24 tácticas de presión de China a países de todo el mundo y una oportunidad para comenzar a solucionarlo

El régimen conducido por Xi Jinping somete a decenas de naciones -sean más o menos débiles- con diferentes mecanismos para conseguir una subordinación plena. Sin embargo, esta estrategia podría significar una oportunidad para escapar a ese laberinto

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El jefe del régimen chino, Xi Jinping (Imagen Ilustrativa Infobae)
El jefe del régimen chino, Xi Jinping (Imagen Ilustrativa Infobae)

Desde hace casi once años, tiempo en que Xi Jinping ha conseguido concentrar para sí el poder absoluto, China ha intentado desesperada y agresivamente expandir su influencia a todo el mundo. El jefe del régimen autocrático imaginó convertirse en el hombre que llevaría al país por sobre la potencia que quería destronar, Estados Unidos, y elevarse de esa manera por encima del altar que la historia local había reservado para Mao Zedong. Pretendía que su nación pasara de ser simplemente “el gigante asiático” a trasmutar en un imperio de alcance mundial.

Beijing debía extender, entonces, su presencia territorial en todo el planeta. Xi supo que el dinero acumulado durante los años de bonanza económica serían un buen vehículo para el desembarco en regiones lejanas, como África o América Latina. Esa búsqueda de influencia-dependencia fue acompañada de varias promesas que resultaban soluciones mágicas para gobiernos débiles institucionalmente, que aceptaron con los brazos extendidos las condiciones impuestas.

Se trataba -en teoría- de inversiones en infraestructura crítica y sensible, rescates y salvamentos financieros por fuera de las instituciones internacionales, apoyo diplomático ante conflictos geopolíticos o simplemente créditos para el desarrollo económico, que paradójicamente la región latinoamericana fue decrecer en la última década. Para eso diseñó, entre otras cosas, la Iniciativa de la Ruta de la Seda.

Beijing exigía a cambio amor incondicional, sin reparos ni peros. Más que amor, devoción. Hasta que ese idilio se tranformaría, poco a poco, en extorsión. Pero al mismo tiempo que tejía estos vínculos, sabía que necesitaba mejorar su situación en el Indo-Pacífico.

Ese proceso de intercambio de intereses por necesidades terminó de dejar a la intemperie a aquellos países que se entregaron -desamparados- a las exigencias y manos de Xi, sin capacidad de maniobra ante otras posibilidades de negocios, comercio o inversiones. También encorsetó sus vínculos políticos y diplomáticos. En América Latina lo vivieron varios países: Argentina es el último ejemplo. El swap en yuanes para fortalecer las reservas fue puesto en suspenso por Beijing luego -principalmente- de que el gobierno de Javier Milei quedara a un paso de la adquisición de los cazas norteamericanos F-16.

Otros países lo vivieron en el pasado reciente. La pandemia del coronavirus -originada en la mismísima China- frenó cadenas de envíos de productos a los que el régimen señalaba como “contaminados” sin más pruebas que la palabra de un funcionario con exceso de temor o exceso de mandatos. Incluso, la autarquía exigía a los gobiernos damnificados por esa pérdida comercial que permitieran a funcionarios de su país inspeccionar puertos y aduanas en el extranjero para controlar los procesos de elaboración y embalaje de los productos cuestionados.

La presidenta hondureña Xiomara Castro cedió ante el poder y la presión de Xi Jinping: cortó relaciones con Taiwán. A cambio, el país centroamericano solo consiguió promesas (Reuters)
La presidenta hondureña Xiomara Castro cedió ante el poder y la presión de Xi Jinping: cortó relaciones con Taiwán. A cambio, el país centroamericano solo consiguió promesas (Reuters)

De acuerdo a información confidencial a la que tuvo acceso Infobae, existen cuatro grandes áreas donde China ejerce diferentes métodos de presión contra países de todo el globo, condicionándolos: coerción comercial, militar, diplomática y psicológica o cognitiva. Todas ellas podrían, a su vez, desplegarse en 24 puntos que seguramente sean más dependiendo del contexto de cada uno de esos estados.

Las naciones afectadas pueden ser cercanas o alejadas de sus costas continentales. Aunque la proximidad o no es un tema relativo. El Partido Comunista Chino (PCC) utiliza una flota irregular de cientos de buques “pesqueros” que se encargan de monitorear lo que ocurre en otras latitudes. Es la otra gran armada de Xi. El Atlántico Sur es uno de sus destinos favoritos. Pero no escapa a esa iniciativa otros océanos.

