la tasa de fecundidad cayó por debajo del nivel de reemplazo, una tendencia que se acentuó durante la pandemia. Los países en desarrollo también registraron descensos, como el caso de la India que superó a China como el país más poblado del mundo, a pesar de que su tasa de natalidad ya se encuentra por debajo del nivel de reemplazo.
Esta situación ha provocado que líderes gubernamentales a nivel global consideren el declive demográfico como una urgencia nacional, preocupados por fuerzas laborales menguantes, el crecimiento económico ralentizado y sistemas de pensiones insuficientemente financiados.
La disminución de la población conlleva un menor peso en el ámbito global, generando retos a potencias como Estados Unidos, China y Rusia sobre su estatus y sostenibilidad a largo plazo. De hecho, algunos demógrafos anticipan que la población mundial podría comenzar a disminuir dentro de cuatro décadas, un fenómeno poco común en la historia.
Cifras a la baja
La tasa de fecundidad global se situó por primera vez en la historia humana por debajo de la tasa de reemplazo, que mantiene la población estable a lo largo del tiempo. Estos datos, proporcionados por estudios recientes recogidos por el WSJ, sugieren que el número de nacimientos reportados en los registros nacionales a menudo resulta ser entre un 10% y un 20% inferior a las proyecciones realizadas por Naciones Unidas.
De acuerdo con Jesús Fernández-Villaverde, que complementó las proyecciones de Naciones Unidas con datos reales hasta 2023, la tasa de fecundidad global se redujo a, entre 2,1 y 2,2 el año pasado, un hecho que tomó por sorpresa a demógrafos y economistas poblacionales.
El descenso de la tasa de fecundidad no se limita a un país en específico, sino que es un fenómeno global. Por ejemplo, China reportó 9 millones de nacimientos el año pasado, un 16% menos de lo proyectado por la ONU, mientras que Estados Unidos vio 3,59 millones de nacimientos, un 4% menos de lo esperado.
Esta tendencia también se observó en países como Egipto, con un 17% menos de nacimientos, y Kenia, con un 18% menos en el año 2022. “Se estima que la fecundidad global cayó a entre 2,1 y 2,2 el año pasado”, afirmó Fernández-Villaverde.
El impacto de esta disminución en la tasa de fecundidad es vasto y conlleva profundas implicaciones para el futuro demográfico global. En 2017, Naciones Unidas proyectó que la población mundial, que entonces era de 7.600 millones, continuaría creciendo hasta alcanzar los 11.200 millones en el año 2100.
Sin embargo, revisiones más recientes han ajustado a la baja estas cifras, anticipando ahora un pico de población de 10.400 millones en la década de 2080, según la ONU, y el Instituto de Métricas y Evaluación de la Salud de la Universidad de Washington anticipa incluso que este pico llegará alrededor del año 2061 con tan solo 9.500 millones antes de comenzar a declinar.
En Estados Unidos, la caída ha sido particularmente sorprendente. La tasa de fecundidad total bajó a 1,62 el año pasado, según cifras provisionales del gobierno, la más baja registrada hasta la fecha. Si la fecundidad hubiera permanecido cerca de 2,1, donde se encontraba en 2007, Estados Unidos habría acogido aproximadamente 10,6 millones de bebés más desde entonces, según Kenneth Johnson, demógrafo senior en la Universidad de New Hampshire.
Segunda transición demográfica
Expertos señalan una disminución sostenida en las tasas de fecundidad, considerando este fenómeno como parte de una “segunda transición demográfica”. Este cambio se caracteriza por una reorientación a nivel social hacia el individualismo, con menos énfasis en el matrimonio y la paternidad, y una mayor aceptación hacia tener menos o ningún hijo.
Investigadores de la Universidad de Maryland, en un estudio publicado en 2021, indagaron en las posibles explicaciones de este declive continuo, sin encontrar una respuesta definitiva en factores como leyes de notificación de aborto por parte de los padres, desempleo, disponibilidad de Medicaid, costos de vivienda, uso de anticonceptivos, religiosidad, costos de cuidado infantil y deuda estudiantil.
Melissa Kearney, de la Universidad de Maryland, sugiere que las preferencias de los padres y las percepciones sobre las restricciones han cambiado, aunque criar hijos no sea más costoso que antes. Las personas prefieren ahora invertir tiempo en desarrollar su carrera, en ocio y en relaciones fuera del hogar, lo que frecuentemente se presenta como un conflicto con la crianza de los hijos.
Además, datos sobre el uso del tiempo revelan que tanto madres como padres, especialmente aquellos con alto nivel educativo, dedican más tiempo a sus hijos que en el pasado, lo que Kearney describe como “la intensidad de la paternidad es una restricción”.
Un cambio en la cultura global
La fecundidad global está disminuyendo, incluso en lugares donde históricamente las cifras se mantenían altas, como la India y las regiones de África subsahariana. Esta tendencia refleja un cambio profundo en las decisiones familiares y en la percepción sobre la calidad de vida, según expertos.
