Yulia Navalnaya solía evitar las cámaras y permanecía en un segundo plano mientras su esposo ascendió hasta convertirse en la figura de la oposición más destacada de Rusia y el mayor enemigo del presidente Vladímir Putin.
Pero tras la muerte en prisión de Alexei Navalny, la semana pasada, subió a un escenario normalmente reservado para políticos de alto nivel en Múnich y prometió que Putin y sus aliados serán llevados ante la justicia por su muerte.
Más tarde juró solemnemente: “Continuaré el trabajo de Alexei Navalny”.
Fue una declaración ambiciosa de una mujer que una vez dijo en una entrevista con la edición rusa de Harper’s Bazaar que su “tarea clave” era cuidar de los hijos y del hogar de la pareja. El nuevo trabajo de Navalnaya será liderar a la oposición rusa en uno de los momentos más oscuros y turbulentos de su historia.
La oposición está fracturada y la muerte de Navalny le asestó un duro golpe. La pregunta ahora es si Navalnaya puede reunir a las tropas de su esposo y trabajar con otros grupos de oposición para montar algún tipo de desafío exitoso a Putin, quien está rumbo a servir otros seis años en el Kremlin tras la elección presidencial de marzo.
Putin ha reprimido cada vez más la libertad de expresión y la disidencia dentro de Rusia al encarcelar a opositores y críticos.
Navalnaya tiene experiencia sobre enfrentarse a Putin. Ella y Navalny estuvieron casados durante más de 20 años y se mantuvo a su lado mientras él ayudaba a liderar las mayores protestas en Rusia desde el colapso de la Unión Soviética y a lo largo de sus sentencias de prisión posteriores.
Ha acusado a Putin de matar a su esposo —una sugerencia que Dmitry Peskov, portavoz del Kremlin, desestimó como “infundada” e “insolente”.
El riesgo sobre la vida de Navalny había sido “discutido extensamente” con su esposa y su equipo cercano antes de su regreso a Rusia en 2021 desde Alemania, donde fue tratado por envenenamiento con un agente nervioso, declaró Vladímir Ashurkov, un viejo amigo de la pareja y cofundador de la Fundación Anticorrupción de Navalny.
Aun así, “fue una gran decisión” para Navalnaya continuar con la labor de su marido, agregó.
En su matrimonio, ella era “la roca” en que Navalny se apoyaba. Tenían “un acuerdo” de que Navalnaya no sería políticamente activa y se mantendría fuera del centro de atención, dijo Ashurkov.
Navalny regresó a Rusia desde Alemania, sugirieron los analistas, porque sabía que, en el extranjero, sería difícil ser percibido como líder legítimo de la oposición.
Es poco probable que su viuda viaje a Rusia, por motivos de seguridad, y ahora enfrenta un dilema similar para resolver cómo liderar la organización de su esposo desde el exilio.
El viernes, poco después que se diera a conociera la noticia de la muerte de Navalny, se reunió con una mujer en una situación similar: La líder de la oposición bielorrusa Sviatlana Tsikhanouskaya.
Tsikhanouskaya tomó la batuta política de su esposo, el líder de la oposición bielorrusa Siarhei Tsikhanouski, en 2020, luego que él fuera encarcelado en el período previo a las elecciones presidenciales de Bielorrusia.
Ella realizó una campaña exitosa, pero huyó de Bielorrusia luego que el presidente Alexander Lukashenko se declaró ganador en unas elecciones consideradas ampliamente fraudulentas en Occidente.
“Nos entendimos sin palabras”, dijo Tsikhanouskaya sobre Navalnaya. Tsikhanouskaya agregó que no tiene idea del estado de su esposo —ni siquiera si está vivo o muerto.
“Es muy difícil cuando sientes un dolor tan grande, pero tienes que... dar entrevistas para alentar al mundo democrático a tomar medidas decisivas”, dijo Tsikhanouskaya en una entrevista con The Associated Press.
Tsikhanouskaya, quien opera desde el extranjero desde hace casi cuatro años, refirió que vivir en el exilio político es un desafío. Es “muy importante no perder la conexión con la gente en el país”, agregó.
