La actualidad del panorama geopolítico internacional está marcada por diversas guerras, conflictos armados, focos de tensión y crecientes amenazas que hace tiempo vienen encendiendo las alarmas de la comunidad internacional.
El principal foco está puesto en las guerras en Ucrania y Gaza, dos conflictos que provocaron una mayor polarización en el escenario internacional. En América Latina, mientras tanto, cada vez preocupa más la penetración del crimen organizado y el fortalecimiento de dictaduras como las de Venezuela, Cuba y Nicaragua.
El analista político Andrés Malamud dialogó con Infobae sobre estos temas, y cómo se llegó al momento de mayor tensión a nivel global desde la época de la Guerra Fría.
-Muchos especialistas consideran que ante lo que está sucediendo en el mundo con la guerra en Ucrania, en Gaza, la escalada de las tensiones en el Pacífico, guerras en África, estamos en el momento de mayor conflictividad global desde la Guerra Fría. ¿Cuál es tu análisis de la coyuntura actual?
-Estamos presenciando el fin de lo que algunos llamaron el orden liberal internacional. Está mal llamado así, porque en realidad era una hegemonía occidental internacional; no se respetaban los derechos según lo definía las Naciones Unidas, sino el poder que tenían los países más poderosos que eran occidentales, sobre todo a partir del colapso de la Unión Soviética. La hegemonía occidental se está terminando. Lo que presenciamos es una transición hegemónica: una potencia emerge, que es China, y desafía la potencia existente, Estados Unidos, que se resiste a ceder la primacía. Entonces hay zonas de incertidumbre regionales y áreas de incertidumbre en términos de políticas públicas. Por ejemplo, cables submarinos, dominio de Internet, sanciones, y lo que esto hace es confirmar cosas que ya sabíamos. Por ejemplo, que las sanciones no funcionan. Hay sanciones que se implementan desde Irán hasta Rusia pasando por Cuba hace décadas y ningún régimen cambia porque lo sancionan económicamente. Al contrario, Rusia está creciendo más rápido que Europa. Así que por un lado lo que vemos es una transición hegemónica que genera incertidumbre porque ya no sabemos quién manda, y por el otro la ratificación de cosas que sabíamos pero seguimos haciendo aunque sepamos que no dan resultados. Es un conjunto de países que decide sobre otro conjunto de países. No hay un gobierno mundial y las decisiones parciales que se toman ya no son efectivas porque tampoco hay una hegemonía mundial. Estados Unidos declina muy ligero y relativamente, y Europa mucho más rápido.
-Como bien marcas, está demostrado que las sanciones no impiden que estos regímenes se mantengan en el poder. Mencionabas a Irán, y en las últimas horas la ONU denunció que se cometieron crímenes de lesa humanidad tras las protestas de 2022, Putin sigue con su guerra en Ucrania, y así podemos hablar de muchos otros casos, como las dictaduras latinoamericanas. ¿En qué está fallando Occidente?
-¿Por qué hay que pensar que Occidente tiene que actuar unificadamente, y por qué hay que pensar que Occidente está asociado con la democracia? Buena parte de los países del mundo piensan que Occidente no tiene derecho a mandar. Y buena parte de los países del mundo significa la mayor parte de la humanidad: más del 35% de la humanidad vive en dos países, India y China, ninguno de los cuales es Occidental. La India está hoy aliada a Estados Unidos porque es enemiga de China. Occidente piensa que manda y que eso es justo. Y hoy ninguna de las dos cosas es cierta, ni la justicia del mando occidental es considerada por la mayor parte de la humanidad, ni el poder de Occidente tiene capacidad de imponer sus formas. Así que de lo que se trata es de procesar la transición hegemónica de una de dos maneras: con guerra o sin ella. Hay un estudio que derivó en un libro, “La trampa de Tucídides”. Tucídides es uno de los inventores de la historia, un griego que cuenta la guerra entre Esparta y Atenas. Pero el libro de Graham Allison, un internacionalista americano, lo que hace es contar las transiciones hegemónicas que se produjeron en el mundo desde Esparta y Atenas. Él cuenta 16, de las cuales 12 se tramitaron mediante la guerra, y cuatro no. Entonces lo que Occidente o las democracias, o cualquier persona con sensatez, tiene que hacer es ver cuáles fueron las condiciones por las cuales un cuatro de las transiciones hegemónicas no derivaron en guerras hiperdestructivas porque son globales.
