La italiana Oriana Fallaci, corresponsal de guerra y entrevistadora de fama mundial, vivía en Nueva York el 11 de septiembre de 2001, cuando el ataque terrorista contra las Torres Gemelas y el Pentágono dejó casi 3.000 muertos y 6.000 heridos. Estaba enferma de cáncer —moriría en 2006— y de inmediato se puso a escribir un libro, La rabia y el orgullo, con el que quería advertir a Occidente que no entendía la magnitud de la amenaza del islamismo (movimiento político que ella no distinguía del islam). Escrito casi como un flujo de conciencia, desordenado e ideológico, el texto le costó causas judiciales en Francia, Suiza e Italia, por incitación al odio, xenofobia y blasfemia (cargo curioso, este último, en naciones laicas).
La rabia y el orgullo vendió velozmente un millón de ejemplares en Italia y 500.000 en el resto de Europa. Dos años más tarde, la entrevistadora de Indira Gandhi, Golda Meir, Henry Kissinger, Yasser Arafat, Haile Selassie, Deng Xiaoping, Zulfikar Ali Bhutto, Willy Brandt, Andreas Papandreou, Lech Walesa, Muammar Gaddafi, Mário Soares, Alfred Hitchcock y el ayatolá Jomeini (en cuya cara se quitó el chador) escribió otro volumen del mismo tenor, La fuerza de la razón, que tuvo el mismo destino de best-seller. Los dos títulos —junto con el autorreportaje de El apocalipsis, que completó una trilogía— vendieron más de seis millones de ejemplares en el mundo. También le valieron todo tipo de intimidaciones a Fallaci.
A continuación se citan algunos de los extractos más impactantes de La rabia y el orgullo y La fuerza de la razón, libros que casi destrozaron la carrera de Fallaci, pero que a la vez confirmaron su coraje por defender sus ideas a lo largo del arco diverso que trazó en su vida.
De “La rabia y el orgullo”
“Intimidados como están por el miedo de ir a contracorriente o parecer racistas (palabra inapropiada porque como resultará claro el discurso no es sobre una raza, es sobre una religión), no entienden o no quieren entender que aquí está ocurriendo una Cruzada al Revés. Acostumbrados como están al doble juego, cegados como están por la miopía, no entienden o no quieren entender que nos han declarado una guerra de religión. Promovida y fomentada por una facción de aquella religión, puede ser, (¿puede ser?), pero de religión. Una guerra que ellos llaman Yihad: Guerra Santa. Una guerra que puede ser (¿puede ser?) que no aspire a conquistar nuestro territorio, pero mira a la conquista de nuestras almas. A la desaparición de nuestra libertad, de nuestra sociedad, de nuestra civilización. Es decir, al aniquilamiento de nuestra manera de vivir o de morir, de nuestra manera de rezar o no rezar, de pensar o no pensar. De nuestra forma de comer y beber, de vestir, de divertirnos, de informarnos... No entiendes o no quieres entender que si no nos oponemos, si no nos defendemos, si no luchamos, la Yihad ganará”.
“¿No comprenden que los Osama bin Laden se creen verdaderamente autorizados a matarlos a ustedes y a sus hijos porque beben vino o cerveza, porque no llevan barba larga o el chador o el burka, porque van al teatro y al cine, porque escuchan a Mozart y cantan una cancioncilla, porque bailan en las discotecas o en sus casas, porque ven la televisión, porque llevan minifalda o pantalones cortos, porque en el mar o en la piscina están desnudos o casi desnudos, porque follan cuando y donde y con quien quieren? ¿Ni siquiera les importa eso, tontos? Yo soy atea, gracias a Dios. Racionalmente, por tanto, irremediablemente ateo. Y no tengo ninguna intención de ver mi racionalismo, mi ateísmo, ofendido y perseguido y castigado por los nuevos Inquisidores de la Tierra”.
