Dandong, una ciudad china fronteriza con Corea del Norte, es uno de los focos de atención de organizaciones de derechos humanos por las denuncias de explotación laboral que de allí han surgido. En ese sitio, según quedó constatado en un informe elaborado por The Outlaw Ocean Project, cientos de trabajadores norcoreanos son obligados a realizar tareas en condiciones de obra forzosa en plantas de procesamiento de mariscos.
“Me trataron como a un subhumano”, dijo una de las víctimas que enumeró las clases de abusos a las que son sometidos a diario: jornadas laborales extenuantes, violencia física y sexual y confinamiento en dormitorios bajo llave.
Esta problemática, sin embargo, no es una novedad. Ya en 2017, la ONU impuso sanciones sobre las autoridades locales y compañías como Donggang Jinhui Foodstuff, Dandong Yuanyi Refined Seafoods y Donggang Haimeng Foodstuff, en un intento por prohibir estas prácticas de mano de obra forzosa. No obstante, estas acciones han dado poco resultado ya que no sólo se continúa con el uso de estos esquemas sino que, además, las empresas y las propias economías de China y Corea del Norte resultan beneficiadas con grandes ganancias, repercutiendo en la cadena de suministro mundial.
A pesar de sus esfuerzos por negar las denuncias y asegurar el cumplimiento de las sanciones internacionales, los eventos corporativos de estas compañías, alardeando de su prosperidad y mostrando abiertamente insignias norcoreanas, lo desmienten. Esta discrepancia evidencia una red sistemática y secreta que beneficia directamente a los altos mandos del régimen norcoreano, quienes, según estimaciones expuestas en el trabajo de The Outlaw Ocean Project, podrían estar generando hasta 2.300 millones de dólares al año a través de este esquema laboral.
La condición de los trabajadores norcoreanos en China representa no sólo una grave violación a los derechos humanos sino también una compleja problemática geopolítica. El régimen de Beijing ha restringido el contacto y el acercamiento a estos trabajadores, amenazando con severas consecuencias bajo leyes de anti-espionaje para quienes intenten documentar o interactuar con esta población vulnerable.
Mientras, los productos de mar procesados en estos sitios encuentran su camino hacia mercados globales, llegando incluso a cadenas de supermercados y restaurantes en Estados Unidos. Walmart y McDonald ‘s son algunas de las empresas que, directa o indirectamente, estarían vinculadas a esta cadena de suministro, aunque muchas nieguen tener conocimiento o evidencia de la participación de mano de obra norcoreana forzada en sus productos.
Este tipo de compañías llevan importadas sólo en Estados Unidos más de 120.000 toneladas de mariscos, provenientes de plantas de procesamiento que aparentemente utilizan mano de obra norcoreana, incumpliendo así las leyes estadounidenses que prohíben la importación de bienes fabricados con trabajo de Corea del Norte.
Los servicios de inteligencia han identificado que, desde el 2017, diez plantas han enviado estos mariscos a más de setenta importadores estadounidenses, abasteciendo a gigantes del retail como Walmart, Giant, ShopRite y el supermercado en línea Weee!, además de cadenas de restaurantes de renombre como McDonald ‘s.
Aún más alarmante es que estos productos también han sido suministrados a Sysco, el mayor distribuidor de alimentos del mundo, lo cual implica una llegada a cafeterías de bases militares estadounidenses, escuelas públicas y hasta al Congreso de los Estados Unidos.
Varias empresas, incluidas Giant, cuya compañía matriz es Ahold Delhaize, y ShopRite, de Wakefern, han declarado que sus proveedores aseguran no obtener productos de estas plantas chinas, y que los informes de auditoría no mostraron evidencia de trabajo forzado.
“Este sistema de transferencia de mano de obra es tan económicamente exitoso para Corea del Norte y China como moralmente reprobable”, declaró Breuker, de la Universidad de Leiden, destacando el paradójico beneficio que obtiene Occidente de esta situación debido a los bajos precios de estos productos.
La persistencia de estas prácticas, a pesar de las sanciones y protestas internacionales, pone de manifiesto la complejidad y las lagunas existentes en el cumplimiento y fiscalización de las leyes internacionales laborales y de derechos humanos. Las revelaciones de los trabajadores norcoreanos, además de ser un llamado urgente a la consciencia global, requieren una respuesta coordinada y firme de la comunidad internacional para erradicar esta forma moderna de esclavitud.
Si bien algunas empresas han iniciado sus propias investigaciones y prometido cortar lazos con las plantas involucradas, aún no se han visto resultados de tales anuncios ni medidas concretas al respecto.
Según quedó expuesto en la publicación de The Outlaw Ocean Project, las trabajadoras encontradas en plantas de Donggang Xinxin Foodstuff y Donggang Haimeng Foodstuff, operan bajo estricta vigilancia, con la presencia de simbología norcoreana y en condiciones que llaman la atención por su rigidez y sistema de selección. “[Ellas] trabajan duro”, mencionó un gerente de Haimeng mientras la empresa evitó dar comentarios al ser contactada.