-En esta etapa de transición, ¿cómo se manejan China y Rusia, dos países enemigos de Estados Unidos pero que tienen sus propios intereses en diferentes regiones?
-En la transición hegemónica, Rusia es un actor secundario, los actores relevantes son Estados Unidos y China. Y lo que sabemos de las transiciones hegemónicas es que son provocadas por el miedo que genera la potencia existente, la emergencia de la potencia desafiante. Lo que puede causar una guerra son los Estados Unidos resistiéndose al ascenso chino. Casi siempre la potencia existente es la que provoca la guerra, pero a veces el miedo está justificado. Cuando Alemania emergía, agredía. China no agrede. China no va a la guerra desde hace cerca de medio siglo, la última fue con Vietnam en la década del 70. Estados Unidos es el que dice en sus documentos estratégicos que no acepta perder la primera posición. Ningún país tiene derecho a decir esto. Un país tiene derecho a decir “no aceptamos perder nuestra seguridad”, “no aceptamos amenazas en nuestra democracia”, no puede exigir supremacía. No hay derecho legal que te permita decir “soy el número uno y no acepto que haya alguien que me supere”. Los problemas que tienen los que están alrededor de China son muchas veces países que China reclama como propios: Hong Kong y Taiwán, principalmente. Y después tiene problemas en sectores fronterizos, donde hay comunidades étnicas muchas veces minoritarias.
-Estados Unidos este año también está en el centro de atención por las elecciones de noviembre. Hay mucha polémica por el bloqueo republicano en el Congreso de la ayuda a Ucrania. Biden y Trump van a ser los candidatos. ¿En caso de ganar Trump se puede esperar un giro en la guerra en Ucrania?
-Trump es un líder aislacionista, Biden es un líder intervencionista. Biden quiere financiar la defensa de Ucrania contra Rusia, Trump no. Ni siquiera quiere financiar a los países miembros de la OTAN, a los que invitó a Rusia a invadir si ellos no pagan su cuota. Si Trump gana las elecciones, que es el escenario más probable, y asume en enero, se acabó la ayuda militar norteamericana de Ucrania, que es el 75% de la ayuda militar que recibe Ucrania. Europa brinda más ayuda financiera y humanitaria, pero Estados Unidos brinda casi toda la ayuda militar. Así que es muy simple: o Ucrania pierde la guerra, o Europa sustituye a Estados Unidos. Eso es lo que se está discutiendo en Europa ahora con un concepto muy claro que se llama economía de guerra. Economía de guerra significa invertir menos en educación y salud e invertir más en industria militar. La cuestión es si llegan a tiempo. Para ganar tiempo Macron viene amenazando con enviar tropas a Ucrania, hasta ahora sólo enviaron armas. Entonces Putin responde amenazando con la bomba atómica, con la bomba nuclear. Lo que estamos viendo es una disputa por el tiempo, pero el tiempo beneficia a Rusia porque Estados Unidos se repliega, Europa necesita tiempo para compensarlo, para sustituirlo, y ese tiempo juega a favor del que está ganando. Ganar significa ocupar más territorio que el otro al final de la guerra. Y hoy Putin tiene cerca del 19% de Ucrania. Es ganar por ahora, porque lo que esperamos es que la economía rusa no se modernice después de esto, aunque se haya movilizado militarmente, y que la Ucrania restante, el 80% que queda, ingrese en la OTAN y en la Unión Europea. Así que va a terminar siendo un país próspero y democrático protegido militarmente en el 80 por ciento del territorio.
-¿Pero todavía con una guerra dentro?
-No, la idea es que la guerra se termine congelando la frontera, como las dos Coreas. Es un conflicto congelado, no es que hay un acuerdo de paz entre Corea del Norte y Corea del Sur, pero hay una línea, una zona desmilitarizada, un paralelo que lo separa y un país que progresa y otro que no. Corea del Sur se transformó en un país riquísimo y Corea del Norte es un país pobrísimo. La expectativa es que pase eso entre el 80 y el 20% de Ucrania. El que gana la guerra ocupa territorialmente un pedazo pero no se desarrolla, el que pierde la guerra obtiene el apoyo de sus socios para desarrollarse.
-Además del anuncio de Macron de enviar tropas, en estas últimas horas se oficializó la incorporación de Suecia a la OTAN; anteriormente lo había hecho Finlandia. Las elecciones en Estados Unidos recién son en noviembre, faltan varios meses y en la guerra es mucho tiempo. ¿Todo esto puede elevar las tensiones o Putin busca evitar una escalada para dejar pasar el tiempo?
