La siniestra historia de los Sonderkommandos, los judíos obligados a trabajar en las cámaras de gas del nazismo

Prisioneros judíos fueron forzados a colaborar en la destrucción de su propio pueblo dentro de los crematorios de Auschwitz

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La siniestra historia de los Sonderkommandos, los judíos obligados a trabajar en las cámaras de gas del nazismo. (GETTY)
La siniestra historia de los Sonderkommandos, los judíos obligados a trabajar en las cámaras de gas del nazismo. (GETTY)

La liberación de Auschwitz-Birkenau el 27 de enero de 1945 marcó el fin de uno de los episodios más oscuros de la historia humana. Sin embargo, dentro de las sombras de este campo de exterminio, persiste la memoria de un grupo de prisioneros conocidos como los Sonderkommandos. A diferencia de otros internos, estos hombres fueron obligados a asistir en el macabro proceso de exterminio, convirtiéndose en testigos oculares y, a la vez, partícipes forzados de la muerte industrializada.

Los Sonderkommandos no participaban directamente en los asesinatos, tarea reservada exclusivamente a las SS, pero eran esenciales para la operación de las cámaras de gas y crematorios. Alrededor de 2.000 judíos formaron parte de estos comandos especiales en Auschwitz, siendo regularmente “depurados” para eliminar testigos del horror.

Entrada al campo de concentración alemán de Auschwitz-Birkenau en Polonia
Entrada al campo de concentración alemán de Auschwitz-Birkenau en Polonia

Dario Gabbai, uno de los últimos sobrevivientes de este grupo, llevaba los cadáveres de las cámaras de gas a los hornos crematorios. Sus palabras, aún después de décadas, resuenan con el peso de recuerdos insufribles, un recordatorio de la complejidad humana en situaciones extremas.

“Yo trabajé en los crematorios. Llevaba personas de las cámaras de gas a los hornos”, reveló Gabbai en su testimonio a la USC Shoah Foundation, la entidad dedicada a entrevistar a los sobrevivientes del Holocausto

Gabbai tenía la labor de cortar y colectar el cabello de las mujeres asesinadas. Su valiente testimonio encierra el tumulto emocional de quien se ve confrontado diariamente con la muerte y el horror: “Me dije a mí mismo: ‘¿cómo puedo sobrevivir? ¿Dónde está Dios?’”. La respuesta a su dilema vino de un consejo de un hombre polaco, que lo instó a mantenerse fuerte. Gabbai adoptó un mecanismo de supervivencia, considerándose a sí mismo como un mero autómata: “Me dije a mí mismo: ‘soy un robot... cierra los ojos y haz lo que sea que tengas que hacer sin preguntar demasiado’”.

Esta estrategia de supervivencia fue vital, dado que la desobediencia o la mera ineficiencia podían llevar a castigos brutales. La estructura de poder dentro de los Sonderkommandos estaba clara, marcada por una jerarquía rígida y punitiva que no dejaba espacio para la duda o la vacilación.

La historia de los Sonderkommandos es paradójica y llena de contradicciones. Se convirtieron en una pieza central de la mecánica nazi de la muerte y, simultáneamente, en sus víctimas. Su existencia plantea interrogantes profundamente inquietantes sobre la moralidad, la supervivencia y la culpabilidad. Estos hombres sacaban cuerpos de las cámaras de gas, buscaban objetos de valor en ellos y, finalmente, incineraban los restos, todo bajo la amenaza de la muerte si se rehusaban o simplemente porque su reemplazo había llegado. Vivían con el conocimiento de que, eventualmente, ellos mismos serían consumidos por el fuego que alimentaban.

El historiador Gideon Greif dedicó gran parte de su carrera a investigar y dar voz a los Sonderkommandos. Su investigación arrojó luz sobre las decisiones desgarradoras a las que se enfrentaron estos hombres y trabajó incansablemente para limpiar su imagen de la estigmatización como “colaboradores”. A través de sus entrevistas con sobrevivientes, Greif logró un doloroso retrato de hombres atrapados en una situación inimaginable, luchando por mantener alguna semblanza de humanidad. Como Dario Gabbai señaló, había reglas no escritas de compasión dentro de la desesperación, como guiar a personas hacia una muerte rápida e indolora tanto como fuera posible.

