No eran todavía las seis de la mañana del viernes en Israel cuando comenzaron a sonar las sirenas en la ciudad de Sderot. La señal clara de que se había roto el cese al fuego. La batería de defensa logró interceptar el misil lanzado desde Gaza. Diez minutos más tarde se reportaban duros combates entre milicianos de la Brigada Al Qassam de Hamas y soldados israelíes en la zona de Sheik Radwan y sobre la estratégica ruta de Salah a Din, en la periferia sur de la Ciudad de Gaza. Al mismo tiempo despegaban los aviones israelíes y lanzaban su primera ronda de proyectiles sobre una columna de terroristas que estaban tomando posiciones. Tras una semana de intercambio de rehenes y prisioneros, se reanudó la guerra que de acuerdo a Estados Unidos “no puede ser de meses, sino semanas” y que según el primer ministro Benjamin Netanyahu “tomará el tiempo que tiene que tomar hasta la victoria”.
A la administración Biden le preocupa cada vez más que una próxima ofensiva israelí en el sur de Gaza provoque miles de víctimas civiles palestinas más, desbarate nuevas liberaciones de rehenes e interrumpa el creciente flujo de ayuda humanitaria, lo que provocaría un aumento de las críticas nacionales e internacionales que tachan a Washington de cómplice de las acciones de Israel. Unas horas antes había estado en Tel Aviv el Secretario de Estado, Antony Blinken, y según la prensa israelí le dijo a Netanyahu que “la forma en que lucharon en el norte no se puede repetir en el sur”. A lo que Netanyahu contestó que “prometimos eliminar a Hamas y nada nos detendrá”.
Si bien en público, Biden y algunos funcionarios de su administración relativizaron las cifras de muertos dadas por el ministerio de Salud de la Franja de Gaza dominado por Hamas, en privado coinciden con el número de casi 15.000 muertos desde que comenzó la guerra tras el golpe terrorista del 7 de octubre que dejó, a su vez, 1.200 fallecidos del lado israelí. Y atribuyen esta altísima cifra de víctimas en tan pocos días al uso indiscriminado por parte de Israel de bombas y misiles de excesivo calibre para el combate urbano.
“Está más allá de todo lo que he visto en mi carrera”, dijo Marc Garlasco, asesor militar de la organización holandesa PAX y ex analista de inteligencia del Pentágono. Para encontrar una comparación histórica de tantas bombas de gran tamaño en un área tan pequeña, dijo, tal vez “tengamos que remontarnos a Vietnam, o a la Segunda Guerra Mundial.” Garlasco es uno de los expertos que calculó las bajas y el tipo de armamento utilizado en la primera fase de la ofensiva en Gaza. Se utilizaron bombas de 1.000 kilos cuando regularmente el ejército estadounidense utilizó unas de 250 a 500 kilos cuando luchó contra el ISIS en la ciudad de Mosul, Irak, en 2014. Y esto hizo que el 67% de las víctimas de Gaza sean mujeres y niños. “Y hay que tener en cuenta que una organización como Hamas no tiene mujeres combatientes, son sólo hombres”, explicó Garlasco. Los generales israelíes explican que se tuvieron que utilizar este tipo de armamento para luchar contra un grupo terrorista de 30.000 milicianos que se esconden en túneles. “Nunca nadie antes tuvo que pelear con enemigos que se esconden todos y todo el tiempo a cien metros bajo tierra debajo de los hospitales y escuelas”, dijo un asesor militar israelí a la televisión de su país.