-Nadie quiere una escalada, pero habitualmente las escaladas ocurren contra la voluntad de las partes. Lo que se está hablando ahora de tropas en el terreno es de consultores, asesores. Son los tipos que van a entrenar a los ucranianos, que les van a hacer los planes de batalla, y que les comandan los equipamientos modernos que no tuvieron el tiempo de entrenar. Se supone que ya hay británicos en el terreno, no son combatientes, son asesores. ¿Quiere Macron mandar tropas? No está claro. A lo mejor lo que quiere es que Putin piense que es una posibilidad sobre la mesa, y por lo tanto se reprima, se contenga. El resultado por ahora es el siguiente: Macron tiró esto en una reunión de Jefes de Estado y Gobierno de Europa, son 27, y 26 salieron diciendo estamos todos en contra, ya dijimos que no. Pero habían dicho que no a la formación de pilotos y a la entrega de los F-16, habían dicho que no a la formación de tanquistas y a la entrega de los Leopard 6, y finalmente terminaron entregando los aviones y los tanques. La última línea siempre fue las tropas. Por eso Macron va con cuidado y lo mismo Inglaterra. Dicen tropas no, consultores… Pero los consultores son militares. ¿Qué pasa si Rusia bombardea y mata un militar francés, o a un general británico de la OTAN? ¿Se activa el artículo 5? El artículo 5 es el de la carta de la OTAN, que dice que si atacan a uno, atacan a todos, y por lo tanto todos tienen que defenderse. Pero empieza a ser más borrosa la zona. Si los miembros de la OTAN están combatiendo en un territorio, aunque ese territorio no sea parte de la OTAN, podrían eventualmente pedir auxilio a los socios. Porque pueden tomar como una agresión a su nación el hecho de que maten a sus soldados. En esta zona brumosa y ambigua es donde empezamos a movernos. Hasta ahora no había ambigüedad, era “tropas no”. Ahora Macron lo puso sobre la mesa y el problema es que alguna vez estén sobre el terreno.
-Ya entramos en el tercer año de guerra. Además de lo que ocurre en el campo de batalla también suceden cosas en Rusia. Con los casos del jefe del grupo Wagner y Alexei Navalny confirmamos, una vez más, cómo terminan aquellos que se atreven a desafiar a Putin. ¿Cómo lo ve a Putin en este momento, sobre quien, además, existen múltiples teorías sobre presuntas enfermedades, conspiraciones internas en su contra?
-Desafiar a Putin es insalubre. Putin es alguien que tiene una visión de Rusia, y es una visión que tiene que ver con el pasado histórico grandioso. Rusia como potencia, que se defiende en un mundo agresivo. Los rusos siempre se vieron de esa manera, incluso cuando fueron soviéticos. Lo que está haciendo es recuperar el honor y la seguridad que alguna vez supo tener el Imperio Ruso, y para eso necesita no solamente sus fronteras, sino lo que hay después de las fronteras, los países contiguos. Él dice que está respondiendo a la provocación de la OTAN, que se extendió hacia el Oriente. Si esto es así, es un fracaso total, porque como vos decías, los ingresos de Suecia y Finlandia trae dos países poderosos militarmente, que además tienen 1.300 kilómetros de frontera con Rusia. Es decir, si hoy la OTAN es una amenaza para Rusia, Rusia está más insegura que hace dos años cuando empezó la guerra. Porque Ucrania no era un candidato para ser miembro de la OTAN, había conversaciones informales, pero tenía el veto de Alemania y de Francia. Ucrania no iba a entrar en la OTAN, y Suecia y Finlandia tampoco. Así que si el objetivo era contener a la OTAN, fracasó rotundamente. Lo que muchos creen es que no es el objetivo; el objetivo es volver a Rusia un imperio, retornar al Imperio ruso. Como sea, esto es más imperialismo que defensa y no hago juicio de valor, es una descripción analítica.
-Otro conflicto que está dividiendo a Occidente es el de Gaza. En el caso de Estados Unidos, es sabido el estrecho vínculo entre Trump y Netanyahu, mientras que con el gobierno de Biden el primer ministro israelí en algunas oportunidad se mostró crítico por ciertas declaraciones tras el inicio de la guerra. ¿En este caso también puede haber un giro, siempre que el conflicto bélico persista hasta fin de año, si Trump llega a la presidencia?