“Para empezar, me molesta hablar de ‘dos’ culturas. Es decir, ponerlas en el mismo plano como si fueran dos realidades paralelas: dos entidades de igual peso y de igual medida. Porque detrás de nuestra civilización está Homero, está Sócrates, está Platón, está Aristóteles, está Fidias. Está la antigua Grecia con su Partenón, su escultura, su poesía, su filosofía, su invención de la Democracia. Está la antigua Roma con su grandeza, su concepto de la Ley, su literatura, sus palacios, sus anfiteatros, sus acueductos, sus puentes, sus calles. Hay un revolucionario, aquel Jesús muerto crucificado que nos enseñó (y paciencia si no lo hemos aprendido) el concepto de amor y justicia. Hay también una Iglesia que nos puso la Inquisición, de acuerdo. Que nos torturó, nos quemó mil veces en la hoguera. Que durante siglos nos obligó a esculpir o pintar sólo Cristos y Santos y Vírgenes, que casi me mató a Galileo Galilei. Lo humilló, lo silenció. Pero ha dado también una gran contribución a la Historia del Pensamiento, esa Iglesia. Ni siquiera una atea como yo puede negarlo. Y después está el Renacimiento. Está Leonardo da Vinci, Michelangelo, Raffaello, Donatello, etcétera. Por ejemplo, El Greco y Rembrandt y Goya. Hay una arquitectura que va bien allende de los minaretes y de las tiendas en el desierto. Está la música de Bach y Mozart y Beethoven, hasta llegar a Rossini y Donizetti y Verdi and Company. (Esa música sin la cual no sabemos vivir y que en la cultura o supuesta cultura islámica está prohibida. Pobre de ti si silbas una cancioncilla o tarareas el coro de Nabucco. ‘Como máximo puedo concederle alguna marcha para los soldados?, me dijo Jomeini cuando afronté el asunto). Finalmente está la Ciencia y la tecnología que de ella se deriva. Una ciencia que en pocos siglos ha cambiado el mundo. Ha realizado sortilegios dignos del mago Merlín, milagros dignos de la resurrección de Lázaro. Y Copérnico, Galileo, Newton, Darwin, Pasteur, Einstein (digo los primeros nombres que se me ocurren) no eran precisamente secuaces de Mahoma. ¿O me equivoco? El motor, el telégrafo, la electricidad, el radio, la radio, el teléfono, la televisión no se deben precisamente a los mullah y a los ayatollah. ¿O me equivoco? El barco de vapor, el tren, el automóvil, el avión, las naves espaciales con las cuales hemos ido a la Luna o a Marte y en el futuro iremos Dios sabe dónde, lo mismo. ¿O me equivoco? Los trasplantes de corazón, de hígado, de pulmón, de ojos, los tratamientos para el cáncer, el descubrimiento del genoma, ídem. ¿O me equivoco? Y aunque todo eso fuese algo para tirar a la basura (cosa que no creo) dime: detrás de la otra cultura, la cultura de los barbudos con la sotana y el turbante, ¿qué hay?”
“Si este Corán es tan justo y fraternal y pacífico, ¿cómo se explica la historia del Ojo-por-Ojo-y-Diente-por-Diente? ¿Cómo se explica la historia del chador y del burkah, o sea la sábana que cubre el rostro de las musulmanas más desgraciadas, de manera que para echar un vistazo al prójimo las infelices deben mirar a través de una minúscula rejilla colocada cerca de los ojos? ¿Cómo se explica la poligamia y el principio de que las mujeres cuentan menos que los camellos, que no pueden ir a la escuela no pueden ir al médico, no pueden hacerse fotografías, etcétera, etcétera? ¿Cómo se explica el veto a las bebidas alcohólicas y la pena de muerte (¡de muerte!) para quien las consume? ¿Cómo se explica la historia de las adúlteras lapidadas o decapitadas? (Los adúlteros, no).”
