Hace 14 días, el grupo terrorista Hamas lanzó la operación Al-Aqsa sobre Israel, que implicó una oleada de ataques por aire, tierra y mar, y les permitió irrumpir en el territorio y realizar los más brutales crímenes.
La disputa no es una novedad, sin embargo la fuerza de su ofensiva sí lo fue y tomó por sorpresa a las Fuerzas de Defensa de Israel que, de inmediato, intensificaron sus esfuerzos por asegurar las fronteras de su territorio y, posteriormente, librar una contraofensiva que asegure que un hecho como éste no vuelva a ocurrir.
El Instituto Internacional contra el Terrorismo de la Universidad Reichman elaboró un informe en el que se presentan algunos episodios clave de las últimas décadas, con las victorias de Hamas en este tiempo, que permiten entender mejor las razones detrás de esta ofensiva.
Uno de los puntos centrales de la lucha recae sobre la mezquita de Al Aqsa, en Jerusalén, donde tanto musulmanes como judíos reclaman una importancia histórica y, por tanto, desean hacerse con su control.
En mayo de 2021, sin embargo, Hamas tomó este sitio como el centro de su estrategia e impuso su propia narrativa: se posicionó entre el pueblo palestino como el defensor y protector de esta Mezquita. Esto surgió como respuesta a la decisión de Mahmoud Abbas, el líder de la Autoridad Palestina. La medida generó descontento entre los terroristas, que acusaron a Al-Fatah de no habilitar los comicios por discusiones internas que podrían significarles la derrota.
Desde entonces, Hamas intensificó sus lanzamientos de misiles contra Israel, en un intento por reafirmar su papel como guardián de este sitio sagrado y con miras a derrocar a Abbas, incluso si ello fuera una tarea a largo plazo. Así, las acciones no cesaron y, por el contrario, sólo crearon un espiral de violencia y terror que fue en aumento durante 2022 y 2023, hasta los sucesos del pasado 7 de octubre, que ya dejaron al menos 1.400 muertos en el bando israelí.
A los ojos de los terroristas, esta postura les permitió aumentar su apoyo en el pueblo palestino, que los incitó a iniciar su reciente ofensiva. Confiados en que tendrían el respaldo de la sociedad, alentaron al pueblo de Cisjordania a que se levante contra las “incursiones” israelíes en la Mezquita.
Para ello, utilizaron canales de Telegram en los que pedían a la gente formar comités de defensa para repeler la respuesta de las Fuerzas de Defensa (FDI) y que “no tengan un día tranquilo”. “¿Cómo sirves a la resistencia en Gaza? Toma tu cuchillo, prepara tu arma, prepara tu [bomba] Molotov y ataca al enemigo y a cualquier objetivo que consideres una captura valiosa”, se lee en uno de los mensajes.
No obstante, la respuesta de la gente en la Franja de Gaza no fue la esperada por el grupo terrorista. Esta fue, frente a sus pasadas victorias, una inesperada derrota.
Otro de los pilares de su postura como salvador del pueblo palestino se basa en el uso del terror como estrategia principal. Los vídeos e imágenes difundidos en redes sociales y los restos hallados en diversas localidades y kibutz de Israel expusieron que Hamas se esfuerza por debilitar psicológicamente a su enemigo, para poder sacar ventaja de su fortaleza armamentística.
“Tomen el control de los kibutz, maten a la mayor cantidad de civiles que puedan y tomen rehenes”, se indica en documentos hallados con los planes de la operación.
Así, los atacantes filmaron y compartieron con el mundo las barbaridades que realizaron sobre civiles, como decapitaciones de bebés, violaciones a mujeres, masacres a ancianos y hasta quemas de casas y vehículos. Estas tácticas ya habían sido empleadas por el Estado Islámico (ISIS), lo que llevó a muchos analistas a sentenciar que ambas agrupaciones son lo mismo.
Pero ninguna de estas acciones explica aún por qué Hamas decidió lanzar su ataque en este momento. Considerando que la caída de Abbas podría llevar años y que los misiles contra Israel ya se habían vuelto una cuestión habitual, hay un tercer factor que inquietaba a los terroristas en el corto plazo, una derrota que no podrían asumir.
Desde diciembre de 2022, Israel, bajo el liderazgo del primer ministro Benjamin Netanyahu, ha entablado negociaciones con el fin de alcanzar un acuerdo de paz con Arabia Saudí. Con el objetivo de fortalecer el corredor económico que conecta a la India, con Medio Oriente y Europa -y así contrarrestar el avance y la influencia regional de China y su iniciativa de la Franja y la Ruta- Estados Unidos intercedió como mediador de este posible pacto.
Las conversaciones estaban ya encaminadas y próximas a concluir. Inclusive, el presidente Joe Biden aseguró recientemente que “los saudíes querían reconocer a Israel y eso, de hecho, habría unido Medio Oriente”.
Pero Hamas vio esto como una latente amenaza por dos cuestiones. Por un lado, el bloque opuesto podría unir sus fuerzas liderar en el conflicto, si así lo deseara. Por el otro, su alianza representaría un obstáculo de peso en la región para su socio y partidario, Irán, que quedaría en desventaja.
Días antes del inicio del conflicto, el 3 de octubre, el ayatollah Ali Khamenei había apuntado contra estas naciones y les advirtió que “perderán”. “Como dicen los europeos: ‘Están apostando a un caballo perdedor’”. También adelantó que “el régimen usurpador está llegando a su fin. Hoy, la juventud palestina y el movimiento contra la opresión y la ocupación en Palestina están más enérgicos, más vivos y más preparados que nunca durante los últimos 70 u 80 años. Si Dios quiere, el movimiento logrará sus objetivos”.
Aunque el conflicto en el terreno esté lejos de acabar, los enfrentamientos han logrado su objetivo. Las conversaciones se han visto pausadas y la formalización de la paz entre los países ha quedado, por lo menos, demorada.