-Hay cuatro posibilidades lógicas. Hay un conflicto entre dos pueblos. Primera posibilidad lógica, uno termina con el otro, se resolvió el conflicto. Se llama genocidio. La segunda posibilidad lógica es que uno desplaza al otro, lo saca del territorio. No hay más conflicto. Se llama limpieza étnica. La tercera posibilidad: un pueblo domina al otro, lo ocupa o lo bloquea, es el statu quo, la situación actual. No resolver el conflicto, sino administrarlo. Fue la política que decidió Netanyahu hace mucho tiempo: no aceptamos el Estado palestino, no destruimos al terrorismo. Es decir, no nos dedicamos a cortar el pasto, es el léxico que utilizaban. Cuando crece el pasto, crece Hamas, crece Hezbollah, lo cortamos, y después cuando vuelve a crecer lo cortamos otra vez. La cuarta posibilidad es la convivencia lado a lado de los dos estados. Hay quien diga que hay una quinta, que es un estado binacional. En el mismo estado conviviendo judíos y árabes; eso es teóricamente pensable, empíricamente imposible. Así que la solución para evitar el genocidio, la limpieza étnica o el status quo, son los dos Estados. Netanyahu no quiere, Israel no está planteando esto, y Estados Unidos, que es el único que puede forzar a Israel, no insiste lo suficiente. Por ahora Netanyahu hace lo que quiere, Israel está partido. La solución para el conflicto es el problema de Netanyahu, él necesita que el conflicto se mantenga porque eso es lo que lo mantiene en el poder y libre. ¿Cómo se resuelve esto? Sin Netanyahu, pero nadie sabe todavía cómo porque la oposición en este momento forma parte del gabinete de guerra, y mientras haya guerra no hay disputa.
-¿Entonces consideras que son muy pocas las posibilidades de que avancen las negociaciones en El Cairo en las que están mediando Estados Unidos, Qatar y Egipto?
-No hay acuerdo posible entre las partes porque ninguna reconoce el derecho de la otra a existir. No hay mediación posible porque no hay un camino en el medio. Lo único que puede haber es una imposición de afuera, un tercero que se coloca por encima de las partes y las obliga a exterminarse, a limpiarse étnicamente, a mantenerse como están, o aceptarse, y esa única fuerza son los Estados Unidos, el único que puede resolver este conflicto son los Estados Unidos imponiendo a Israel la solución de los dos estados. Imponiéndosela por supuesto también a los palestinos. Y ahora abro un paréntesis: los árabes son más aliados de Israel que de Hamas, y desprecian a los palestinos y le temen a Hamas. Acá no estamos hablando de que están los árabes contra Israel. Los gazatíes son dos millones de personas abandonadas por el mundo porque el bloqueo lo ejerce también Egipto en el paso de Rafah, por donde entra o no ayuda humanitaria.
-Ante este complejo escenario global que estamos hablando, ¿qué lugar ocupa América Latina? ¿Y cómo queda parada la región cuando vemos dichos como los de Lula comparando lo que está ocurriendo en Gaza con el Holocausto, o cuando dice que es temprano para responsabilizar a Putin por la muerte de Navalny?
-No hago juicio de valor, hago juicio de hecho. América Latina hoy es dependiente económicamente como siempre y autónomo políticamente como nunca. No interesa lo que diga Lula, no interesa lo que haga América Latina. Mayormente repudia la invasión a Ucrania. Pero no comparte las sanciones, como en buena parte del mundo. Que sí está mal invadir a otro, pero ni cuenten conmigo para sancionar a quién invadió o para mandarle armas al que fue invadido. Ahora pasa algo parecido. Lula habla, pero que yo sepa no envió Fuerzas Armadas para contener la masacre. A nadie le importa América Latina. Por buenas razones, porque no somos una amenaza. Tampoco ofrecemos grandes oportunidades, pero las oportunidades que ofrecemos son económicas. Sin la soja de Brasil, no se alimentan los cerdos de China, y sin los cerdos en China no comen los chinos. Así que necesitan todavía buena parte de las cosas que tenemos, como litio, cobre. No contamos en el tablero geopolítico del mundo y eso es bueno porque significa que no nos invaden y no nos tiran bombas. No hay guerras en América Latina. Nos matamos de otra manera, a través del crimen transnacional organizado, pero los bombazos están en Europa, en Asia y en África.