Miembros del Sonderkommando 1005 en el campo de concentración de Janowska junto a una máquina triturdora de huesos (United States Holocaust Memorial Museum, cortesía Belarussian State Archive of Documentary Film and Photography)
Miembros del Sonderkommando 1005 en el campo de concentración de Janowska junto a una máquina triturdora de huesos (United States Holocaust Memorial Museum, cortesía Belarussian State Archive of Documentary Film and Photography)

El hermano de Dario, Ya’akov, también formaba parte de estos escuadrones y un fatídico día vio a dos de sus primos aparecer en la cámara de gas. No pudo salvarlos, pero les indicó dónde sentarse para que todo fuera más rápido. Le dijo a Greif: “¿Por qué deberían sufrir tanto?”.

En la investigación reseñada por la BBC, Greif detalla cómo algunos Sonderkommandos tomaban medidas para preservar la dignidad de las víctimas, evitando, por ejemplo, que los cuerpos fueran arrastrados por el suelo o permitiendo que las mujeres no se desvistieran completamente ante los ojos de sus verdugos. “Uno de mis objetivos era mejorar su imagen. Cuando comencé la investigación, se les consideraba colaboradores y asesinos. Pero ellos eran las víctimas, no los perpetradores”, explica Greif.

Los Sonderkommandos también desempeñaron un papel crucial en la documentación de los horrores de Auschwitz. Los “rollos de Auschwitz”, manuscritos enterrados por estos prisioneros en las cercanías de los crematorios, ofrecieron testimonios detallados del genocidio. Estos documentos, escritos bajo las condiciones más extremas y con el conocimiento de que sus autores no vivirían para ver la liberación, son un legado de la resistencia moral y física en el rostro de la aniquilación.

La reflexión sobre los Sonderkommandos revela las complejidades de la condición humana. Este capítulo de la historia desafía la comprensión de lo que significa ser víctima y victimario, obligándonos a contemplar las profundidades de la desesperación y la capacidad de resistencia. A través del trabajo de personas como Greif y los testimonios de sobrevivientes como Gabbai, se nos recuerda la importancia de recordar los horrores del pasado, no solo para honrar a aquellos que sufrieron, sino para garantizar que tales atrocidades nunca se repitan.

Crematorio III del campo de concentración de Auschwitz, Polonia, enero de 1945. Un montacargas sacaba los cuerpos de las cámaras de gas para incinerarlos. (Foto de Galerie Bilderwelt/Getty Images)
Crematorio III del campo de concentración de Auschwitz, Polonia, enero de 1945. Un montacargas sacaba los cuerpos de las cámaras de gas para incinerarlos. (Foto de Galerie Bilderwelt/Getty Images)

Los Sonderkommandos, atrapados en el engranaje de la máquina de muerte más eficiente de la historia, emergen no solo como símbolos de la tragedia humana, sino también como testigos de la indomable voluntad de sobrevivir y recordar.

El reconocido sobreviviente de Auschwitz Primo Levi escribió en el libro “Los hundidos y los salvados” que la creación de Sonderkommando fue el crimen más satánico del nazismo.

"Selección" de judíos húngaros en la rampa de Auschwitz-II (Birkenau), Polonia, durante la ocupación alemana, mayo/junio de 1944.
"Selección" de judíos húngaros en la rampa de Auschwitz-II (Birkenau), Polonia, durante la ocupación alemana, mayo/junio de 1944.

“Fue la decisión deliberada de los alemanes de utilizarlos. También querían que los judíos compartieran la culpa. Esta es una idea muy cruel. Querían borrar la diferencia entre criminal y víctima”, aseguró Greif, un historiador experto en el Holocausto establecido en Israel, que en los 80 investigó el clavario de estos escuadrones.

La resistencia y los actos de desafío, aunque en gran medida simbólicos frente a la aplastante maquinaria de exterminio nazi, tuvieron lugar incluso en las condiciones más desesperadas. La rebelión del Sonderkommando del 7 de octubre de 1944 es, tal vez, el episodio más heroico y desgarrador en la historia de estos prisioneros. Aquel intento de levantamiento, aunque fallido, simboliza un destello de resistencia humana ante el avance implacable de la muerte. Menos de 100 de estos prisioneros sobrevivieron a la guerra. Sus testimonios, junto con los escritos recuperados, no solo arrojan luz sobre la oscura realidad de los campos de exterminio sino que también desafían de que fueron traidores. “Nadie se atreverá a llamarlos colaboradores ahora”, sentencia Gideon Greif.

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