Los intereses por los cuales Beijing ejerce este tipo de estrujamiento gubernamental pueden ser territoriales o comerciales, indistintamente, con un único objetivo: interferir en su política interior y someterlos a una dependencia terminal.

Presiones comerciales

La herramienta más próxima que tiene China para oprimir otro país radica en la automática prohibición de la importación de bienes de consumo. Sucede, sobre todo, con alimentos no procesados como pescados, mariscos, frutas, verduras y carnes que llegan a sus puertos de todas partes, cruzando en cargueros miles y miles de kilómetros. Un sólo altercado diplomático o algún tipo de traba o malestar podría derivar en el inesperado “hallazgo” -automático- de un organismo potencialmente nocivo en algún producto que dé por tierra con el comercio con ese país por varios meses, socavando su economía y provocando un dolor de cabeza interno. Japón lo vivió en los últimos meses con su industria marítima, pese a las evidencias en contra.

Otra forma que tiene el régimen de golpear la economía diaria de los países con la táctica de “nutrir, atrapar y matar”. Consiste en asistir a un sector económico de determinado país (nutrirlo), fomentar su desarrollo y comprar sus productos (atrapar) y luego interrumpir ese comercio (matar), provocando una dependencia absoluta o una ventaja futura sobre la compra de ese bien. Esta táctica puede verse en diferentes industrias: la minera (el litio y el oro, en Sudamérica y África) es una de las principales. Pero también se da en productos agrícolas: la compra masiva de un producto genera un boom de ventas, hace crecer un sector, genera un ingreso voluminoso de divisas, pero volviéndolo luego adictivo a China. En la región, la soja y sus derivados podrían servir de ejemplo. En junio de 2021, Australia sufrió la venganza china. Tras pedir una investigación profunda sobre el origen del Covid-19, Beijing cortó el flujo de carbón y vino, generando una crisis diplomática sin precedentes.

También puede enumerarse la suspensión de la importación de productos alegando reinscripción defectuosa o problemas legales en su etiquetado. Es, ante la falta de algún hallazgo biológico inesperado, una alternativa.

Entre las tantas herramientas para influir en la política interna de los países también figura iniciar procesos burocráticos tendientes a imponer barreras comerciales temporales, ampliando plazos hasta fechas próximas a elecciones. Un mensaje inequívoco que cualquiera podría entender si Beijing sospechara que un gobierno potencialmente hostil a sus intereses podría ganar en las urnas. De esta forma crean malestar comercial, afectan los números de la economía y genera el malhumor de un sector específico -sino absoluto- de la producción interna. Taiwán tiene varios trámites interrumpidos con el continente hasta el 12 de enero de 2024, un día antes a las elecciones presidenciales.

FOTO DE ARCHIVO: Un grupo de islas en disputa, la isla Uotsuri (arriba), Minamikojima (abajo) y Kitakojima, conocidas como Senkaku en Japón y Diaoyu en China en el Mar de China Oriental. El régimen de Beijing endurece sus políticas hacia Tokio por este conflicto territorial y su apoyo a Taiwán (Reuters)
FOTO DE ARCHIVO: Un grupo de islas en disputa, la isla Uotsuri (arriba), Minamikojima (abajo) y Kitakojima, conocidas como Senkaku en Japón y Diaoyu en China en el Mar de China Oriental. El régimen de Beijing endurece sus políticas hacia Tokio por este conflicto territorial y su apoyo a Taiwán (Reuters)

Iniciar investigaciones antidumping engorrosas y duraderas que interrumpen y suspenden la importación de productos, una maniobra paradójica teniendo en cuenta algunos de los precios de los productos chinos que aniquilan otras economías, figura en el listado.

La presión fiscal o judicial sobre empresas extranjeras radicadas en China continental es para tener en cuenta. De esta manera, consiguen la intermediación de las embajadas para sentarlas a negociar, si es un país con el que tienen relaciones. Estos casos se repitieron en los últimos meses, aunque sin comunicación formal alguna: Terry Gou -dueño de Foxconn, una mega corporación tecnológica- tuvo una fugaz candidatura para las elecciones presidenciales de Taiwán. Sin embargo, desistió de sus intenciones tras la brutal persecución a sus filiales en las provincias chinas de Guangdong y Jiangsu. La noticia la publicó Global Times, el diario propagandístico del PCC. Japón tampoco escapa a esta lógica y también enfrenta persecución a ejecutivos nacionales: Hiroshi Nishiyama, de la farmacéutica Astellas Pharma está preso desde marzo. Beijing lo acusa de espionaje. Hace 20 años que vive en la capital china y es una figura pública y referente japonés en el país.