-Mientras Europa y Medio Oriente vive esas realidades, en América Latina tenemos países con serias amenazas sobre su democracia, como los casos de Venezuela, Cuba y Nicaragua, países como Bolivia con un gobierno internamente fracturado y fuertes disputas por el poder. Esto, sumado a lo que indicabas del aumento del crimen organizado. ¿Qué análisis haces de la actualidad de la región?
-A la América Latina de hoy la veo mediocre en términos económicos, estable en términos políticos, y estable en términos geopolíticos. Porque no se mueve la frontera, no desaparecen los países, no se fusionan los países. En Europa vimos a la Unión Soviética partirse en 15, a Yugoslavia partirse en siete, a Checoslovaquia partirse en dos. En América Latina eso no pasa, no hay guerras. Y de 20 países, 15 son democráticos, y 5 no. No hay dominó: no es que el avance del autoritarismo en Nicaragua o en Venezuela genera incentivos antidemocráticos en los vecinos. No pasa eso. Al contrario, un efecto de inoculación. Nadie quiere ser Venezuela, nadie quiere ser Nicaragua. El Salvador es un caso quizás diferente porque es el primer autócrata competente que vemos en mucho tiempo. Pero es un país chiquitito difícil de imitar. Los otros 15 países, los democráticos, algunos tienen democracias de buena calidad, aceptable calidad. Uruguay, por lejos, arriba; después Costa Rica, Panamá está mejorando, Chile está en problemitas, y todo lo demás nos movemos dentro de una zona mediana. Hay mucha resiliencia de los países latinoamericanos, lo que no hay es progreso, hay estancamiento y ese estancamiento genera insatisfacción. A diferencia de otros tiempos la insatisfacción en vez de generar golpes e inestabilidad democrática, genera derrotas. Pierden los oficialismo, ganan las oposiciones. La democracia funciona, lo que no hace es crecer. El problema de América Latina es, sobre todo, de economía y distribución, no es de paz social. La gran amenaza para América Latina es el crimen transnacional organizado, sobre todo los narcos.
-En Venezuela este año hay elecciones y, una vez más, el proceso está viciado en medio de persecución e inhabilitaciones políticas. ¿Cómo ve a la Venezuela de Maduro?
-Las elecciones son irrelevantes. En las autocracias sirven para echar un poco de vapor como válvula de escape para ajustar información, para mostrarle al mundo y hacerle creer que son democráticos, como Lula que acaba de decir que piensa que las elecciones van a ser limpias. Siempre hay idiotas útiles, pero son irrelevantes. No son elecciones libres. Venezuela no es una democracia y no hay razones para esperar que vuelva a serlo. Pero lo peor para Venezuela es que las condiciones materiales de supervivencia de los venezolanos no existen más. Venezuela tiene siete millones de personas viviendo afuera. Es el único país de América Latina junto con Haití que declinó en población, tendría que tener 35 millones y tiene 28. No consigue alimentar a sus nacionales. La democracia en este caso es una manera de gobernar la nada, por eso no les hace tanta diferencia. Se mueren de hambre y se van.
-Para terminar, ¿cómo ve estos primeros meses de gobierno de Javier Milei en Argentina? Se lo suele comparar con Bukele. De hecho entre ellos mismos se destacan. ¿Cómo llegan al poder dos figuras de este tipo, y sobre todo en un país como Argentina?
–Bukele y Milei son parecidos. Se parece en dos elementos fundamentales: uno, el fracaso de los liderazgos anteriores. En Argentina el fracaso económico, en El Salvador el fracaso en seguridad. Pero los dos también tienen una característica fundamental: la convicción determinada. Los electorados los perciben como personas que creen lo que dicen. Y cuando asumen hacen lo que dijeron que iban a hacer. Bukele viene funcionando; reelección sin problema. Milei no sabemos. No se lo puede evaluar antes de los seis meses y no porque los seis meses sean un capricho analítico, sino porque es el tiempo que va a pasar dentro del cual se van a verificar los tarifazos, van a empezar las clases, y no va a tener dólares. Los dólares llegan en mayo con la cosecha, así que en mayo vamos a saber si tiene sobrevida, si le puede ir bien en un país en el que todos sale mal. Al tercer mes todavía es demasiado temprano para saber, porque faltan los tarifazos y el comienzo de clases y por ahora no tiene dólares para hacerle frente. Necesita ganar tiempo. Y el Pacto del 25 de Mayo es el tiempo que necesita. “Déjenme llegar hasta acá y después hablamos”, porque él sabe que si llega hasta ahí sigue, pero hay que llegar.