Es el último deseo de una madre moribunda: volver a estar con su hija. Pero a seis meses del inicio de la guerra de Israel contra Hamas, el tiempo se agota para Liora Argamani, que espera vivir lo suficiente para ver cómo su hija secuestrada regresa a casa.
“Quiero verla una vez más. Hablar con ella una vez más”, dijo Argamani, de 61 años, que padece cáncer cerebral en estadio cuatro. “No me queda mucho tiempo en este mundo”.
Noa Argamani fue capturada en un festival de música el 7 de octubre, cuando insurgentes encabezados por Hamas irrumpieron en el sur de Israel matando a unas 1.200 personas, en su mayoría civiles, y tomando a otras 250 como rehenes. El video de su secuestro fue uno de los primeros en salir a la luz y la imagen de su rostro horrorizado se compartió ampliamente: Noa detenida entre dos hombres en una motocicleta, con un brazo extendido y el otro sujeto mientras gritaba “¡No me maten!”.
Ha habido pocas noticias sobre Noa, de 26 años. Pero a mediados de enero, Hamas difundió un video de ella en cautividad. Aparece demacrada y bajo coacción, hablando sobre otros rehenes muertos en ataques aéreos y pidiendo frenéticamente a Israel que la lleve a ella y a los demás de regreso a casa.
Tras medio año de guerra, familias angustiadas como los Argamani están inmersas en una carrera contra el reloj. En noviembre, un alto el fuego de una semana permitió la liberación de más de 100 rehenes. Pero los combates siguen sin un final a la vista y sobre la mesa no hay ningún acuerdo serio para nuevas liberaciones. Israel cree que alrededor de un cuarto de los cautivos están muertos, y en el país se agudizan las divisiones acerca de la mejor forma de sacar del enclave palestino al resto.
El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, ha prometido eliminar a Hamas y llevar a todos los rehenes de regreso, pero ha logrado pocos avances. Enfrenta crecientes presiones para renunciar y Estados Unidos, su principal aliado, ha amenazado con reducir su apoyo por la situación humanitaria en Gaza.
Los israelíes están divididos en dos bandos: los que quieren que el gobierno pare la guerra y libere a los rehenes, y quienes piensan que los cautivos son un desafortunado precio a pagar por erradicar a Hamas.
“Tienen esos dos objetivos y la evaluación del tipo de riesgo que están dispuestos a asumir para sacar a los rehenes: ahí es donde se ven las divisiones”, dijo Shmuel Rosner, investigador principal en el Jewish People Policy Institute y analista de la televisora pública israelí Kan News.
Las negociaciones intermitentes, mediadas por Qatar, Estados Unidos y Egipto, han arrojado pocos resultados. Si surge un acuerdo viable, las decisiones serán más difíciles y las división más agudas, indicó Rosner.
Pero para la mayoría de las familias y amigos cuyos seres queridos están cautivos, no hay otra opción que llevarlos de vuelta a casa. Muchos están especialmente preocupados por las mujeres retenidas en Gaza y afirman, en base a los testimonios de rehenes liberados, que temen que puedan estar sufriendo abusos sexuales.
Antes de una reciente reunión de una comisión parlamentaria, los asistentes mostraron carteles con la imagen de los rehenes. Yarden Gonen, cuya hermana de 23 años, Romi, fue capturada en el festival de música, criticó lo que calificó como inacción por parte del gobierno.
“¿Para qué estamos luchando?”, señaló. “¿Qué hay más importante que esto?”.
En el exterior de una instalación artística que imita a los túneles de Gaza donde se cree que están algunos de los retenidos, la madre de Romi apuntó que no puede creer que haya pasado medio año, mientras gran parte del mundo quiere olvidar o ignorar una situación horrible.
“Estamos haciendo todo lo posible para que el mundo no olvide”, afirmó Merav Leshem Gonen. “Cada día nos levantamos y respiramos hondo, profundamente, y seguimos caminando, seguimos haciendo las cosas que la traerán de vuelta”.
Cuando Yonatan Levi vio el video de su amiga Noa Argamani en cautividad, dijo que apenas pudo reconocer el espíritu inteligente y libre de una mujer a la que gustaban las fiestas y viajar y que estudiaba informática.
“Cuando vi del video, pensé que quizás vivía físicamente, pero había muerto por dentro”, señaló Levi, quien conoció a Argamani durante un curso de buceo en Eilat, una ciudad del sur de Israel.
Unos meses antes de su secuestro, Argamani le pidió que la ayudara a gestionar los seguros de su madre, contó. Como hija única, era una parte importante de la vida y los cuidados de su madre, y parecía esperanzada en que estaría bien, apuntó Levi.
Pero el cáncer de Liora Argamani ha empeorado, de acuerdo con un video publicado por el Foro de Familias de Rehenes y Desaparecidos.
En él, Liora y su esposo hojean emocionados las fotografías de la infancia de Noa. Desde su silla de ruedas, Liora habla directamente a la cámara y al presidente de Estados Unidos, Joe Biden. Detrás de ella hay una foto a gran tamaño del rostro de dolor de Noa mientras es llevada a Gaza con la frase “DON’T KILL ME!” (¡”No me maten!”) escrita encima.
“Me duele mucho el corazón”, apuntó Liora, una inmigrante china, en hebreo. “Se lo pido, presidente Joe Biden. (...) Se lo ruego de verdad”.
El estrés de echar de menos a un ser querido como Noa es duro para personas más sanas, y no hará sino agravar una enfermedad como el cáncer, dijo Ofrit Shapira Berman, una psicoanalista que dirige un grupo de profesionales de la salud que tratan a rehenes liberados, familias y sobrevivientes.
“El hecho de que invierta gran parte de su energía física en el trauma de su hija le resta posibilidades de sobrevivir”, añadió Berman.
En el video, el padre de Noa, Yaakov Argamami, acaricia los álbumes de fotos familiares y no puede reprimir las lágrimas.
“Echo todo de menos de ella”, dice. “Abrazarla. El abrazo que quería...”
Incapaz de terminar la frase, se limita a asentir y la imagen se corta.
(Con información de AP)