Cooptar empresarios de diferentes países y rubros para que realicen declaraciones grandilocuentes sobre los beneficios de hacer negocios con China. Estas campañas son alentadas por el PCC, que controla las cámaras comerciales e industriales locales que ejercen presión, a su vez, sobre las representaciones extranjeras. Los hombres de negocios que no accedan podrían ver comprometidas sus transacciones. Incluso, en ocasiones, son “invitados” a apoyar públicamente las opiniones del PCC.

Presiones militares

Los países que más padecen las presiones militares son aquellos que conforman la primera barrera marítima de China, los del Indo-Pacífico. La comprenden: Japón, Corea del Sur, Taiwán, Filipinas y Vietnam. En mayor o menor medida, estos países sufren las hostilidades -directas o indirectas- tanto del Ejército de Liberación Popular (ELP) como de la armada marítima irregular que compromete la navegación libre allí donde Beijing lo disponga. Se trata de los buques “pesqueros” que realizan todo tipo de tareas -además del tendido de redes en las profundidades oceánicas- para cumplir con las diferentes misiones que se les encomiende desde el PCC. Estas tácticas de amedrentamiento podrían resumirse en:

- El envío diario de aviones militares y buques de guerra.

- La difusión de vídeos propagandísticos de ejercicios militares para crear una situación militar tensa en toda el área de influencia y socavar la moral de sus adversarios.

- Disponer deliberadamente portaaviones surcando zonas prohibidas.

- Maniobras temerarias, tanto de barcos como de aviones, contra otras naves de países vecinos. Son numerosos los ejemplos de acciones de interceptación contra buques de guerra y cazas.

- Presión sobre otros países para impedir la venta de armamento defensivo a aquellas naciones que se vieran amenazadas por Beijing.

- Declaraciones intimidatorias de altos mandos militares de China contra otros países.

- Lanzamiento y pruebas de misiles. Apenas dos días después de la visita de Nancy Pelosi a Taipei, el 4 de agosto de 2022, Japón denunció que China había disparado misiles balísticos que cayeron en su zona de exclusión económica. No fue un error: Beijing también reclama islas bajo el poder de Tokio en esa área marítima.

- Aumento de las presiones para la compra de armamento chino en varios continentes. América del Sur, África, países del Golfo y de Asia -como Pakistán, enfrentado a India y Birmania y Bangladesh-, ven cómo Beijing tiende cada vez más puentes para que adquieran sus aviones y blindados. Para ello despliega no sólo a sus agregados militares, sino a delegaciones de uniformados que visitan oficinas gubernamentales de forma seguida. Muchos de esos vehículos presentaron, a lo largo de los años, serios problemas de rendimiento, calidad, funcionalidad y mantenimiento. Paradójico: China no usa los productos que ofrece a estas naciones: ni los 8x8 Norinco ni los JF17.

Presiones diplomáticas

Desde que Xi Jinping decidió incrementar la presencia de su país en el exterior de forma más combativa, desplegó una nueva forma de diplomacia conocida como Wolf Warrior. Se basa, principalmente, en la implementación de una política exterior agresiva en la que se intimida y agrede de manera explícita a aquel país que se atreva a cuestionar ante organismos multinacionales, por ejemplo, violaciones a los derechos humanos, deslealtades comerciales o cuestiones de infraestructura deficiente. Las embajadas tienen la orden, además, de responder a los medios periodísticos ante cualquier concepto que consideren agraviante.

Las delegaciones diplomáticas chinas, en cada país, exigen que se acepte únicamente el principio de “una sola China” establecido por el PCC. De esta manera excluyen de conversaciones a las oficinas diplomáticas taiwanesas, impidiéndoles participar de reuniones públicas o de intercambios oficiales entre los gobiernos. Pero van más allá: también ejercen presiones sobre instituciones públicas que celebren cualquier tipo de acción con esos enviados de Taipei. El 15 de marzo pasado, la presidenta hondureña Xiomara Castro, rompió las históricas relaciones con la isla por pedido de Beijing. Las inversiones prometidas por el régimen a Tegucigalpa aún no llegaron. Es probable que la espera se convierta en eterna.

Las defensas en las playas de Kinmen, Taiwán. Del otro lado del mar puede verse Xiamen, en la provincia china de Fujian. Taipei sufre el acoso y las hostilidades a diario por parte de Beijing (Laureano Pérez Izquierdo/Infobae)
Las defensas en las playas de Kinmen, Taiwán. Del otro lado del mar puede verse Xiamen, en la provincia china de Fujian. Taipei sufre el acoso y las hostilidades a diario por parte de Beijing (Laureano Pérez Izquierdo/Infobae)

Otra de las maniobras es multiplicar en cada gobierno local la narrativa respecto al “abandono de los Estados Unidos” o al “escepticismo” en relación a los frutos que podrían derivar por el vínculo que esa nación mantenga con Washington. El objetivo de este relato -repetido en cada cancillería en la región y en el resto del planeta- es socavar las relaciones que pudiera haber entre la superpotencia y cada país donde Beijing pretende influir.

