Decenas de miles de muertos, millones de refugiados y desplazados internos, ciudades bombardeadas y destruidas y una economía muy golpeada. Con su balance devastador, la invasión rusa a Ucrania se convirtió en sinónimo de inimaginable sufrimiento y destrucción, pero también de valentía y solidaridad sin precedentes. Alteró el orden mundial, acelerando las fracturas de la globalización. Pasaron dos años y la brutalidad de las tropas de Putin no se detiene.
La fecha que quedará en los libros de historia es el 24 de febrero de 2022, día en el que el jefe del Kremlin desencadena la primera guerra de agresión a gran escala en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Una guerra que, según señaló la ONU, “nunca debería haber empezado”.
Según datos del organismo internacional, la cifra de víctimas civiles en estos 48 meses de conflicto asciende a casi 10.000. Sin embargo, esos son los confirmados. Se estima que el número es aún mayor. Además, es difícil hacer un recuento independiente por la imposibilidad de acceder a los territorios ucranianos ocupados por Rusia.
En junio del año pasado, las autoridades ucranianas contabilizaron 10.368 civiles muertos. Pero el entonces consejero del jefe de gabinete del presidente Volodimir Zelensky, Oleg Gavrych, aclaró: “Creemos que la cifra más probable es cinco veces superior. Es decir, alrededor de 50.000 víctimas civiles”.
También se cuentan de a miles los soldados caídos. El Ejército de Ucrania estima que la cifra de uniformados rusos muertos o heridos ronda los 405.000. Moscú, en tanto, sostiene que el número de soldados ucranianos muertos o heridos es de casi 390.000.
Si el primer aniversario de la contienda fue positivo para Zelensky, el segundo llega lleno de dudas para Kiev, que ha decidido apostar por la “defensa estratégica” ante la superioridad enemiga en hombres y munición. La tan esperada contraofensiva ucraniana de junio, que permitió a los ucranianos avanzar principalmente en la región sureña de Zaporizhzhia, se estancó en verano y allanó el terreno para una nueva ofensiva rusa.
Pero no todas fueron malas noticias para Ucrania. El Ejército logró asestar duros reveses a la retaguardia rusa, principalmente a la Armada.
Ucrania entra en el tercer año de la guerra con la incertidumbre de si seguirá recibiendo asistencia militar de Estados Unidos, donde congresistas republicanos bloquean el paquete de 60.000 millones de dólares propuesto por la Casa Blanca para seguir apoyando a Kiev a lo largo de 2024.
Putin, mientras tanto, sigue apostando a extender el conflicto y desgastar la resistencia ucraniana.
A continuación, un repaso detallado de los 48 meses de guerra en Ucrania.
Así comenzó la guerra de Putin
Al amanecer, tras negar repetidamente sus planes de invadir Ucrania, el presidente ruso anuncia por televisión una “operación militar especial” para desmilitarizar y “desnazificar” el antiguo país soviético. Con tono duro, el líder del Kremlin reitera sus acusaciones infundadas de un “genocidio” orquestado por Ucrania en el este de habla rusa del país y denuncia una política “agresiva” de la OTAN.
Su ejército lanza una invasión con la entrada de tropas terrestres por el este, el sur y el norte —desde Bielorrusia, aliada de Moscú— y un desembarco anfibio desde el mar de Azov. Cientos de tanques rusos pintados con la letra Z, símbolo que recuerda de manera inquietante la época más oscura del siglo XX, avanzan por las principales rutas ucranianas.
Al mismo tiempo, poderosas explosiones resuenan en el cielo. Los ataques aéreos tienen como blanco la capital Kiev, Kramatorsk (cuartel general del ejército ucraniano en el este) y Kharkiv, la segunda ciudad más grande ubicada cerca de la frontera rusa. También son golpeadas Odesa, en las costas del Mar Negro, y Mariupol, una ciudad portuaria y centro de exportación de importancia estratégica.
Pese a la embestida rusa, desde el centro Kiev hasta una rocosa isla en el Mar Negro, la resistencia de los ucranianos es más férrea de lo que Putin hubiera imaginado.
Durante esas horas dramáticas, el presidente de Ucrania, Volodimir Zelensky, surge como incansable comandante en jefe en la batalla de su país contra el poderoso ejército ruso.
