Sergei Shoigu parecía destinado a suceder a Vladimir Putin al frente de Rusia. Pero en lugar de convertirse en el hombre más poderoso del Kremlin, este militar de Siberia podría terminar siendo recordado como el arquitecto de uno de los mayores fracasos militares de la era moderna.
Shoigu, quien fue reemplazado este domingo como ministro de Defensa de Rusia, encabezó la ofensiva de Moscú en Ucrania y ha sido el ministro con más años de servicio en el país, además de ser uno de los pocos amigos cercanos de Vladimir Putin.
Sin embargo, su manejo del asalto contra Ucrania fue criticado por muchos en Rusia y su reputación se vio aún más dañada por recientes acusaciones de corrupción contra uno de sus viceministros.
En 2023, el difunto jefe mercenario del Grupo Wagner, Yevgeny Prigozhin, inició una pelea pública muy sonada contra las altas esferas del ejército ruso por la conducción del conflicto. Prigozhin, quien luego lideró una breve rebelión y murió en un misterioso accidente aéreo, acusó a Shoigu en particular de ser un “saco de mierda” y un “payaso viejo” en furiosos mensajes de audio que se volvieron virales en Rusia.
Aunque la suerte de Rusia ha cambiado en el campo de batalla en los últimos meses, con una serie de avances recientes, la reputación de Shoigu no ha logrado recuperarse.
Bajo presión
Incluso antes de que estallara la rebelión de Prigozhin, Shoigu ya había estado bajo una inmensa presión debido a los reveses iniciales durante la ofensiva rusa en 2022.
Según un video muy compartido de junio de 2023, Putin y Shoigu asistieron a una entrega de medallas en un hospital militar, donde se mostró al presidente ruso dándole la espalda al ministro de Defensa con aparente desdén.
En los últimos años, ya no hubo más muestras públicas de amistad ni fotos que mostraran a los dos hombres tomando el sol sin camiseta juntos en la remota Siberia, compartiendo vacaciones de pesca y jugando en el mismo equipo de hockey sobre hielo.
El hombre de 68 años, quien se había desempeñado como ministro de Defensa desde 2012, ha tenido una carrera política de una longevidad sin igual en la Rusia postsoviética. Su presencia en el centro del poder en Moscú es anterior a la del propio Putin.
Oriundo de la región de Tuvá, en el sur de Siberia, Shoigu se encuentra entre los pocos no étnicamente rusos que han ocupado un alto cargo en el gobierno después del colapso de la URSS.
Superviviente político
Comenzó su ascenso en 1994 cuando fue nombrado ministro de Situaciones de Emergencia en los primeros años de la presidencia de Boris Yeltsin. Shoigu se convirtió en una presencia familiar e imperturbable para los rusos, además de uno de los políticos más populares del país, mientras corría de un lado a otro para lidiar con desastres que iban desde accidentes aéreos hasta terremotos.
Sirviendo bajo una docena de primeros ministros, ocupó ese puesto hasta 2012, cuando fue nombrado gobernador de la región de Moscú antes de ser nombrado rápidamente ministro de Defensa por Putin ese mismo año, después de un escándalo de corrupción que derribó a su predecesor Anatoly Serdyukov.
Fue nombrado general de inmediato, a pesar de no tener experiencia militar de alto nivel, pero supervisó con éxito operaciones como la intervención de 2015 en Siria, que mantuvo en el poder al aliado de Moscú, Bashar al-Assad.
Para el 65 cumpleaños de Shoigu, Putin tuvo un regalo especial para su amigo: una de las más altas condecoraciones de Rusia, la medalla “Por Méritos a la Patria”, para agregar a un pecho ya repleto de medallas.
Pero la mucho menos exitosa ofensiva en Ucrania, de la que el Kremlin inicialmente esperaba que los tanques rusos entraran rodando en Kiev, planteó persistentemente preguntas sobre su futuro.
Después del inicio de la ofensiva en febrero de 2022, Shoigu quedó relegado a encontrones murmurantes para informar a Putin o simplemente confinado a una pantalla mientras el jefe del Kremlin supervisaba videoconferencias.
De origen humilde, nacido en 1955 en Tuva, una región de Siberia cercana a Mongolia, Sergei Shoigu fue desde muy joven un persona ambiciosa. Tras la caída de la Unión Soviética, dejó su trabajo como humilde funcionario público, y se fue a Moscú, donde rápidamente ingresó al círculo de poder de Boris Yeltsin. El entonces presidente de la Federación Rusa lo nombró ministro de Situaciones de Emergencia.
Shoigu no tenía experiencia castrense cuando Putin lo nombró ministro de Defensa en 2012. Sin embargo, su capacidad para manejar crisis mientras encabezaba el ministerio de Emergencias lo convirtió en un funcionario de confianza para el líder ruso.
A Shoigu se le encomendó la renovación de unas fuerzas armadas plagadas de corrupción, equipamiento obsoleto y una imagen arruinada. Aplicó una estrategia de relaciones públicas digna de la era soviética: reintrodujo el uniforme “de la victoria” de 1945, organizó grandes desfiles en la Plaza Roja y se paseó junto a Putin en videos memoriales de caza y pesca en la naturaleza siberiana.
Pero más allá del espectáculo, Shoigu impulsó reformas tangibles como la creación de un cibercomando militar. Los éxitos iniciales en Siria y la toma de la península de Crimea en 2014 proyectaron una imagen de un ejército ruso modernizado y letal.
La invasión a Ucrania en febrero de 2022 debía ser la prueba definitiva. Shoigu, según trascendidos, prometió a Putin tomar Kiev en tres días. Pero las tropas rusas encontraron feroz resistencia y debieron retirarse de la capital con grandes bajas.
La ofensiva, supuestamente planeada por Shoigu, reveló profundas deficiencias en entrenamiento, equipamiento, logística y mando. La infraestructura militar era en gran medida una fachada de Potemkin, acusaron analistas: enormes presupuestos desperdiciados, armas supuestamente avanzadas inexistentes e informes falsos presentados para complacer al Kremlin.
El jefe del Grupo Wagner, Yevgeny Prigozhin, se convirtió en el principal crítico de Shoigu por el manejo de la guerra. En crudos y vulgares términos, lo acusó de ser un “ministro de mierda” que condenaba a muerte a miles de soldados rusos.
La rebelión de Wagner en junio de 2023 buscó directamente la destitución de Shoigu, a quien Prigozhin responsabilizaba por las atroces bajas en la batalla de Bajmut. La breve insurrección del grupo paramilitar dejó en ridículo al ministro y a las fuerzas de seguridad rusas.
Shoigu permaneció en silencio e invisible durante el motín de 24 horas que amenazó con derrocar al régimen de Putin. Una “humillación suprema”, según expertos, para un leal seguidor del presidente ruso durante más de 20 años.
A los 68 años, y uncido al peso de las medallas soviéticas, el otrora ingeniero constructor que reformó el ejército ruso acabó personificando sus principales lacras: desinformación, despilfarro y falta de preparación para una guerra real. Su carrera es un reflejo de los defectos del aparato militar que alguna vez quiso renovar.
(Con información de AFP)