“La Cruzada al Revés dura desde hace demasiado tiempo, amigo mío. Y seducida por nuestro bienestar, nuestras comodidades, nuestras oportunidades, alentada por la flaqueza y la incapacidad de nuestros gobernantes, sostenida por los cálculos de la Iglesia católica y por oportunismos de la soi-disant izquierda, protegida por nuestras leyes complacientes, nuestro liberalismo, nuestro pietismo, nuestro (vuestro) miedo, avanza inexorablemente. Avanza sin cimitarras, esta vez. Sin picas, sin banderas, sin caballos árabes. Pero los soldados que la componen son belicosos como su antepasados, es decir, los moros que hasta el siglo XV dominaron España y Portugal. Como sus antepasados ocupan nuestras ciudades, nuestras calles, nuestras casas, nuestras escuelas. Y a través de nuestra tecnología, nuestros ordenadores, nuestra Internet, nuestros teléfonos móviles se infiltran dentro de los ganglios de nuestra civilización. Preparan las futuras oleadas.”
“En el caso de los Budas de Bamiyán, al contrario, hubo un auténtico proceso. Hubo una auténtica sentencia, una ejecución basada en normas o presuntas normas jurídicas. Una infamia premeditada, pues. Razonada, intencionada, y ocurrida ante los ojos del mundo que se puso de rodillas para impedirlo. ‘Os rogamos, señores Talibanes. Os suplicamos, no lo hagáis. Los monumentos arqueológicos son patrimonio universal y esos dos Budas no molestan a nadie’. Se pusieron de rodillas la ONU, la Unesco, la Unión Europea. (...) Pero no sirvió de nada y, ¿recuerdas el veredicto que la Corte Suprema del Tribunal Islámico de Kabul emitió el 26 de febrero de 2001? ‘Todas las estatuas preislámicas serán abatidas. Todos los símbolos preislámicos serán destruidos. Todos los ídolos condenados por el Profeta serán exterminados…’ Fue el día en el cual ese Tribunal autorizó los ahorcamientos públicos en los estadios y quitó a las mujeres los últimos derechos que les quedaban. (El derecho a reír. El derecho a llevar zapatos de tacón alto. El derecho a estar en casa sin las cortinas negras en las ventanas”
“¿Nadie tiene en cuenta que todos los países islámicos tienen un régimen teocrático, que todos son copias o aspirantes a copias de Afganistán y de Irán? ¡Por Dios, no hay ni un solo país islámico que esté gobernado de forma democrática o, al menos, laica! ¡Incluso aquellos sojuzgados por una dictadura militar como Irak y Libia y Pakistán, incluso aquellos tiranizados por una monarquía absolutista como Arabia Saudí y Yemen, hasta aquellos regidos por una monarquía más razonable como Jordania o Marruecos, todos están bajo el yugo de una religión que regula cada momento y cada aspecto de sus vidas!”
De “La fuerza de la razón”
“Si berreas barbaridades contra los americanos, si les llamas asesinos-y-enemigos-del-género-humano, si quemas sus banderas, si pones la esvástica sobre las fotografías de su presidente o si incluso aplaudes el Once de Septiembre, no te pasa nada. Al contrario, esas bajezas son consideradas virtudes. Pero si haces lo mismo con el Islam. terminas en la cárcel. Si eres occidental y dices que tu civilización es una civilización superior, la más evolucionada que haya producido este planeta, vas a la hoguera. Pero si eres un hijo de Alá o un colaboracionista suyo y dices que el Islam siempre ha sido una civilización superior, un faro de luz, y si según las enseñanzas del Corán añades que los cristianos hieden como las cabras y los cerdos y los monos y los camellos, nadie te toca. Nadie te denuncia. Nadie te procesa. Nadie te condena.”