El mandatario permanece en la capital pese a los intentos de los paracaidistas rusos de asaltar la residencia presidencial para asesinarlo.
“Estoy aquí. No depondremos las armas”, dice, caminando por las calles de Kiev.
Cientos de kilómetros más al sur, la respuesta de un reducido grupo de soldados a una orden rusa de rendirse ejemplifica la firme voluntad de resistencia de Kiev: “Buque de guerra ruso, vete a la mierda”, gritan los militares, antes de que la Isla de las Serpientes sea barrida por el fuego ruso.
Mientras tanto comienza un éxodo masivo en coche, autobús, tren o a pie, principalmente hacia las fronteras de Polonia, Hungría y Rumania. Son sobre todo mujeres y niños, ya que a los hombres en edad para luchar se les ordena quedarse.
La invasión, que se produce tras frenéticos esfuerzos diplomáticos por mantener a Putin en la mesa de negociaciones, también provoca una protesta internacional.
Occidente impone a Rusia sanciones sin precedentes y las aumenta progresivamente. La Unión Europea acuerda enviar armas a Ucrania, por primera vez, y Estados Unidos da luz verde a una ayuda militar de miles de millones de dólares. Rusia comienza a convertirse en un Estado paria de la comunidad internacional.
Ofensiva rusa
En los días siguientes, las fuerzas rusas avanzan rápidamente en la costa sur de Ucrania, apoderándose del puerto de Kherson, en el Mar Negro, cerca de la península de Crimea ocupada por Rusia en 2014, y del puerto de Berdyansk, en el Mar de Azov.
Las tropas de Moscú también intentan cercar Kiev y bombardean intensamente la segunda ciudad más grande de Ucrania, Kharkiv, cerca de la frontera rusa.
Sin embargo, la feroz resistencia ucraniana obliga a Rusia a concentrar su ofensiva en el sur y en la cuenca del Donbás, una región fuertemente industrializada en el este de Ucrania, bajo control parcial de los separatistas prorrusos desde 2014. Las fuerzas rusas comienzan el cerco de Mariupol y toman el control de la ciudad de Kherson.
El 9 de marzo el bombardeo del hospital materno-infantil de la ciudad se convierte en la primera gran atrocidad cometida por las fuerzas rusas. No será la última.
Horror en Bucha
Un mes después del inicio de la guerra, el ejército ruso anuncia su retirada del norte de Ucrania tras haber fracasado en su intento de tomar Kiev. Surge así el horror de lo ocurrido en las localidades y pueblos que ha ocupado.
En Bucha se encuentran en las calles cadáveres de civiles ejecutados a sangre fría. Los restos de varios centenares de civiles, algunos de ellos con las manos atadas y señales de tortura, son encontrados en fosas comunes en esta localidad de las afueras de la capital.
Las imágenes tomadas por los medios internacionales provocan una protesta mundial. La Corte Penal Internacional abre una investigación por crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad.
No es la única atrocidad de esos días. El 8 de abril, un ataque con misiles rusos alcanza una estación de tren en Kramatorsk, matando al menos a 50 civiles, incluidos mujeres y niños, e hiriendo a más de 100. La mayoría de ellos intentaban evacuar a un lugar seguro.
Pero Ucrania sigue resistiendo. El 14 de abril, las fuerzas ucranianas logran hundir el buque insignia de Rusia en el Mar Negro, el Moskva. Es un gran éxito para Kiev y un duro golpe para la supremacía naval y el prestigio militar de Moscú.
La caída de Mariupol
Una ciudad sobre todas simboliza el sufrimiento de la primera parte de la guerra: Mariupol, destruida durante un brutal sitio de tres meses que dejó la ciudad sin las infraestructuras vitales, agua, electricidad y calefacción.
El objetivo de la toma de esta ciudad es permitir a Rusia asegurar la unión entre sus fuerzas procedentes de Crimea y las zonas secesionistas de Donbás.
Pero unos 2.000 combatientes ucranianos, atrincherados en el laberinto de subterráneos de la fábrica Azovstal con cientos de civiles, continúan la lucha.
Resisten hasta mediados de mayo antes de rendirse. Según Kiev, Mariúpol está 90% destruida y al menos 20.000 personas murieron.
