En Rusia hay en la actualidad una red de casi 700 colonias penales, donde se encuentran encerrados los más de 460.000 reclusos que hay en todo el país. Activistas, organizaciones no gubernamentales y ex presidiarios coinciden en que la penitenciaría IK-3 en la que estaba recluido el líder opositor Alexei Navalny es, sin dudas, una de las más duras.
Un abogado ruso afirmó que las condiciones a las que son sometidos en esa prisión equivalen a menudo a una condena a muerte. Según indicó, la colonia “Lobo Polar”, como también se conoce a esa prisión ártica, es “esencialmente una tortura legalizada” que está diseñada para quebrantar física y mentalmente a los presos.
“Es una colonia repugnante”, declaró al sitio de noticias ruso Meduza.
Yamalo-Nenets, donde está ubicada la prisión, es una región autónoma en el Distrito Federal de los Urales, caracterizada por su clima extremadamente frío y su aislamiento geográfico. En invierno la temperatura puede alcanzar los 30 grados bajo cero. La localidad de Jarp, que tiene unos 6.000 habitantes, se encuentra a casi 2.000 kilómetros de Moscú o unas 45 horas en tren desde la capital rusa.
Todas las mañanas, incluso en época invernal, las autoridades carcelarias ordenan a los reclusos que se reúnan fuera de la cárcel para pasar lista vistiendo apenas ropa ligera. En primavera, en tanto, es muy común que se vean afectados por picaduras de mosquitos, por la fragilidad y suavidad de sus uniformes. Las normas son tan estrictas que nadie puede inmutarse: ni por frío ni por alguna picadura. De lo contrario, los guardias los rocían con agua.
Según detalla el periódico británico The Telegraph, también son habituales las palizas y los periodos desnudos en celdas de aislamiento. Los guardias obligan a los presos a desfilar entre bloques, cantar canciones patrióticas y recitar el himno nacional ruso.
En términos de infraestructura, la cárcel de Yamalo-Nenets consta de varios edificios y bloques de celdas, separados por categorías de prisioneros y niveles de seguridad. Las celdas son pequeñas, y los reclusos pasan la mayor parte del día allí dentro, con acceso limitado a actividades recreativas o educativas.
Además, la remota institución está rodeada por un perímetro de seguridad sólido y vigilado, con vallas y torres de vigilancia para prevenir intentos de fuga.
Se encuentra al final de una carretera y fue construida como campo de trabajo de la prisión soviética para extraer piedra en la década de 1960 en una de las regiones árticas más inaccesibles y aisladas del país. Actualmente alberga a cerca de mil presos condenados por delitos graves, entre ellos violadores y asesinos.
La cárcel de Yamalo-Nenets ha sido objeto de múltiples denuncias de abusos y maltratos por parte de los guardias y personal penitenciario. Se han documentado casos de violencia física, negligencia médica y condiciones inhumanas de detención.
Oleh Sentsov es un cineasta ucraniano que pasó cinco años en la cercana colonia penitenciaria “Oso Polar”, que supuestamente tiene un régimen un poco más suave que en “Lobo Polar”.
En 2019, tras recuperar la libertad en un intercambio de prisioneros, dijo que en esa cárcel los presos viven a merced de los guardias, quienes, según denunció, constantemente reparten palizas, realizan descargas eléctricas y amenazas de violación con total impunidad. A los presos considerados “alborotadores”, por ejemplo, los encerraban en una caja en posición fetal y los obligaban a orinarse encima.
“Estás en el purgatorio, donde no tienes derechos, y no sirve de nada ni hay nadie a quien quejarse”, declaró Sentsov.
La politóloga y analista Tatiana Stanovaya, por su parte, afirmó que si una colonia penitenciaria rusa no mata a los reclusos, aplasta sus espíritus: “Famosas por sus condiciones austeras, las instituciones penales rusas infligen daños físicos y psicológicos profundos y duraderos a los reclusos, mutilando efectivamente sus vidas y dejando a muchos individuos permanentemente discapacitados”.
El sistema Gulag fue ampliado masivamente por Joseph Stalin, el dictador soviético. Sin embargo, las prisiones rusas se han utilizado durante generaciones para reprimir la disidencia y controlar a la población.
Incluso, en su libro de 1862 “La casa de los muertos”, el reconocido escritor Fiodor Dostoievski detalló sus propias experiencias en unas memorias ficticias sobre su vida durante cuatro años en la miseria de un campo de prisioneros en Siberia, que describió como “una de las úlceras de la sociedad” y “uno de los agentes destructivos más poderosos”.
El camino de Navalny hasta la prisión de “Lobo Polar” fue tortuoso. Desde que regresó de Alemania tras sobrevivir al envenenamiento con el agente nervioso Novichok, el líder opositor sabía que el Kremlin lo quería muerto. Según los especialistas, y la propia disidencia rusa, quizás no haya ningún lugar más eficaz para acabar con los opositores del Kremlin que el extenso sistema ruso de colonias penitenciarias.
Una vez en prisión fue sometido a varios periodos de incomunicación. El pasado mes de diciembre permaneció desaparecido durante 20 días, durante su reclusión en la región de Vladimir, cerca de Moscú. Semanas después apareció en esta remota cárcel en el Círculo Polar Ártico.
A pesar de las dificultades y de las condiciones extremadamente difíciles, Navalny se mostró en todo momento entero y alegre. A través de sus abogados envió, por ejemplo, un mensaje poco antes de Navidad en el que se burlaba de Putin y bromeaba con ser Papá Noel.
Los analistas aseguran que, incluso en prisión, representaba un serio desafío a Putin. “Ningún otro líder político posterior a Yeltsin construyó desde cero la infraestructura de movilización que construyó Navalny. Nadie más tenía el carisma”, dijo Samuel Greene, profesor de política rusa en el King ‘s College de Londres.
Pese a que era consciente del peligro que corría, en un documental estrenado en 2022 bajo el título “Navalny”, el líder opositor envió un mensaje directo a sus seguidores y a todo el pueblo ruso: “No me callaré y espero que todos aquellos que me escuchan no se callen (...) Tengo algo muy obvio para decirles. No tienen permitido rendirse. Si deciden matarme, significa que somos increíblemente poderosos. Necesitamos usar ese poder de no darnos por vencidos, de recordar que tenemos un enorme poder. No se rindan”.