Esta difícil situación, sin embargo, se mantiene en privado y rara vez capta la atención de la comunidad internacional. En China, “los trabajadores tienen dificultades para hacer conocidas sus condiciones”, explicó Alexander Dukalskis, profesor de ciencia política de University College Dublin, y sumó que el aislamiento al que se enfrentan, la incapacidad de comunicarse eficazmente en un país extranjero y la constante vigilancia empeoran este escenario. Inclusive, esto se ve agravado por las medidas locales que penalizan duramente cualquier intento de contacto con estos trabajadores o de acercamiento a sus lugares de trabajo bajo leyes anti-espionaje, lo que solo aumenta su invisibilidad.
La complejidad de esta red laboral comienza en las bases, durante la selección y entrenamiento de los trabajadores, que son meticulosamente escogidos por la dictadura norcoreana. El criterio incluye no solo lealtades políticas –para reducir el riesgo de deserciones– sino también factores demográficos y familiares. Remco Breuker, especialista en la materia, destacó que “estas verificaciones comienzan desde el vecindario”, subrayando el grado de control ejercido. El régimen incluso prefiere candidatos que superen los 155 cm, como una cuestión de imagen nacional.
Por otro lado, las estrategias de contratación en China muestran un enfoque pragmático, gestionado por agencias de reclutamiento locales a través de anuncios en plataformas digitales que subrayan la disponibilidad de trabajadores norcoreanos. Ello sugiere una operación coordinada y a gran escala, a pesar de las prohibiciones internacionales.
Así, Dandong emerge no sólo como un centro neurálgico del comercio sino también como un símbolo de las contradicciones y desafíos que enfrenta la comunidad internacional al intentar lidiar con el hermético régimen de Corea del Norte.
Este hallazgo plantea serias preguntas sobre la ética laboral global y el cumplimiento de las sanciones internacionales, mientras la dependencia hacia estos suministros por parte de importantes firmas minoristas estadounidenses subraya la complejidad de las cadenas de valor modernas y la dificultad de garantizar prácticas laborales responsables en cada eslabón.
En un panorama donde las oportunidades de trabajo en el extranjero son altamente valoradas, los trabajadores norcoreanos se encuentran atrapados en situaciones de explotación laboral en China, buscando mejores ingresos pero enfrentando condiciones de vida y de trabajo severas. Las promesas de salarios mensuales cercanos a los 270 dólares contrastan dramáticamente con la realidad de jornadas extenuantes, alojamientos precarios y una constante vigilancia.
La atractiva cifra ofrecida en un primer momento resulta ser apenas una fracción de lo que realmente reciben los trabajadores, ya que gran parte de sus ingresos es retenido por los administradores de las fábricas y por el régimen de Kim Jong-un. Una vez en China, los trabajadores descubren que sus pasaportes son confiscados y se ven sujetos a jornadas de hasta 16 horas, con mínimos descansos, bajo estricta supervisión y obligados a vestir uniformes diferenciados según sean chinos o norcoreanos. “Sin esto, no podríamos saber si uno desapareció”, admitió un gerente de una fábrica.
Las condiciones en las fábricas no son el único desafío; la vida cotidiana también está marcada por restricciones severas. Los trabajadores tienen prohibido mirar medios de comunicación locales y su correspondencia está sujeta a la revisión de agentes de seguridad norcoreanos. A pesar de todo esto, los trabajadores logran encontrar algunos momentos de esparcimiento y se los ha visto jugando al vóleibol con un fuerte sentimiento de camaradería, aunque estos videos suelen ser recibidos con escepticismo por el público.
La decisión de trabajar en el extranjero está impulsada por la desesperada situación económica en Corea del Norte, donde por trabajos similares apenas se puede conseguir un pago de tres dólares al mes. El problema es que la realidad en esta ciudad de China dista mucho de ser una solución a sus problemas; por el contrario, se convierte en un gran arrepentimiento para muchos.
“Nos arrepentimos de venir a China pero no podíamos volver con las manos vacías”, expresó una trabajadora que pasó cuatro años procesando almejas en Dandong.
Las restricciones y el trato recibido contribuyen a un ambiente de temor. Los empleados son advertidos de que cualquier intento de escape será rápidamente detectado por cámaras de vigilancia chinas, y su posterior retorno forzoso a Corea del Norte conlleva severos castigos en campos de trabajo. En octubre, las autoridades chinas repatriaron a alrededor de 600 desertores norcoreanos, reflejando la dura realidad de las políticas migratorias en la región y el poco reconocimiento de los desertores norcoreanos como refugiados.
