La flota pesquera china depreda los océanos que rodean Sudamérica. Cada año, alrededor de 400 barcos recorren más de 16.000 kilómetros desde China hasta llegar a las aguas del Pacífico y del Atlántico Sur, para situarse en los límites de las zonas económicas exclusivas de países como Argentina, Brasil, Ecuador, Perú, Chile y Uruguay.
Allí, en altamar, los pesqueros comienzan sus faenas. Buscan calamares gigantes pero en realidad se llevan de todo, incluso especies en peligro de extinción, como los tiburones.
Lo que no se conocía hasta el momento es el nivel de explotación al que están expuestos los trabajadores de estos barcos.
The Outlaw Ocean Project, una organización periodística sin fines de lucro con sede en Washington, elaboró un detallado informe que da cuenta de las condiciones de esclavitud a las que están sometidos los trabajadores. Y denuncia que, muchas veces, incluso llegan a morir en altamar por falta de una atención médica adecuada.
Cita el caso de Fadhil, un indonesio de 24 años, quien estaba trabajando cerca de las costas de Perú en un barco pesquero chino llamado Wei Yu 18. “Primero, tenía mucha sed. Entonces comenzaron las convulsiones. Demasiado cansado para levantarse, no podía orinar y vomitó toda el agua que bebía. (...) Cuando comenzó a sentirse mal, le rogó a su jefe que lo enviara de regreso para recibir atención médica y cuidado en tierra firme. El jefe rechazó el pedido, le dio sólo un antiinflamatorio y dijo que su contrato no había terminado”, relató la organización en su informe.
Después de casi un mes de sentirse muy mal, Fadhil le dijo a otro marinero indonesio llamado Ramadhan Sugandhi: “Mi cuerpo necesita llegar a mis padres”. Murió al día siguiente, el 26 de septiembre de 2019. El capitán ordenó a la tripulación envolver el cadáver en una manta y guardarlo en el congelador junto con los calamares. Menos de dos días después, la tripulación colocó a Fadhil en un ataúd de madera, junto con una cadena de ancla para ayudar a que el ataúd se hundiera, y lo arrojó al agua.
“Me sentí inútil y desesperado cuando vi la escena”, confesó Sugandhi.
Podría ser un caso aislado pero no lo es. Cuando la Fundación para la Justicia Ambiental entrevistó a 116 tripulantes indonesios que trabajaron entre septiembre de 2020 y agosto de 2021 en barcos chinos de aguas distantes, el 97% de ellos informó de algún tipo de servidumbre por deudas o confiscación de dinero y documentos; y el 58% dijo haber visto o sufrido violencia física.
El reporte detalla que, en comparación con otros países, China no sólo ha sido menos receptiva a las regulaciones internacionales y la presión de los medios en lo que respecta a los derechos laborales o la conservación de los océanos, si no que también ha sido menos transparente sobre sus barcos pesqueros y sus plantas procesadoras.
Así lo afirmó Sally Yozell, directora del Programa de Seguridad Ambiental del Centro Stimson, una organización de investigación estadounidense con sede en Washington, quien destacó que, debido a que gran parte de los productos del mar del mundo se capturan o procesan en China, es particularmente difícil para las empresas saber si sus productos están involucrados en pesca ilegal o abusos de derechos humanos.
Las preocupaciones alrededor de la flota china, considerada la más grande del mundo porque está compuesta por 17.000 embarcaciones, son distintas y, aunque principalmente se los relaciona con la pesca ilegal, hay registros de que en esos barcos suceden otros crímenes, como la esclavitud, el trabajo forzado, el tráfico ilegal y la trata de personas.
A pesar de las advertencias de las organizaciones ambientalistas, de los esfuerzos de los Estados por controlar sus espacios marítimos y de que existen tratados internacionales para regular las actividades en los océanos, las embarcaciones chinas siguen ingeniando tácticas que les permiten extraer los recursos pesqueros de los países sudamericanos y mantenerse impunes. Las malas prácticas van desde apagar los dispositivos satelitales de rastreo hasta tener embarcaciones gemelas.
La esclavitud en altamar
En distintas entrevistas, tres miembros de la tripulación indonesia que también estaban a bordo del Wei Yu 18 dijeron que nunca antes habían trabajado en altamar ni eran conscientes de los riesgos de aceptar un trabajo como este.
El trabajo forzoso, tal como lo define la Organización Internacional del Trabajo, existe cuando se cumplen dos criterios: trabajo involuntario y coerción. El informe resalta que se encontraron varios ejemplos de estos criterios en el Wei Yu 18, según una investigación confidencial del barco realizada en julio de 2020 por la empresa de investigación de seguridad C4ADS. El reporte citó otros factores, incluidas palizas, alimentos y condiciones de vida insalubres y servidumbre por deudas, y concluyó que había pruebas claras de trabajo forzoso en el barco.
Lo más probable es que Fadhil muriera a causa de una enfermedad llamada beriberi, causada por una grave deficiencia de vitamina B1. Esta enfermedad ha aparecido históricamente en prisiones, hospitales psiquiátricos y campos de inmigrantes, pero ha sido erradicada en gran medida.
Sin embargo, es frecuente en los buques pesqueros chinos de aguas distantes. Esta preocupante tendencia se ve facilitada por el transbordo, una práctica cada vez más común que permite a los barcos transportar su pescado a buques refrigerados para que no tengan que regresar a tierra. Esto significa que los barcos pesqueros suelen permanecer en el mar durante más de dos años, lo que supone un peligro para los trabajadores a bordo, que a menudo están desnutridos.
Cuando se le pidió que revisara el caso, Victor Weedn, un médico forense de Washington, explicó que permitir que los marineros mueran de beriberi probablemente constituya un delito de negligencia, ya que la enfermedad se previene fácilmente mediante una nutrición adecuada o pastillas de vitaminas y sus síntomas pueden revertirse rápidamente con cuidado apropiado.
Luego afirmó que permitir que estas personas sufran y mueran es inconcebible. “Es asesinato en cámara lenta”, concluyó.