En el frente geopolítico, Suecia y Finlandia, temerosas de ser blanco de futuros ataques rusos, presentan sus candidaturas de adhesión a la OTAN en una decisión qué pone fin a décadas de neutralidad de estos países nórdicos.
Ofensiva final en el Donbás
El 3 de junio marca el aniversario de los 100 días de guerra. El Donbás se convirtió en el sitio de la mayor batalla en Europa en generaciones.
Entre el 25 de mayo y el 25 de junio, Rusia toma el enclave de Severodonetsk para neutralizar a las tropas ucranianas en Donetsk así como Lyman, importante nudo ferroviario que conduce a los bastiones ucranianos en Donetsk y a la zona prorrusa en la vecina Lugansk.
Rusia emprende el 1 de julio el asedio a Lisichansk, último bastión bajo control ucraniano en Lugansk y el día 3, la da por tomada y con ella todo el Lugansk. Las fuerzas asediadas de Ucrania se concentran en defender Donetsk, la segunda parte del preciado Donbás.
Los ucranianos, sobrepasados en potencia de fuego, piden a Occidente armas más poderosas para repeler el ataque.
Exportación de granos y guerra del gas
El 22 de julio, Rusia y Ucrania sellan un acuerdo para reanudar la exportación de cereales, en un intento de aliviar una crisis alimentaria mundial causada por el bloqueo de toneladas de granos en los puertos ucranianos. En medio de conversaciones de paz sin salida, el pacto es un importante avance logrado con la mediación de la ONU y Turquía.
A lo largo de todo el mes, Rusia comienza a cerrar periódicamente los gasoductos Nord Stream en un intento por aumentar la presión sobre Europa. Los líderes europeos acusan a Moscú de usar el gas como “arma”.
El 10 de agosto, poderosas explosiones sacuden una base aérea en la península de Crimea ocupada por Rusia.
La serie de explosiones destruyen varios aviones rusos y dañan más de 80 edificios, en una de las acciones más audaces de Kiev desde el comienzo de la guerra.
La guerra también llega al territorio ruso. Casi a las puertas del Kremlin. El 20 de agosto, un presunto coche bomba estalla en Moscú matando a la comentarista de televisión Daria Dugina, aunque los observadores creen que su padre Aleksandr Dugin, apodado el “cerebro de Putin”, puede haber sido el objetivo previsto. Rusia acusa a la inteligencia ucraniana, pero Kiev niega su involucramiento.
El 31 de agosto se detienen todas las exportaciones de gas a Europa. El gigante energético estatal de Rusia, Gazprom, cita trabajos de mantenimiento en el gasoducto Nord Stream 1. Los precios suben inmediatamente.
Unas semanas después, el 26 de septiembre, frente a las costas de Dinamarca explota la tubería del gasoducto, que llevaba el gas de Rusia a Alemania. La autoría del hecho sigue siendo un misterio.
Movilización parcial y referendos ilegales
Durante el verano, Estados Unidos y la UE aumentan el suministro de armamento pesado a Kiev, lo que le permite organizar una contraofensiva en dos frentes.
A principios de septiembre, el ejército ucraniano anuncia una contraofensiva en el sur, antes de realizar un avance sorpresa y relámpago de las líneas rusas en el noreste, que obliga al ejército ruso a abandonar la región de Kharkiv.
En el sur, la operación tiene por objeto reconquistar Kherson, única capital regional que cayó en manos de las fuerzas rusas al comienzo de su invasión.
Paso a paso, el ejército ucraniano, gracias a los sistemas de armas occidentales, se apodera de decenas de localidades, bombardeando sin cesar los depósitos de municiones y las líneas de suministro rusas en la región.
Cada vez más a la defensiva, el 21 de septiembre Putin anuncia una “movilización parcial” de los rusos en edad de combatir (300.000 reservistas convocados), desencadenando una huida de miles de hombres al extranjero. El mismo día amenaza a Occidente con el uso de armas nucleares: “No es un bluff”, advierte.
El 30 de septiembre, Rusia anexiona oficialmente las regiones Donetsk, Lugansk, Kherson y Zaporizhzhia tras unos referendos ilegales según el derecho internacional. Putin promete que esos territorios serán parte de Rusia “para siempre”.
