En la isla de Cayo Santiago, ubicada a 1,6 km de la costa de Humacao, en Puerto Rico, vive una de las comunidades de macacos rhesus más estudiadas del mundo. Esta pequeña isla de 15 hectáreas, conocida también como la “Isla de los monos”, se ha transformado en un laboratorio natural indispensable para la ciencia. Expertos de prestigiosos centros de estudio como Harvard, Columbia y el Imperial College de Londres han dedicado años a investigar en este enclave sobre comportamiento animal, resiliencia al cambio climático, autismo y otras áreas cruciales para entender mejor a los primates y los posibles paralelismos con el humano.
El primatólogo Clarence Carpenter fundó Cayo Santiago en 1938. Desde entonces ha sido un punto focal para la investigación científica internacional. Originalmente poblada con 408 macacos traídos directamente desde la India, la isla ha permitido el desarrollo de estudios pioneros en comportamiento social, genética y biología evolutiva. Proporcionaron, según Noah Snyder-Mackler, profesor de la Universidad de Arizona, información sobre nuestro 94% de ADN compartido con estos primates.
Los desafíos y las oportunidades en Cayo Santiago son únicos. Los 1.800 descendientes directos de aquellos macacos originales viven sin jaulas. Hay corrales, pero fueron diseñados para humanos. Son para proteger a los investigadores de posibles enfermedades y virus que portan estos animales. Estos monos han contribuido a avances en vacunas, como la del Covid-19 y la de la polio. También han sobrevivido al devastador impacto del huracán María en 2017. La resiliencia y solidaridad mostrada por la comunidad de macacos tras la catastrófica tormenta, en particular, ofreció un vistazo de cómo los eventos climáticos extremos pueden influir en la dinámica social de los primates. Esto sorprendió a los científicos.
Las interacciones humanas con estos monos están estrictamente reguladas para proteger tanto a los primates como a las investigaciones en curso. La promulgación de la Ley 128 por el gobierno puertorriqueño es un testimonio de la importancia de Cayo Santiago no solo para la ciencia sino también para la conservación ambiental y el bienestar animal. La ley prohíbe actividades como alimentar o interactuar intencionalmente con los monos sin autorización y establece un área de protección alrededor de la isla para asegurar la continuidad de este hábitat único. Por la violación de estas disposiciones se podría pagar una multa económica o terminar en cárcel con un máximo de seis meses.
A pesar de las críticas de organizaciones como PETA (Personas por el Trato Ético de los Animales, organización que defiende los derechos animales) respecto a la exportación de monos para experimentación, el Centro de Investigación de Primates del Caribe (CPRC, investigadores que trabajan en la isla) argumenta que sus operaciones cumplen con estrictos estándares éticos y legales. Y que esto enfatiza su compromiso con el avance de la ciencia médica y el conocimiento sobre los primates. La institución y los investigadores implicados sostienen la relevancia global de la colonia de macacos de Cayo Santiago, no solo para la comunidad científica sino también como un reflejo de las interconexiones entre humanos y animales en un mundo cada vez más afectado por el cambio climático.
“Mientras más tiempo paso con ellos, más me convenzo de que nos parecemos más de lo que pensamos”, dijo a la BBC Josué Negrón del Valle, biólogo y veterano observador de los macacos en Cayo Santiago. Marcó la importancia de observar y aprender de otras especies para comprender mejor el comportamiento humano y nuestra propia evolución.
Cayo Santiago emerge así no sólo como un refugio para una de las colonias de primates más importantes del mundo sino como un espejo que refleja la complejidad del comportamiento social, la adaptabilidad y, en última instancia, la interdependencia de todas las formas de vida en nuestro planeta.
Las consecuencias del María en los monos
El huracán María afectó severamente a varias áreas del Caribe en septiembre de 2017. Alcanzó la categoría 5, la máxima en la escala de huracanes de Saffir-Simpson, María se convirtió en el más intenso en golpear Puerto Rico desde el huracán San Felipe en 1928.
María provocó un apagón masivo que se convirtió en el segundo más largo en el mundo. La infraestructura de Puerto Rico sufrió daños catastróficos. Destrozó la red eléctrica y el sistema de telecomunicaciones. Fueron miles las victimas causadas por el María.
Cayo Santiago fue uno de los sitios que sufrió este huracán. Como se sabía que María pasaría por allí, la directora de investigación del CPRC, Ruiz Lambides, dijo a BBC: “Hicimos un adiós simbólico, nos despedimos del cayo”. También recordó que sobrevoló la isla en helicóptero. Vio la destrucción desde el aire, donde inicialmente no se veía señal de vida alguna. Sin embargo, contra todo pronóstico, los monos no solo habían sobrevivido, sino que también habían adoptado nuevas formas de comportamiento post-cataclismo.
Un hallazgo preocupante, sin embargo, ha sido el impacto del estrés postraumático en estos animales. “Se descubrió que muchos de los monos que pasaron por el trauma del huracán, en términos hormonales se expresaban dos años mayores de lo que son”, explica Negrón del Valle. Este envejecimiento acelerado pone de manifiesto las consecuencias fisiológicas del estrés extremo en esta especie.
El biólogo también notó cómo los animales emitieron una “llamada particular” ante los primeros signos del huracán. Se juntaron todos en una zona del cayo que, se intuye, les ofreció algún grado de protección. “No importaba de qué grupo fueran, todos se movieron a una parte específica de la isla”, relató asombrado por esta muestra de comunicación y cooperación de todos los monos frente a un peligro inminente.