El papa Francisco se mostró este jueves durante las celebraciones por la Semana Santa con un buen ánimo y un mejorado estado de salud, dejando atrás las preocupaciones surgidas en el último tiempo. Así, el pontífice continuó con su tradición iniciada en 2013 que implica no presidir el Jueves Santo en la basílica de San Juan de Letrán, en Roma, sino en los lugares de sufrimiento de la sociedad moderna.
En la mañana, comenzó el día con la apertura de los ritos del Triduo Pascual en la basílica de San Pedro del Vaticano, donde dio la misa crismal, bendijo los óleos para los servicios religiosos y brindó una homilía en la que instó a los sacerdotes a evitar la “hipocresía clerical” y a tratar a sus congregaciones con misericordia.
Precisamente, les advirtió no caer en esta actitud de predicar una cosa a sus fieles y obrar distinto es su propia vida espiritual, y los llamó a mostrar siempre misericordia hacia los fieles y a no juzgarlos.
“Significa mirar hacia adentro y arrepentirse de nuestra ingratitud e inconstancia, y reconocer con dolor nuestra duplicidad, deshonestidad e hipocresía”, sostuvo.
Más tarde, cerca de las 16:00 hora local llegó en su silla de ruedas a la cárcel femenina de Rebibbia, en Roma, donde presidió la misa de la Última Cena y, tal como hizo Jesús con sus discípulos, lavó los pies a 12 reclusas.
Durante la celebración, primero hizo una reflexión sobre el perdón en la que sostuvo que “todos tenemos pequeños o grandes fracasos, todos tenemos una historia, pero el Señor nos espera siempre con los brazos abiertos y no se cansa nunca de perdonar”.
“Jesús perdona todo, Jesús perdona siempre, sólo espera que nosotros pidamos perdón”, continuó e hizo alusión a las palabras que “una anciana sabia y del pueblo” le dijo tiempo atrás: “Jesús nunca se cansa de perdonar sino que somos nosotros quienes nos cansamos de pedir perdón”.
Agregó que en esta fecha es importante recordar que, previo a su arresto, Jesús “había venido para servir y no para ser servido” y, por ello, “ahora haremos lo mismo que hizo él, lavar los pies, que es un gesto que llama la atención sobre la vocación del servicio”. “Pidamos al Señor crecer en todos nosotros la vocación del servicio”, concluyó.
Luego de una ronda de ovaciones y besos por parte de trabajadoras sociales, monjas y agentes de policía, las presas subieron a una tarima entre lágrimas y el Papa realizó el ritual del lavatorio desde su silla. Asimismo, aprovechó para conocer al único niño que vive en el penal, Jairo, a quien acarició y le dio un huevo de Pascua.
Por último, entregó al centro un cuadro de la Virgen mientras las presas le obsequiaron algunos de los productos que ellas mismas elaboran, como una canasta con verduras, un rosario con cuentas de colores y estolas.
La directora de la cárcel, Nadia Fontanta, agradeció al Papa su visita y le aseguró que “para cada una de ellas, es un rayo de sol que caldea el corazón y reaviva la esperanza de poder recomenzar, aunque se tenga que hacer desde cero”.
La presencia de Francisco en todas estas actividades, en las que se lo vio animado, llevaron tranquilidad a todos los fieles que, en el último tiempo, se han estado preocupando por su bienestar. Inclusive, el pasado Domingo de Ramos renunció a último minuto a la lectura de su texto tras una gripe.
Para lo que resta de la Semana Santa, la agenda del pontífice contempla la celebración de la Pasión de Cristo y un Vía Crucis el viernes, con unas meditaciones escritas por él mismo. El sábado por la noche presidirá una Vigilia Pascual en la Basílica de San Pedro y, finalmente, el Domingo de Resurrección dará una misa en la Piazza al mediodía, en la que pronunciará su discurso Urbi et Orbi con el foco puesto en los conflictos y los desastres mundiales que afligen a la humanidad.
(Con información de AP y EFE)