Eso será difícil, particularmente dentro de Rusia, donde la mayoría de los rusos todavía reciben noticias sólo de los medios estatales controlados por el Kremlin.
Aunque era el líder de la oposición más famoso de Rusia —carismático y bromista incluso cuando cumplía una condena de 19 años de prisión—, Navalny casi nunca apareció en la televisión estatal, que sólo hizo una mención breve de su muerte.
Es probable que el Kremlin adopte el mismo enfoque con Navalnaya y la aisle de manera efectiva del pueblo ruso mediante un bloqueo de información respaldado por el Estado.
Los expertos de la televisión estatal rusa ya han intentado desacreditarla: sugirieron que usaba demasiado maquillaje y debería haberse cubierto el cabello para el duelo por Navalny, de acuerdo con la tradición ortodoxa rusa.
Publicaciones en las redes sociales que desprecian a Navalnya y su relación con su esposo también aparecieron casi simultáneamente en cuentas operadas por medios estatales rusos, así como otras cuentas sin conexión obvia con el Kremlin que desde hace mucho tiempo han promovido la propaganda rusa, según Reset, una organización sin fines de lucro con sede en Londres que estudia la propaganda, la información errónea y la desinformación en línea.
Desde que las fuerzas de Putin invadieron Ucrania, el margen para la disidencia en Rusia se ha reducido aún más. Las autoridades rusas han endurecido las restricciones a la libertad de expresión y encarcelado a los críticos, con frecuencia gente común, a veces durante décadas. Cientos de personas que depositaron flores en memoria de Navalny fueron detenidas, y persuadir a los rusos para que adopten una postura pública colectiva en contra Putin será casi imposible.
Si bien Navalnaya ha dominado los titulares desde la muerte de su esposo, su desafío será “seguir siendo relevante” cuando el interés inevitablemente se desvanezca, indicó Graeme Robertson, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill y autor de un libro sobre Putin y la política rusa contemporánea.
Podría hacerlo, sugirió Robertson, si apoya a los voluntarios y las redes políticas de Navalny en Rusia para mantenerlos “clandestinos pero vivos”, además de elegir un objetivo en que centrarse a corto plazo.
Al llegar el lunes a una reunión del Consejo de Asuntos Exteriores de la Unión Europea, Navalnaya no perdió tiempo para demostrar cuál podría ser ese objetivo —y su liderazgo en la organización de Navalny.
Sentada junto al jefe de política exterior de la UE, pidió a los líderes occidentales que no reconozcan los resultados de las elecciones presidenciales de marzo, que sancionen a más personas del círculo de Putin y que hagan más para ayudar a los rusos que han huido al extranjero.
La Fundación Anticorrupción de Navalny generó titulares en medios de Occidente y en medios independientes rusos en los últimos años con una serie de videos ingeniosos que convirtieron investigaciones sobre corrupción que de otro modo hubieran sido aburridas en grandes éxitos de internet.
Pero la organización no logró atraer un apoyo más amplio de la población rusa ni producir cambios políticos, ni estableció una estrategia sobre cómo gobernaría.
Tsikhanouskaya, a quien varios estados consideran la líder democrática de Bielorrusia, dijo que hizo prioridad el construir instituciones democráticas y representar a los bielorrusos dentro de Bielorrusia.
Eso incluye un gabinete de transición y plataformas donde “están representados todos los partidos y todas las fuerzas”, explicó, aparentemente alentando a Navalnaya a hacer lo mismo.
Navalnaya podría ser la persona que una a la oposición rusa, que es famosa “por sus desacuerdos y riñas”, sugirió Ashurkov.
“Tiene una gran reputación”, dijo.
Las tareas que tiene por delante son abrumadoras y las afrontará al tiempo que está de luto por su esposo y lucha porque entreguen su cadáver.
“Al matar a Alexei, Putin mató la mitad de mí, la mitad de mi corazón y la mitad de mi alma”, declaró. “Pero todavía tengo la otra mitad y me dice que no tengo derecho a rendirme”.
(AP)