Rusia celebrará en marzo de 2024 sus elecciones presidenciales y, aunque Vladimir Putin no haya anunciado aún su candidatura de manera formal, el líder del Kremlin ya está en campaña.
La carrera por la presidencia se abrió formalmente este miércoles, cuando Putin se reunió con los representantes de las comisiones electorales cuyo rol será fundamental el año entrante ya que serán los encargados de asegurarle una victoria indiscutible.
En su 30 aniversario, el mandatario pidió a la Comisión Electoral Central (CEC) que vele por la legitimidad de los comicios y que sea “evidente” la transparencia en este proceso, aunque difícilmente se logre sortear el fraude que desde el 2011 se adueña de las elecciones en el país.
A continuación, Putin condecoró a los funcionarios -posiblemente por adelantado, por las tareas que realizarán el próximo 17 de marzo- y hasta alabó su labor durante los comicios celebrados en septiembre en las cuatro regiones ucranianas anexadas, Donetsk, Lugansk, Kherson y Zaporizhzhia: “Sólo quiero darles encarecidamente las gracias en mi nombre y del país por su coraje y lealtad a Rusia”.
Fiel a su estilo, el líder del Kremlin ya abrió el paraguas a sospechas extranjeras y advirtió a Occidente por los supuestos intentos de inmiscuirse en este proceso. “En lo que se refiere a las acciones del Estado, en adelante seguiremos haciendo todo lo posible para evitar cualquier intromisión ilegal o intento de presión o injerencia externa e interna durante el proceso electoral”, aseveró.
Este -se cree- sería uno de los pilares de su campaña ya que la falta de victorias en el frente en Ucrania lo obligan a cambiar el foco de su discurso y apuntar contra la OTAN y actores aliados.
Putin, que se esforzó por vaciar a posibles candidatos sucesores, se mostró muy interesado en los comicios de marzo aunque aún no ha anunciado su búsqueda de una reelección. Fuentes cercanas al Ejecutivo ruso sostienen que la noticia se dará a conocer en diciembre -poco después de que se confirme la fecha de los comicios- y respaldará su lanzamiento en la controvertida reforma constitucional aprobada en 2020 que le permite mantenerse en el cargo hasta 2036, incluso a pesar de haber asumido en el 2000.
Claro que, de todas formas, un cambio de reglas no sería suficiente para que el mandatario conserve su lugar; le será necesario contar con el respaldo de la mayoría del pueblo... o por lo menos, que así lo parezca.
Si bien este miércoles puso el énfasis en garantizar elecciones “limpias”, que constituyan un factor “decisivo desde el punto de vista de la preservación de la estabilidad política interna”, lo cierto es que el Kremlin tiene en su poder una amplia maquinaria fraudulenta que, con poco esfuerzo, pone en marcha. Se trata del sistema de voto electrónico que, inclusive, ha sido definido por la oposición como el principal instrumento de fraude oficialista.
En ese sentido, la presidente de la CEC, Ela Pamfílova, informó que decenas de millones de rusos podrán votar en línea y que, gracias a esto, se podrá incrementar notablemente la confianza. Sin embargo, observadores independientes desmintieron esta versión y aseguraron que este método les resulta imposible de fiscalizar.
“Ella tenía razón, es uno de los mejores (sistemas electorales) del mundo”, la respaldó Putin y destacó, también, la presencia de cámaras de video “en la gran mayoría de colegios electorales”, que constituyen una “eficaz forma de control civil y social”. “En ningún lugar del mundo se utilizan tanto como en nuestro país”, continuó alabando el mandatario.
Hay, por otro lado, otro factor clave en la construcción de un nuevo mandato de Putin. Se trata del vacío de candidatos que puedan competirle, tanto en la oposición como al interior de su bloque.
Si bien puertas para afuera el Kremlin manifestó su rechazó a la propuesta del líder chechén, Ramzán Kadírov, que sugería que el ruso sea el único candidato, puertas adentro todos los partidos con representación parlamentaria saben que competirán sin posibilidades. Inclusive el opositor más fuerte Alexéi Navalni manifestó su voluntad de coordinar a la disidencia aunque esta tarea es extremadamente difícil de realizar tras las rejas.
Este escenario de fraude sistemático y sostenido durante décadas, y la falta de opciones que garanticen una salida, ha llevado al pueblo a descreer de las elecciones. En los últimos años, el nivel de participación no ha dejado de caer, con especial foco en las grandes ciudades.
(Con información de EFE)