Ataque el puente de Crimea
El prestigio de Rusia sufre un duro golpe el 8 de octubre cuando el puente de 19 kilómetros que une territorio continental ruso con la anexada península de Crimea sobre el estrecho de Kerch, orgullo de Putin, es parcialmente destruido. El hecho ocurre un día después del cumpleaños del presidente ruso y afecta una importante ruta de suministro para las fuerzas de Moscú.
Las redes sociales ucranianas se ven inundadas de imágenes del puente —despreciado símbolo de la anexión rusa— en llamas y con una densa humareda negra. Kiev no asume la responsabilidad de la explosión, aunque Rusia apunta a los servicios secretos ucranianos.
La represalia por el ataque al puente de Kerch llega bajo la forma de mortíferos ataques con misiles y drones contra Kiev y otras ciudades que tienen como objetivo principal destruir la infraestructura energética ucraniana y sumergir a la población en el frío y la oscuridad.
El 17 de octubre, residentes de Kiev se despiertan con el zumbido de los drones explosivos de fabricación iraní dirigiéndose a sus blancos.
Los ataques dejan a millones de personas sin electricidad ni calefacción durante horas en pleno invierno.
Liberación de Kherson
Rusia sufre un importante revés el 9 de noviembre cuando sus fuerzas abandonan la ciudad de Kherson. La ciudad portuaria del sur, que una vez fue el hogar de 250.000 personas, fue una de las primeras en caer ante las fuerzas rusas durante los primeros días de la guerra. Hay escenas de júbilo en toda Ucrania.
Días más tarde los habitantes de Kherson celebran la llegada de las fuerzas ucranianas, “un día histórico” saludado por el presidente Zelensky.
La euforia, no obstante, se ve limitada ante el temor de que Rusia continúe atacando esa y otras ciudades, algo que hace de manera repetida. De hecho, el 15 de noviembre Rusia acomete el mayor ataque aéreo contra las infraestructuras energéticas ucranianas.
Zelensky en EEUU
A lo largo de la guerra, Volodimir Zelensky emergió como incansable comandante en jefe que trata de conseguir apoyo en la épica batalla de su país contra el poderoso ejército ruso. Sin salir de Kiev se embarcó en una gira virtual por los parlamentos de sus aliados occidentales para pedir más armas y ayuda.
Su ofensiva diplomática tiene su punto culminante en diciembre con su primer viaje fuera de su país a Estados Unidos, donde habla ante el Congreso. “Ucrania nunca se rendirá”, dice, dando lugar a una ovación de pie de todos los presentes.
Por su parte, el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, promete enviar sistemas de defensa aérea Patriot para ayudar a Ucrania a evitar los ataques rusos a su infraestructura energética.
Guerra de trincheras
En el nuevo año, el ejército ruso, reforzado por los 300.000 reservistas movilizados desde septiembre y apoyado por los mercenarios del Grupo Wagner, vuelve a la ofensiva, en particular en Donbás.
Los combates copian el estilo de combates de trincheras de la Primera Guerra Mundial, con soldados de uno y otro lado soportando condiciones durísimas en pleno invierno.
La lucha es intensa, sobre todo en los alrededores de Bakhmut, ciudad del este que Rusia intenta conquistar desde el verano.
Ante las repetidas peticiones del presidente ucraniano y después de haber dudado durante mucho tiempo por temor a provocar una escalada, los estadounidenses y los europeos prometen a principios de febrero a Kiev el envío de decenas de tanques pesados, suscitando la ira de Moscú.
Zelensky inicia una gira por Europa. Habla ante el parlamento británico y el europeo y pide aviones para resistir a la invasión “Estamos defendiéndonos de la fuerza más anti-europea del mundo moderno”, advierte. Y agrega: “Estamos defendiéndolos a ustedes”.
La CPI ordena el arresto internacional de Putin
Luego de meses de una férrea defensa de las fuerzas ucranianas, las tropas de Putin aumentan la intensidad de sus ataques. Tras varias semanas de intensos combates, el Ejército de Rusia termina el primer año de invasión reivindicando la captura de Grianykivka, una localidad en la provincia de Kharkiv, y las fuerzas ucranianas responden con un contraataque en el norte de Bakhmut, en el este del país.
