“Encontré un viejo calendario donde escribía cada día cómo me sentía, cartas a mi familia, a mis nietos, mis hijos, a mi marido.. Si no, me hubiera vuelto loca”, cuenta en una entrevista con EFE la argentina-israelí Ofelia Feler de Roitman, rehén de Hamás durante 53 días, de los que 46 pasó sola, a oscuras y sin casi comida.
“Es muy hondo, muy fuerte todo lo que viví. Nunca en mi vida estuve tan sola”, confiesa en una conversación en Jerusalén, acompañada de su sobrino Hernán Feler, popular comentarista deportivo en Argentina, que se ha convertido en una de las voces más poderosas en español que clama por los secuestrados.
Ofelia, de 77 años, lamenta que sus captores no le dejaron llevarse consigo ese viejo almanaque donde volcó durante semanas sus sentimientos y pensamientos. “Lo tiraron al suelo y le prendieron fuego”, relata sobre el paradero de esas cartas en el día 47 de su cautiverio, cuando le comunicaron que sería trasladada a otro lugar a seis días de su liberación, aunque ella entonces no sabía el motivo.
Ofelia fue secuestrada en su casa del kibutz Nir Oz, cercano a la Franja y donde viven muchas familias de origen argentino, ese negro 7 de octubre, cuando unos ocho hombres de Hamás cosieron a balazos la puerta del bunker de su casa en el que se refugió cuando saltaron las alarmas y, con una herida grave en un brazo, se la llevaron a Gaza en un tractor, al que la tiraron “como un saco de papas”.
En el enclave, un médico le colocó un vendaje nada más llegar, pero ya ha necesitado dos cirugías desde que salió el pasado 28 de noviembre, y la semana que viene se someterá a una tercera para terminar de cerrar la herida.
La herida que tardará más en cicatrizar es la mental y la semana que viene también va a comenzar terapia, aunque Ofelia -quien llegó en 1985 a Israel, donde han nacido sus tres hijos y nueve nietos- afronta ese episodio de su vida con una fortaleza y entereza que sorprende a su familia.
“El verme fuerte es muy lindo y soy muy optimista. Pero empiezo la semana que viene un tratamiento porque necesito sacar todo de dentro, que es mucho. Hay cosas que saco con mi familia, pero es mucho lo que llevo adentro”, dice mientras se lleva la mano al corazón.
Pasó su cautiverio sola, en la casa de un matrimonio gazatí, en una zona urbana y bulliciosa, cerca de un mercado, donde “celebraban cuando los proyectiles alcanzaban Tel Aviv o Beersheva”. Pero no sabe exactamente dónde.
“Me dejaban sola todo el día, encerrada bajo llave y casi sin luz. Hablaba muy poco con ellos porque casi ni hablaban inglés. De ella supe que se llamaba Aileen, de él casi nada, solo que le decían ‘el técnico’ y que tenía una pistola, pero no armas largas”, relata Ofelia.
Un día que sintió temblar el suelo preguntó si había sido un terremoto. Le explicaron que no, que debajo de la casa se instalaba una lanzadera de cohetes, que se había estropeado, y que ‘el técnico’ la estaba tratando de arreglar.
“Yo solo podía pensar en que si fracasaba, el cohete me caería a mi. Estuve una semana de llanto continuo con mucho miedo”, recuerda.
Y con ese miedo pasó las dos primeras semanas, “en una situación no de loca, pero más o menos”, hasta que encontró el almanaque donde volcó sus pensamientos y decidió aprovechar las largas horas sola en casa para caminar por el salón.
Además de miedo, también pasó hambre: “Me daban en la mañana un trocito de pan pita, con zataar, muy duro y viejo. Yo lo metía en el vaso de té para poder tragarlo. Por la noche me daban un plato de arroz seco”.
Pero todo eso lo sobrellevó, lo único que no podía soportar era la añoranza por su familia. “Reencontrarse con ellos fue como tocar el cielo”, rememora sobre su liberación, el quinto día de la tregua de una semana a finales de noviembre entre Israel y Hamás, que permitió el canje de 105 rehenes por 240 presos palestinos.
Seis días antes de su liberación, la trasladaron a un hospital y allí se reencontró por primera vez con otros secuestrados, algunos vecinos suyos de Nir Oz. Hasta que ese 28 de noviembre, sin saber a dónde iba, la vistieron “como las árabes”, la metieron con otras siete mujeres en una furgoneta y salió para siempre del enclave.
“Todos los días pido por la liberación de todos los rehenes”, comenta sobre los 129 cautivos que quedan dentro, aunque se estima que una veintena están muertos.
“Me da mucha tristeza pensar en todo lo que vivió. Me duele el alma. Pero siento un orgullo muy grande por su fortaleza mental y anímica”, reconoce su sobrino Hernán Feler, que después de 26 años sin pisar Israel ha regresado para reencontrarse con Ofelia.
“Estamos aliviados después de tanto dolor, incertidumbre y tristeza que vivimos durante 52 días. Pero hay que seguir luchando hasta que vuelvan todos”, remarca Feler, que creó la fundación Juntos por Isreal para ayudar a las víctimas del brutal ataque de Hamás.
(Con información de EFE)