Por último, el Ministerio de Asuntos Exteriores comandado por el canciller Wang Yi busca promover la designación de embajadores “amistosos” con China, que en definitiva ayuden más a los objetivos del PCC que a los propios intereses que representan. Por lo general, estos diplomáticos terminan preocupándose más por llevar negocios chinos a sus países que vender la industria o los recursos propios al gigante asiático. La tentación de convertirse en un embajador del 5G de Huawei se repitió en los últimos años en todo el hemisferio.

Guerra cognitiva

Otra forma de ejercer presión sobre países dependientes es mediante el uso de una guerra psicológica o cognitiva. Esto se da en varios ámbitos, pero sobre todo las declaraciones de funcionarios del régimen y en la multiplicación de fake news y en la elaboración de narrativas y creencias falsas. Todas ellas pueden ser difundidas por medios de comunicación propios o redes sociales de gran penetración en todo tipo de públicos, como TikTok.

Beijing emite sus críticas públicas sobre determinados candidatos presidenciales que pudieron ser hostiles o severos con la falta de libertades que se viven en China. Pueden ser postulantes tanto cercanos como alejados geográficamente. Si no tiene una cercanía regional, opta por hostigamiento en redes sociales, sin pronunciamientos oficiales. Para ello cuenta con un ejército de trolls que minan de mensajes diferentes plataformas en todo el mundo, intentando influir en las decisiones electorales de cada país.

Otro de las artimañas ejercidas desde la cúpula del PCC tiene que ver con la manipulación de encuestas apócrifas para orientar el sentimiento de los votantes. Se da sobre todo en la aparición de empresas “extranjeras” que nadie conoce que publican resultados inexistentes sobre un universo poblacional que jamás fue consultado. Ficción.

FOTO DE ARCHIVO: El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y el jefe del régimen chino, Xi Jinping, durante una cumbre bilateral en la finca Filoli, al margen de la cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), en California, Estados Unidos, el  pasado 15 de noviembre (Reuters)
FOTO DE ARCHIVO: El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y el jefe del régimen chino, Xi Jinping, durante una cumbre bilateral en la finca Filoli, al margen de la cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), en California, Estados Unidos, el pasado 15 de noviembre (Reuters)

En esas misma campaña contra un candidato, los jerarcas chinos buscan crear una atmósfera que relacione los comicios -que tengan algún grado de compromiso con el futuro de las relaciones de ese país con China- con “paz o guerra” y “prosperidad o decadencia”.

Otra herramienta que utilizan los trolls chinos es la difusión de desinformación generada por Inteligencia Artificial. Si bien muchas de las declaraciones que explotan online suelen ser desmentidas al poco tiempo, el daño fue hecho y en ocasiones, quien recibió esa información falsa nunca accede a la desmentida. Las deep fake son cada vez más comunes en la guerra psicológica durante elecciones. En ocasiones son para favorecer, además, al candidato más cercano al régimen.

Cómo desarmar esta presión

Los países afectados por la dependencia hacia China deberían comenzar a preocuparse: la presión aumentará con el tiempo, pese a los intentos de Beijing por mostrarse como una nación receptiva y segura para los negocios. En los últimos meses, Xi Jinping se exhibió abierto y amigable con mandatarios de todo el mundo, a quienes hasta hace poco despreciaba: desde Anthony Albanese, primer ministro de Australia; pasando por Fumio Kishida, de Japón; hasta Joe Biden, presidente de los Estados Unidos. Con todos se sentó a conversar largo tiempo el jefe del régimen comunista.

Se trata, en verdad, de una táctica de seducción para que los inversores retornen a China ante un preocupante escenario económico que no logra dejar atrás. Los números son cada vez más preocupantes.

No obstante ello, la expansión colonial china continúa en pie. En todo el planeta. Y las presiones a los países más débiles en el mapa se mantendrán inmodificables. La manera que tienen de salir de la encerrona impuesta por el régimen es conociendo la mejor forma de responder ante cada embate. Una colaboración conjunta -y silenciosa- entre aquellos países asfixiados por el PCC -en la que se compartan experiencias y resoluciones prácticas a las hostilidades- podría ser un primer paso para desarmar las trampas de Beijing. Antes de que sea demasiado tarde.

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