El desgaste no sólo se empieza a sentir en el campo de batalla, sino en las principales instituciones y fuerzas de seguridad de Ucrania. El presidente Zelensky empieza a relevar periódicamente a algunos mandos militares. Entre ellos se destacan el subcomandante de la Guardia Nacional, Ruslan Dzyba, y el jefe militar del Donbás, Eduard Moskialov.
Mientras, continúan los esfuerzos de la comunidad internacional para detener la asonada militar de Putin. El 2 de marzo, el secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, y el canciller ruso, Sergei Lavrov, mantuvieron un encuentro en persona por primera vez desde el inicio de la guerra. La reunión -no programada- se produjo en el marco de la reunión de ministros de Relaciones Exteriores del G20 en Nueva Delhi. Sin embargo, no arroja progresos ni avances entre Washington y Moscú. Al día siguiente, el presidente Biden anuncia un nuevo envío de ayuda militar a Kiev.
Sumado a la promesa de nueva asistencia por parte de Washington, durante el mes de marzo llegan a Ucrania los tanques PT-91 Twardy (Polonia), AMX-10-RC (Francia) y Leopard (Alemania). Provisión vital para la campaña de resistencia.
Pero mientras las tropas ucranianas combaten en el frente de batalla para contener el avance ruso, la justicia internacional empieza a tomar las primeras medidas contundentes contra Putin. El 17 de marzo la Corte Penal Internacional (CPI) emite una orden de arresto contra el jefe del Kremlin por la deportación ilegal de niños ucranianos hacia Rusia.
El tribunal dijo en un comunicado que Putin “es presuntamente responsable del crimen de guerra de deportación ilegal de población (niños) y del traslado ilegal de población (niños) de las áreas ocupadas de Ucrania a la Federación Rusa”.
También emitió una orden el viernes para el arresto de Maria Alekseyevna Lvova-Belova, Comisionada para los Derechos del Niño en la Oficina del Presidente de la Federación Rusa, por acusaciones similares.
La CPI dijo que su sala de instrucción encontró que había “motivos razonables para creer que cada sospechoso es responsable del crimen de guerra de deportación ilegal de población y transferencia ilegal de población de áreas ocupadas de Ucrania a la Federación Rusa, en perjuicio de niños ucranianos”.
Como era de esperarse, Rusia no se quedó de brazos cruzados, y en mayo incluyó al fiscal de la CPI, Karim Khan, en su lista de personas buscadas.
En el campo de batalla, los combates se recrudecen en Bakhmut, donde los mercenarios del Grupo Wagner plantan la bandera rusa en las ruinas del ayuntamiento de la ciudad y declaran haber tomado el centro de la urbe. Para fines de abril, las tropas rusas aseguran controlar casi el 90% de la ciudad.
Además de pedir mayor colaboración por parte de sus socios occidentales, Zelensky también intenta entablar canales de diálogo con los gobiernos más afines a Moscú. El 26 de abril dialogó por primera vez desde el inicio de la agresión rusa con el presidente chino, Xi Jinping, de estrecho vínculo con Putin y quien se ha mantenido neutral ante la guerra.
La conversación se produce después de unas polémicas declaraciones del embajador chino en Francia, quien afirmó que las ex repúblicas soviéticas, como Ucrania y los países bálticos, no son naciones soberanas.
El Grupo Wagner se rebela contra Putin
La guerra se estanca y los costos son muy altos. Esto le empieza a jugar en contra al líder ruso, quien empieza a tener cada vez más cuestionamientos. El primer llamado de atención se produjo una noche de mayo, cuando una serie de drones intentaron atacar al Kremlin. Las autoridades rusas denuncian un intento de asesinato contra Putin, sin aportar mayores detalles sobre el incidente. Acusan del hecho a Ucrania, que niega cualquier implicación.
La brutalidad de las tropas rusas continúa y llevan a cabo intensos bombardeos sobre estaciones de tren, supermercados y edificios civiles en Kherson. El saldo: 21 muertos y más de 50 heridos.
Los mercenarios de Wagner anuncian la conquista final de Bakhmut y reciben las felicitaciones de Putin. Kiev, no obstante, niega que haya perdido el control total de la ciudad, aunque reconoce que la situación “es crítica”.
