Menos de la quinta parte del personal permanece en la ocupada central nuclear de Zaporizhzhia, sometido aún a presión psicológica y tortura, mientras que los residentes siguen huyendo de la ciudad de Energodar en la que se encuentra la planta, según dijo a la agencia EFE el alcalde legítimo de Energodar, Dmitró Orlov.
“La catastrófica falta de especialistas” es un problema fundamental en la central, que está siendo utilizada por unos 1.000 soldados rusos como base militar, dijo Orlov en una llamada telefónica.
En la mayor central nuclear de Europa, ocupada por Rusia desde marzo de 2022, sólo quedan 2.000 de los 11.000 efectivos que había previamente. Muchos otros han sido “ahuyentados y heridos físicamente”, asegura.
“Algunos han sido sacados directamente de sus puestos de trabajo por el FSB (Servicio Federal de Seguridad de Rusia) y arrojados a cámaras de tortura”, explica Orlov.
Desde hace tiempo se presiona al personal para que acepte la ciudadanía rusa y firme contratos con la agencia nuclear rusa, Rosatom, denuncia Kiev.
Los turnos, en los que se manejan equipos de importancia crítica, se hacen ahora con solo dos miembros de la plantilla, en lugar de 6 ó 7 que lo hacían anteriormente, afirma Orlov.
El alcalde legítimo de Energodar asegura que parte de la maquinaria se está degradando sin el mantenimiento adecuado.
Los intentos de Rusia de contratar a sus propios especialistas han fracasado en gran medida, según el regidor, y no hay ningún salario capaz de compensar eventuales sanciones internacionales y por el trabajo cerca de la línea del frente.
A pesar de la inmensa tensión, el personal restante en la planta nuclear, algunos de los cuales se niegan a someterse a las exigencias rusas, siguen “sirviendo y garantizando la seguridad nuclear” no sólo de Energodar y Ucrania, sino de Europa e incluso del mundo entero, afirma.
Los demás habitantes de Energodar, donde quedan 10.000 residentes frente a los 50.000 que había antes de la invasión, siguen enfrentándose a un número cada vez mayor de problemas, afirma Orlov.
“Lo que está ocurriendo allí no tiene nada que ver con la ley, la de Ucrania o incluso la de Rusia”, enfatiza Orlov.
“Sin juicios ni investigaciones previas”, los rusos irrumpen en los apartamentos de la gente, les registran y les roban. “Nacionalizan”, como dicen, para su propio uso las viviendas de los que se han marchado, añade.
Más de un millar y medio de residentes, hombres y mujeres, también han sido llevados a las llamadas cámaras de tortura, asevera el alcalde.
Los que consiguen salir muestran múltiples huellas de electrocuciones y palizas que sufrieron mientras estuvieron retenidos en condiciones paupérrimas, denuncia Orlov.
“Los rusos no necesitan una razón concreta para detener a nadie. Algunos llevan allí más de un año y ni siquiera sabemos si están vivos”, recalca.
“Los lugareños viven en la anarquía y en un estado de miedo, temerosos incluso de salir de sus casas”, subraya además.
A su vez, los hospitales locales se han adaptado para atender a los soldados rusos. A menudo los habitantes no pueden acceder a los servicios médicos, sobre todo si no tienen pasaporte ruso.
Desde hace al menos medio año, Rusia intenta obligar a la población local a solicitar la ciudadanía rusa, limitando el acceso a los servicios básicos sin ella.
La población es mayoritariamente proucraniana, afirma Orlov. Sin embargo, sus documentos ucranianos son rutinariamente confiscados o destruidos en los numerosos puestos de control, dejando a sus propietarios en un peligroso limbo.
La educación por su parte se parece más a una “zombificación”, con pocos profesores que acepten colaborar con los rusos y su programa escolar impuesto en las zonas ocupadas.
En su lugar, algunos niños de la ciudad ocupada estudian en escuelas en línea dirigidas por sus profesores en los territorios “libres”.
En general, la comunicación con la ciudad ocupada es complicada. Los residentes temen que sus llamadas o mensajes sean interceptados y rastreados por los equipos de vigilancia rusos que operan en Energodar.
Los que huyeron de la ciudad están dispersos por Ucrania y el extranjero. El alcalde agradece el apoyo que reciben del gobierno y de las comunidades locales en otros países.
Sin embargo, sólo la liberación de Energodar podría ayudarles a volver a una vida normal, insiste.
“La única forma de detener al enemigo al que nos enfrentamos es derrotarlo. Cualquier compromiso sería efímero, como Ucrania y otros países han comprobado en repetidas ocasiones”, sentencia Orlov.
(Con información de EFE)