Richard Jackson, presidente del Instituto Global sobre Envejecimiento, subraya que la urbanización y el internet han desempeñado roles cruciales al exponer, incluso a mujeres en comunidades tradicionalmente dominadas por hombres, a modelos de sociedad donde prevalecen familias más pequeñas y mejor calidad de vida. “La gente está conectada con la cultura global”, afirma.
Jose Rimon, profesor de salud pública en la Universidad de Johns Hopkins, atribuye este cambio a las iniciativas adelantadas por líderes nacionales, lo cual, predice, acelerará la caída de la fecundidad más rápidamente de lo que las proyecciones de la ONU anticipaban.
Este fenómeno de reducción de la tasa de fecundidad inicia un ciclo que, una vez establecido, redefine las normas sociales y culturales sobre la familia, haciendo que las sociedades reajusten su percepción sobre el número ideal de hijos. “Cuando ves a tus colegas, amigos y vecinos teniendo menos hijos, cambia todo el clima social,” comenta Jackson.
Las consecuencias
La sostenida disminución de las tasas de natalidad a nivel global, agudizada por la pandemia del COVID-19, está ejerciendo una presión económica creciente sobre los sistemas de salud y pensiones, con un impacto particularmente alarmante en el futuro de la fuerza laboral juvenil y el financiamiento de cuidados para una población envejecida.
Una de las soluciones tradicionalmente propuestas en los países desarrollados es el aumento de la inmigración. Sin embargo, esta propuesta encuentra obstáculos significativos, ya que más naciones enfrentan dificultades poblacionales similares, convirtiendo la inmigración en un juego de suma cero.
Además, aunque históricamente los países anfitriones han buscado atraer migrantes calificados a través de canales legales, las corrientes migratorias recientes han estado predominantemente compuestas por migrantes no calificados, que a menudo llegan de manera ilegal y solicitando asilo.
Los efectos de una caída sostenida en la natalidad ya se están sintiendo en diversas áreas; desde el cierre de escuelas hasta la estagnación de los valores de propiedad. Las instituciones menos selectivas se enfrentan a dificultades para llenar sus aulas, un problema que se remonta a la caída en las tasas de nacimiento iniciada en 2007.
En el ámbito de las políticas de pensiones y cuidados para el envejecimiento de la población, la situación es igualmente crítica. El fondo de pensiones nacional de Corea del Sur, por ejemplo, uno de los más grandes del mundo, se prevé agotado para el año 2055. A pesar de la presentación de varias reformas pensionales por parte de un comité legislativo especial, la ventana de acción es corta antes de que la campaña para la próxima elección presidencial cobre impulso.
La falta de presión pública para abordar estas reformas es notable; según Sok Chul Hong, economista de la Universidad Nacional de Seúl, “los ancianos no están muy interesados en la reforma de las pensiones, y los jóvenes son apáticos hacia la política”.
Los gobiernos buscan una solución
Distintos gobiernos del mundo están implementado una variedad de políticas en pro del aumento en las tasas de natalidad. Entre estos, Japón y Hungría destacan por sus ambiciosas agendas, mientras en Estados Unidos algunos legisladores comienzan a considerar medidas similares.
Desde la década de 1990, Japón ha sido pionero en la implementación de políticas para aumentar su tasa de fecundidad, la cual ha experimentado fluctuaciones significativas en las últimas décadas. La nación asiática introdujo inicialmente medidas como licencias parentales y cuidado infantil subsidiado, aunque la tasa de fecundidad continuó disminuyendo.
En respuesta, el gobierno lanzó programas más audaces, incluido el reciente paquete del primer ministro Fumio Kishida, que ofrece asignaciones mensuales para todos los niños menores de 18 años, colegiatura gratuita para familias con tres hijos y licencias parentales totalmente pagadas.
Kuniko Inoguchi, ex ministra de Igualdad de Género y Natalidad y ahora miembro del parlamento, ha señalado que el problema principal ya no es el dinero, sino el tiempo, abogando por una semana laboral de cuatro días.
Por otro lado, Hungría, bajo la dirección del primer ministro Viktor Orban, vienen implementando una de las políticas de natalidad más ambiciosas de Europa. Las madres menores de 30 años que tienen un hijo quedan exentas del impuesto sobre la renta personal de por vida, complementando otras medidas de apoyo como subsidios para vivienda y cuidado infantil, además de licencias de maternidad generosas.
En Estados Unidos, aunque la expansión de los subsidios para el cuidado de niños y las licencias parentales ha sido objeto de debate entre los legisladores, pocos han marcado el aumento de la tasa de natalidad como un objetivo explícito.
Sin embargo, algunas voces republicanas, incluidas las del expresidente Donald Trump y el senador J.D. Vance de Ohio, han manifestado su apoyo a la idea de incentivos económicos, como bonificaciones por nacimiento, para fomentar el aumento de la natalidad.