Prigozhin sostiene que Bakhmut, una ciudad de 70.000 habitantes antes de la guerra, tiene poca importancia estratégica, a pesar de su enorme importancia simbólica por la magnitud de las pérdidas en la batalla terrestre más sangrienta de Europa desde la Segunda Guerra Mundial.
Zelensky viaja a las principales capitales de Europa en busca de más apoyo, y retorna a Kiev con promesas de envío de más armas por parte de Italia, Alemania (artillería, tanques, vehículos blindados, drones de reconocimiento), Reino Unido (drones suicida de largo alcance, misiles antiaéreos) y Francia (carros ligeros, vehículos blindados, entrenamiento a pilotos de caza).
En junio se produce un nuevo caso como el de Nord Stream, el gasoducto que iba de Rusia a Alemania y fue volado en septiembre de 2022 en el Mar del Norte. En la madrugada del 6 de junio se produce una explosión en la represa de Nueva Kajovka, ubicada sobre el río Dniéper y a 150 kilómetros de la central nuclear de Zaporizhzhia.
El hecho provoca graves inundaciones en los pueblos aledaños, tanto en la zona controlada por Rusia como en la parte ucraniana. Miles de personas fueron evacuadas, y decenas murieron por la crecida del agua.
Ucrania acusa a Rusia de haber colocado minas y dinamitado la represa, para cerrar el paso a las fuerzas ucranianas en esta región del sur, desplegadas en una contraofensiva.
Mientras la comunidad internacional exige explicaciones a Moscú por el desastre ocasionado, se tensa la relación entre el Kremlin y el Grupo Wagner. El gobierno ruso ordena que todos los combatientes -incluidos los mercenarios de compañías militares privadas- deben firmar contratos con el ministerio de Defensa. Prigozhin, quien desde hace meses viene cuestionando la estrategia militar, se niega y amenaza directamente al ministro de Defensa Sergei Shoigu. Las milicias del checheno Kadirov, en cambio, acceden a integrarse oficialmente a las fuerzas armadas rusas.
En la noche del 24 de junio, Prigozhin se declara en rebeldía contra el Ministerio de Defensa ruso y toma el control del Estado Mayor de las fuerzas rusas en la ciudad de Rostov, en el sur del país. Mientras el Kremlin refuerza la seguridad, los mercenarios marchan sobre Voronezh y advierten que se dirigen hacia Moscú. Reportes informan que Putin fue trasladado en avión hacia San Petersburgo; versión desmentida por el Kremlin.
Durante horas Prigozhin y sus mercenarios pusieron en vilo al mundo y, como nunca antes, en jaque al jefe del Kremlin. La rebelión terminó el sábado cuando Prigozhin ordenó a sus fuerzas que se retirasen. Moscú dijo haber llegado a un acuerdo según el cual el líder mercenario se instalaría en Bielorrusia -el dictador Alexander Lukashenko medió entre las partes- y recibiría una amnistía, al igual que sus soldados. El motín fue, sin dudas, el mayor desafío al presidente Putin en sus más de 20 años en el poder.
Días después Putin reapareció en público buscando exhibir normalidad. Dijo que la rebelión fue como una “puñalada por la espalda” y prometió aplastar a los responsables. Uno de los principales apuntados fue el general ruso Sergei Surovikin, quien fue detenido tras haber sido acusado de haber estado al tanto de los planes del Grupo Wagner.
Las semanas posteriores Putin sigue exhibiendo una cierta normalidad. Prigozhin retorna al país, Rusia anuncia que no prorrogará el acuerdo para la exportación de cereales por el Mar Negro, y el ministro de Defensa Shoigu visita Corea del Norte.
Pero el 23 de agosto muere Prigozhin en un accidente aéreo. El avión privado en el que se trasladaba se estrelló en la región de Tver de Moscú, matando a las diez personas a bordo. Recién en octubre Putin volvió a hablar sobre la extraña muerte de Prigozhin: dijo que el avión no fue derribado y que había restos de granadas en los cuerpos. Asimismo, sugirió que fueron los propios tripulantes los responsables de la explosión en la nave y lamentó que no se hayan realizado estudios médicos de sus cuerpos.