La respuesta internacional y la atención sobre estas prácticas son limitadas. China, que tiene incentivos significativos para emplear mano de obra norcoreana por su bajo costo, defiende sus relaciones con Pyongyang y destaca los lazos amistosos entre las naciones, a pesar de las críticas y las sanciones internacionales. Con planes de expansión en sectores como el de la confección y promesas de una fuerza laboral disciplinada y leal, la situación de los trabajadores norcoreanos en el extranjero parece destinada a seguir siendo un tema controvertido en las relaciones internacionales.
La situación se complica al considerar la práctica de importar pescado directamente desde Corea del Norte, lo cual está prohibido por las sanciones de la ONU. A pesar de esto, el atractivo de los bajos costos ha llevado a compañías chinas a adquirir licencias ilegales para pescar en aguas norcoreanas o incluso a comerciar el pescado en altamar. En un intento por ocultar esta práctica, se han utilizado métodos como transportar el marisco a través de la frontera terrestre entre Beijing y Pyongyang.
En cuanto a las auditorías sociales en las plantas chinas que emplean trabajadores norcoreanos, existe un creciente escepticismo sobre su eficacia. A pesar de que algunas de estas plantas cuentan con certificaciones del Consejo de Administración Marina, se argumenta que estas auditorías son insuficientes para identificar el trabajo forzado.
“La postura básica parece ser ‘no ver el mal’”, señaló Marcus Noland, del Instituto Peterson de Economía Internacional. En apoyo a esta afirmación, el Departamento de Estado estadounidense ha criticado las auditorías sociales realizadas en China, señalando que generalmente son inadecuadas debido a su dependencia de traductores gubernamentales y la falta de comunicación directa con los trabajadores.
Una de las plantas investigadas, Dandong Taifeng Foodstuff, destaca particularmente por haber sido re-certificada por el Consejo de Administración Marina poco después de una inspección. En ella, un gestor norcoreano guio la visita a una instalación donde más de 150 mujeres norcoreanas, bajo estrictas condiciones de trabajo, procesaban el marisco.
Estas trabajadoras, privadas de su libertad en fábricas en China, han experimentado abusos sexuales sistemáticos por parte de sus gerentes, una situación que ha emergido de una serie de entrevistas realizadas a veinte obreras. “Cuando bebían, tocaban mi cuerpo por todas partes como si fueran juguetes”, relató una de las afectadas, resaltando la impunidad con la que actúan algunos gerentes norcoreanos en estas instalaciones.
Además, se expuso que las mujeres eran obligadas a prostituirse, según sumó otra empleada: “Siempre que pueden, nos coquetean hasta el punto del asco y nos obligan a tener relaciones sexuales por dinero, y es peor si eres bonita”.
Además de los abusos sexuales, las condiciones de trabajo son extremadamente duras, marcadas por la violencia y una soledad aplastante. “Nos pateaban y nos trataban como subhumanos”, contó una trabajadora que procesaba almejas en Dandong.
Tras regresar a Corea del Norte, algunos expresaron alivio al recibir parte de su salario, una pequeña compensación frente a la adversidad enfrentada. “Estaba feliz cuando no me quitaban todo el dinero”, dijo una mujer que se encargaba del transporte de productos en Dalian.
Las trabajadoras norcoreanas en China no solo se enfrentaron a la explotación y el abuso, sino también a la presión económica extrema. Muchas de ellas pagaron sobornos a funcionarios gubernamentales para asegurar sus puestos en China, financiando estos pagos a través de dinero obtenido de prestamistas, a tasas de interés exorbitantes. La pandemia del coronavirus y la subsiguiente paralización del trabajo dejaron a muchos sin capacidad para pagar estos préstamos, lo que derivó en la intimidación por parte de estos sujetos hacia sus familias.
Algunas de ellas, incluso, acabaron vendiendo sus casas para saldar las deudas.
Según Radio Free Asia, esta situación llevó a que, al menos dos mujeres en plantas textiles se quitaran la vida. Una trabajadora reveló: “Si alguien muere por suicidio, el gerente es responsable, así que lo mantienen en secreto para evitar que se filtre a otros trabajadores o a la población china”.
La repatriación no significó el fin de sus problemas. A su regreso, las trabajadoras enfrentaron un intenso interrogatorio por parte de funcionarios, interesados en conocer cada detalle de su vida diaria en China, sus colegas, supervisores y agentes. Esta medida es una muestra más del nivel de desconfianza y control al que estas personas se deben enfrentar, incluso habiendo dejado atrás las penosas condiciones de trabajo.
A la par, con su regreso al país, el régimen de Corea del Norte tiene preparada una nueva ola de trabajadores listos para partir hacia China como parte de un ciclo continuo de explotación que parece no tener fin.
Además, este escenario, está lejos de acabar ya que no es un problema que se limite a China. En Rusia, trabajadores norcoreanos enfrentan condiciones igualmente difíciles en industrias como la maderera y la construcción, a menudo sin ropa adecuada para el invierno u obligados a vivir en alojamientos inadecuados, y fueron una pieza clave en la preparación de eventos globales como las Copas Mundiales de Fútbol de 2018 y 2022.