William Burns, el jefe de la CIA, la agencia de inteligencia de Estados Unidos, llegó a la Argentina desde Brasil este miércoles para reunirse con funcionarios del gobierno nacional -entre ellos Nicolás Posse, jefe de Gabinete, y Silvestre Sívori, titular de la AFI- y con el presidente, Javier Milei. El objetivo de la visita es analizar la ofensiva de China en América Latina, los movimientos de Hezbollah en la región y las acciones de ciberataques que ejecuta Putin desde Rusia.
El experimentado diplomático fue protagonista de varias administraciones norteamericanas y vivió en primera persona conflictos, guerras y toma de decisiones cruciales para Estados Unidos en los últimos años.
En enero de 2024, en plena invasión rusa a Ucrania, Burns publicó una columna en la revista norteamericana Foreign Affairs en la que, entre otros temas, analizó la actualidad del conflicto bélico que ya lleva más de dos años.
En ese artículo, el funcionario sostuvo el 24 de febrero de 2022, cuando Putin dio luz verde a la invasión, se terminó la era posterior a la Guerra Fría. Según opinó, estos más de 24 meses de conflicto debilitaron al jefe del Kremlin.
“La guerra de Putin ya ha sido un fracaso para Rusia a muchos niveles”, remarcó. Y consideró “tonto e ilusorio” el objetivo principal que perseguía Putin de tomar el control de Kiev para convertir a Ucrania en otro estado satélite de Moscú.
Al hablar de “fracaso”, Burns recordó que el Ejército ruso sufrió “daños inmensos” en estos casi dos años de guerra. Al menos 315.000 soldados murieron en combate o resultaron heridos, mientras que dos tercios del inventario de tanques fue destruido. “Y el programa de modernización militar de Putin. del que se había alardeado durante décadas, se ha quedado en nada”, agregó.
Más allá de los evidentes errores de cálculo del presidente ruso, el director de la CIA indicó que estos daños que viene sufriendo el Ejército ruso es en parte “resultado directo del valor y la destreza de los soldados ucranianos”. En esa línea, destacó y valoró también el apoyo de Occidente.
Burns explicó que las consecuencias de la guerra también las está sintiendo la población rusa, con una economía seriamente dañada y que seguirá sufriendo reveses a largo plazo. En su análisis advirtió, además, que Putin eligió sellar el destino de Rusia “como vasallo económico de China”.
Asimismo, opinó que “las exageradas ambiciones” de Putin impulsaron a la OTAN a fortalecerse y a lograr una mayor unidad ante la amenaza rusa.
A pesar de todos estos contratiempos y consecuencias que le viene trayendo la guerra, el director de la inteligencia de Estados Unidos reconoció que lo más probable es que el control represivo de Putin no vaya a debilitarse pronto. Sin embargo, consideró que “su guerra en Ucrania está corroyendo silenciosamente su poder” a nivel nacional.
Sobre esto último, para Burns hubo un momento bisagra, que fue el motín iniciado el pasado mes de junio por el fallecido líder mercenario del Grupo Wagner, Yevgeny Prigozhin, quien junto a su grupo de combatientes supo poner en jaque al jefe del Kremlin.
Aquel episodio, según el director de la CIA, “dejó entrever algunas de las disfunciones que se esconden tras la imagen de control cuidadosamente pulida de Putin”. Pero el presidente ruso terminó “saldando cuentas con Prigozhin”, quien dos meses después de su rebelión murió en un sospechoso accidente aéreo cerca de Moscú.
“Pero la mordaz crítica de Prigozhin a las mentiras y los errores militares en el núcleo de la guerra de Putin, y a la corrupción en el corazón del sistema político ruso, no desaparecerá pronto”, vaticinó Burns.
Por su parte, adelantó que probablemente el 2024 sea un año muy duro en el campo de batalla en Ucrania. En ese sentido, señaló que, mientras Rusia está regenerando la producción de defensa -con la colaboración de China, Irán y Corea del Norte, Putin “sigue apostando a que el tiempo está de su lado, que puede machacar a Ucrania y desgastar a sus aliados occidentales”.
Para el director de la CIA el desafío de Ucrania será dejar en evidencia el alto coste que tendría para Moscú la continuación del conflicto armado. En esa línea, consideró que las fuerzas ucranianas deberían continuar su avance en el frente, lanzar ataques más profundos detrás de él, y lograr “avances constantes” en el Mar Negro.
No obstante, reconoció que “sería absurdo descartar los riesgos de una escalada” del conflicto.
Frente a este panorama, Burns subrayó que la clave del éxito reside en “preservar la ayuda occidental a Ucrania”. “Con menos del 5% del presupuesto de defensa estadounidense se trata de una inversión relativamente modesta con importantes beneficios geopolíticos para Estados Unidos y notables beneficios para la industria estadounidense”, afirmó, en relación a la asistencia norteamericana.
Además, sostuvo que mantener el flujo de armas permitirá a Ucrania lograr una posición más fuerte ante una eventual mesa de negociaciones serias con Rusia: “Ofrece la oportunidad de asegurar una victoria a largo plazo para Ucrania y una pérdida estratégica para Rusia; Ucrania podría salvaguardar su soberanía y reconstruirse, mientras que Rusia tendría que hacer frente a los costes duraderos de la locura de Putin”.
Burns concluyó su columna con una contundente reflexión sobre la asistencia militar de Washington a Kiev: “Que Estados Unidos se desentendiera del conflicto en este momento crucial y dejara de apoyar a Ucrania sería un autogol de proporciones históricas”.