Cambios en la cúpula militar de Ucrania y se demora la ayuda de Occidente
En septiembre Zelensky anuncia la destitución de su ministro de Defensa, Oleksiy Reznikov, algo que se venía hablando por meses. El jefe de Estado argumentó que el ministerio necesitaba “un nuevo enfoque y otras formas de interacción tanto con los militares como con la sociedad en general”, y en su lugar nombró al tártaro Rustem Umierov.
Pero los cambios no terminaron ahí. En octubre fue sustituido el jefe de las Fuerzas de Defensa Territorial, Ihor Tantsioura, y en noviembre el mayor general Viktor Khorenko como comandante de las Fuerzas Especiales ucranianas.
Mientras, Ucrania y Rusia utilizan los armamentos provistos por sus socios. Kiev reporta a fines de septiembre que las tropas de Putin lanzaron cerca de 500 drones iraníes Shahed, lo que representa un nuevo récord mensual.
Kiev, por su parte, en octubre lanzó por primera vez los misiles norteamericanos ATACMS contra aeródromos rusos en Berdyansk y Lugansk.
Tras la visita que el dictador norcoreano Kim Jong-un realizó a Moscú entre el 12 y 19 de septiembre, en noviembre la inteligencia surcoreana alertó que Pyongyang había enviado más de un millón de proyectiles de artillería a Moscú desde agosto.
Para ese entonces, las tropas rusas siguen atacando al norte de Bakhmut y recuperan todo el terreno perdido desde junio. El 25 de noviembre, en apenas 24 horas, lanzan 84 misiles de crucero sobre territorio ucraniano.
Con el correr de las semanas las fuerzas invasoras mantienen su avance sobre Bakhmut y empiezan a presionar cada vez con más fuerza en Avdiivka. Zelensky reclama a Occidente, principalmente a Estados Unidos, más asistencia militar para contener el avance ruso, pero el presidente Biden no logra que el Congreso apruebe su plan de asistencia a Ucrania por la oposición ejercida por los republicanos.
En los últimos días de 2023, Rusia anuncia la toma de la ciudad de Marinka, en el óblast de Donetsk, y el 29 de diciembre lleva a cabo el mayor bombardeo sobre Ucrania desde el inicio de la guerra, lanzando 158 misiles.
El 3 de enero las partes logran llevar adelante un intercambio de prisioneros de guerra, mediante el cual son devueltos 248 soldados rusos y 230 ucranianos.
Mientras en Estados Unidos continúan trabadas las negociaciones para aprobar la asistencia a Ucrania, la UE acordó entregar en los próximos cuatro años unos 50.000 millones de euros. En los primeros días de febrero Biden advirtió que si el Congreso no aprueba la ayuda militar a Kiev, será “una negligencia criminal”.
Los cambios en la cúpula militar continuaron, y en febrero finalmente Zelensky destituyó al jefe del Ejército, Valerii Zaluzhny. Nuevamente, argumentó la necesidad de “cambiar los enfoques y la estrategia de la guerra”. En su lugar nombró al general Oleksandr Syrskyi, y mostró su gratitud a Zaluzhny, declarándolo “Héroe de Ucrania”.
Días después, designó a cuatro nuevos comandantes y firmó los decretos para los nombramientos de los futuros encargados de las Fuerzas Terrestres, las Fuerzas de Defensa Territorial, las Fuerzas Combinadas y las Fuerzas Aerotransportadas.
Durante esos días el asedio de las tropas rusas sobre Avdiivka continuó, por lo que las fuerzas ucranianas se vieron obligadas a retirarse de esa zona y replegarse.
El 9 de febrero el periodista norteamericano Tucker Carlson generó una gran polémica al dar a conocer la entrevista que le realizó a Putin en el Kremlin. Gesto que fue altamente repudiado por Kiev.
Apenas una semana después Putin volvió a estar en el foco de la escena internacional tras conocerse la muerte en prisión del líder opositor ruso Alexei Navalny. Ucrania y gran parte de la comunidad internacional responsabilizaron directamente al jefe del Kremlin. “Es obvio, fue asesinado”, dijo, tajante, el presidente ucraniano, quien usó este caso y otros tantos para reiterar su pedido a EEUU y a sus aliados occidentales de que no abandonen a Ucrania en su lucha contra las tropas de Putin.
(Con información de agencias. Infografías: Marcelo Regalado)
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