“Hemos dejado claro a los israelíes que no les apoyamos en sus operaciones en el sur a menos que tengan un plan para hacer frente al aumento de la población civil”, fue la explicación del portavoz de seguridad nacional de la Casa Blanca, John Kirby, cuando habló con los periodistas en Washington el viernes. El Pentágono está presionando para que se establezcan límites operativos estrictos en torno a lo que un funcionario denominó “zonas de desconflicto”, donde los civiles pueden ser “inmunes a la actividad cinética”, incluidas instalaciones de la ONU, hospitales y escuelas donde los desplazados de Gaza han buscado refugio. “La noción básica”, abundó Sullivan en el programa “Face the Nation” de la CBS, es que “las operaciones militares que siguen deben aprender las lecciones del norte para aplicarlas en cualquier otra empresa. Eso es algo que hemos estado discutiendo largamente con los israelíes”.
El plan de las Fuerzas de Defensa Israelíes (IDF) es “peinar” la franja de norte a sur por sectores de unas pocas cuadras e ir liberándolos para que los civiles puedan ir desplazándose. Una operación de alta tecnología que muestra el uso directo de la Inteligencia Artificial en las acciones bélicas. “Hablamos continuamente con cualquiera que tenga lecciones aprendidas sobre esta zona, incluidos nuestros homólogos estadounidenses”, dijo el portavoz de las Fuerzas de Defensa de Israel, Amnon Sheffler, en una sesión informativa en la embajada israelí en Washington. “No creo que hasta ahora haya grandes lecciones que se nos hayan escapado”.
Israel insiste en que sus tropas deben llevar a cabo operaciones militares en Khan Yunis, la principal ciudad del sur de Gaza donde cientos de miles de civiles palestinos huyeron bajo las órdenes de evacuación de las FDI y donde Israel dice ahora que Hamas está operando. “Los terroristas de Hamas se desplazaron junto con los civiles hacia el sur”, dijo Sheffler. “Así que, para alcanzar nuestros dos objetivos, liberar a los rehenes y desmantelar Hamas, es necesario actuar también allí”.
Cómo será el asalto a la zona donde los propios israelíes ordenaron a los civiles que se desplazaran, también formó parte de las conversaciones que mantuvieron en Doha, Qatar, en los últimos días el director de la CIA, William Burns, y sus homólogos, David Barnea del Mossad israelí, el general Abbas Kamel, de los servicios secretos de Egipto, y el jefe de la inteligencia qatarí, Mohammed bin Ahmed al Misnad. Tras lograr la liberación de 80 mujeres, niños y extranjeros que habían sido tomados como rehenes por Hamas, también discutieron qué hacer con los desplazados y cómo contenerlos una vez que se produzcan los combates. Egipto ya dejó en claro que no está dispuesto a recibir una ola de dos millones de refugiados desde Gaza. “La solución debe encontrarse dentro de los límites de la Franja”, coincidieron.
Los jefes de la inteligencia de los cuatro países también intentaron destrabar un último intercambio de prisioneros antes de que se rompiera el alto al fuego. Pero para entonces ya se había roto la confianza creada hasta ese momento y que había logrado el éxito del retorno a Israel de una buena parte de los cautivos. Hamas dijo no tener información sobre tres mujeres soldados que secuestraron el 7 de octubre y de las que Israel tiene evidencias de que se las llevaron vivas. “Tal vez estén en manos de otras organizaciones armadas”, repiten los terroristas. En Tel Aviv y en Washington no les creen. Por su parte, los palestinos también se sienten traicionados cuando por el acuerdo del alto al fuego se convino la liberación de 130 presos mujeres y menores, pero al mismo tiempo fueron encarcelados desde que comenzó este conflicto más de 3.200, entre ellos 125 mujeres y 145 menores. Hamas todavía tiene a 150 rehenes israelíes.
Todo indica que los próximos días serán de combates intensos y de desplazamientos forzosos masivos casi permanentes. Los generales israelíes saben que la “ventana de legitimidad” que tienen para actuar en Gaza se les está cerrando y que cuentan con dos o tres semanas más para acabar con la cúpula militar de Hamas. Desde Washington ya advirtieron que “tenemos que tener una Navidad en paz”. Luego, dijeron, podrá continuar la “limpieza” de Gaza por algunos meses más.