Terry Anderson, el corresponsal trotamundos de The Associated Press que se convirtió en uno de los rehenes estadounidenses que más tiempo permaneció cautivo después de ser secuestrado en una calle de Líbano en 1985 y retenido durante casi siete años, murió a los 76 años.
Anderson, quien narró su secuestro y tortuoso cautiverio a manos de extremistas islámicos en su exitosa autobiografía “Den of Lions” (“Guarida de leones”), publicada en 1993, falleció el domingo en su residencia de Greenwood Lake, Nueva York, informó su hija Sulome Anderson.
Anderson murió por complicaciones de una cirugía reciente de corazón, señaló su hija.
“Terry estaba sumamente comprometido con el periodismo presencial sobre el terreno y demostró una enorme valentía y determinación, tanto en su periodismo como durante los años que permaneció cautivo. Apreciamos enormemente los sacrificios que hicieron él y su familia como resultado de su trabajo”, dijo Julie Pace, vicepresidenta sénior y directora editorial de la AP.
“Nunca le gustó que lo llamaran héroe, pero todo el mundo insistía en llamarlo así”, dijo Sulome Anderson. “Lo vi hace una semana y mi pareja le preguntó si había algo pendiente en su lista de cosas que quisiera hacer. Respondió: ‘He vivido tanto y he hecho tanto. Estoy contento’”.
Después de regresar a Estados Unidos en 1991, Anderson llevó una vida itinerante como orador, maestro de periodismo en varias universidades de renombre y, en distintas ocasiones, dirigiendo un bar, un restaurante de comida cajún, un rancho de caballos y un restaurante gourmet.
Además sufrió trastorno de estrés postraumático, ganó millones de dólares en activos iraníes congelados después de que un tribunal federal determinó que ese país desempeñó un papel en su secuestro, y luego perdió casi todo ese dinero en malas inversiones. Se declaró en bancarrota en 2009.
Tras jubilarse de la Universidad de Florida en 2015, Anderson se estableció en una pequeña granja de caballos en una tranquila sección rural del norte de Virginia, la cual descubrió mientras acampaba con unos amigos.
“Vivo en el campo y aquí hay un clima bastante bueno y es un lugar tranquilo y bonito, así que estoy bien”, dijo riéndose durante una entrevista con The Associated Press en 2018.
En 1985 se convirtió en una de varias personas de Occidente que fueron secuestradas por el grupo miliciano chií Hezbollah durante una época de guerra en la que Líbano se sumió en el caos.
Luego de su liberación, se le dio un recibimiento de héroe en la oficina central de la AP en Nueva York.
Louis D. Boccardi, presidente y director general de la AP en ese entonces, recordó el domingo que sus colegas siempre tenían presente el calvario de Anderson.
“La palabra ‘héroe’ se utiliza mucho, pero cuando se aplica a Terry Anderson simplemente adquiere realce”, dijo Boccardi. “Su calvario de seis años y medio como rehén de terroristas fue algo tan inimaginable como real: encadenado, siendo trasladado de un escondite a otro amarrado al chasis de un camión, recibiendo comida frecuentemente incomible, aislado del mundo del que informaba con tal capacidad y dedicación”.
En su papel de corresponsal principal de la AP para Oriente Medio, Anderson informó durante años sobre el incremento de la violencia que azotaba a Líbano mientras el país libraba una guerra contra Israel, e Irán financiaba a grupos insurgentes que trataban de derrocar al gobierno.
El 16 de marzo de 1985, día de descanso para él, se había ido a jugar tenis con el ex fotógrafo de la AP Don Mell y estaba dejando a Mell en su casa cuando hombres armados se le acercaron y lo sacaron de su vehículo.
Posiblemente se convirtió en un blanco, dijo, porque era una de las pocas personas de Occidente que seguía en el país y porque su papel como periodista generó sospechas entre los miembros de Hezbollah.
“Porque para ellos, las personas que van a lugares complicados y peligrosos a hacer preguntas tenían que ser espías”, dijo al diario The Review of Orange County, de Virginia, en 2018.
Lo que le siguió fueron casi siete años de brutalidad en los que fue golpeado, encadenado a un muro, amenazado de muerte, encañonado en la cabeza con frecuencia y mantenido en confinamiento solitario durante largos periodos.
Terry Alan Anderson nació el 27 de octubre de 1947. Pasó los primeros años de su infancia en Vermilion, Ohio, un pequeño poblado junto al lago Erie en el que su padre era agente de la policía.
Después de graduarse de la escuela secundaria, rechazó una beca para la Universidad de Michigan y se enroló en la Infantería de Marina, donde alcanzó el rango de sargento y participó en combates en la guerra de Vietnam.
A su regreso a casa se inscribió en la Universidad Estatal de Iowa, donde se graduó en periodismo y ciencias políticas, y poco después entró a trabajar a la AP. Informó desde Kentucky, Japón y Sudáfrica antes de llegar a Líbano en 1982, precisamente en un momento en que el país se sumía en el caos.
Anderson se casó y divorció en tres ocasiones. Además de su hija, le sobreviven otra hija, Gabrielle Anderson, de su primer matrimonio; su hermana Judy Anderson, y su hermano Jack Anderson.
Los arreglos funerarios están pendientes, indicó Sulome Anderson.
(con información de AP)