Como es obvio, todo esto también ocurre por culpa de la filoislámica ONU. Esa ONU de la que los imbéciles y los hipócritas hablan siempre quitándose el sombrero como si fuese una cosa seria, una madre justa y honesta e imparcial. (’Dirijámonos-a-la-ONU’. ‘Que-intervenga-la-ONU’. ‘Dejemos-que-decida-la-ONU’). Esa ONU que despreciando olímpicamente la Declaración Universal de Derechos Humanos, texto que los países musulmanes nunca han querido suscribir, publicó en 1997 la ‘Declaración de los Derechos Humanos en el Islam’. Un documento que ya en el prólogo dice: ‘Todos los derechos estipulados en la siguiente Declaración están sujetos a la Ley Islámica, a la Sharia. En los países islámicos, la Sharia es la única fuente de referencia por lo que a los derechos humanos se refiere’. Esa ONU que por medio de su ambigua Commission for Human Rights albergó en Ginebra en el mes de noviembre de 1997 un seminario financiado por la Conferencia Islámica llamado ‘Perspectivas Islámicas sobre la Declaración Universal de los Derechos Humanos’. Seminario que concluyó con la invitación a ‘extender por todas partes las perspectivas islámicas sobre los derechos humanos’ así como a recordar ‘la contribución hecha por el Islam para poner los fundamentos de tales derechos’.”
“Ergo, la rabia que me consumía hace ya más de dos años no se ha aplacado. Si acaso se ha duplicado. El orgullo que hace ya más de dos años me mantenía firme no se ha debilitado. Si acaso se ha agudizado. (...) Añado además que la rabia y el orgullo se casaron y han dudo a luz un hijo robusto: la indignación. Y la indignación ha aumentado la reflexión, ha fortalecido la Razón. La Razón ha enfocado las verdades que los sentimientos no habían enfocado y que hoy puedo expresar sin medias tintas. Preguntándome por ejemplo: ¿qué clase de democracia es una democracia que vela el disenso, lo castiga, lo transforma en delito? ¿Qué clase de democracia es una democracia que en vez de escuchar a los ciudadanos los silencia, los entrega al enemigo, los deja abandonados ante los abusos y la prepotencia? ¿Qué tipo de democracia es una democracia que favorece la teocracia, restablece el concepto de herejía, tortura y manda a la hoguera a sus hijos? ¡¿Qué tipo de democracia es una democracia en la que la minoría cuenta más que la mayoría y, en contra de la mayoría, tiraniza y chantajea?!”
“No me agrada decir que Troya arde en llamas, que Europa es ya una provincia, mejor dicho, una colonia del islam (...) Los musulmanes constituyen el grupo étnico y religioso más prolífico del mundo. Característica favorecida por la poligamia y por el hecho de que el Corán en una mujer ve ante todo un vientre para parir. Se corre peligro de muerte civil si se toca este argumento. En la Europa sojuzgada el tema de la fertilidad islámica es un tabú que nadie se atreve a desafiar. Si lo intentas, vas derecho ante un tribunal acusado de racismo-xenofobia-blasfemia. No es casual que entre las acusaciones del proceso al que fui sometida en París figurase una frase (brutal, estoy de acuerdo’ pero exacta) con la que me había traducido al francés. ‘Ils se multiplient comme les rats. Se multiplican como ratas’. Pero ningún proceso liberticida podrá negar algo de lo que ellos mismos se vanaglorian. Es decir, el hecho de que en el último medio siglo los musulmanes han crecido un 235 por ciento. (Los cristianos sólo el 47 por ciento).”
“En la Europa que arde en llamas se ha reproducido la enfermedad que el siglo pasado convirtió en fascistas incluso a los italianos no fascistas, en nazis a los alemanes no nazis y en bolcheviques a los rusos no bolcheviques. Y que ahora convierte en traidores incluso a los que no querrían serlo: el miedo. Es una enfermedad mortal, el miedo. Una enfermedad que alimentada de oportunismo, conformismo, chaqueteo y naturalmente bellaquería, causa más víctimas que el cáncer. Una enfermedad que al contrario del cáncer es contagiosa y afecta a cualquiera que se cruce en su camino. Buenos y malos, estúpidos e inteligentes, canallas y caballeros. He visto cosas terribles, durante estos dos años, causadas por culpa del miedo. Cosas mucho más terribles que las que vi en la guerra donde se vive y se muere en el miedo. He visto a líderes que iban de valentones y que, por miedo, han izado la bandera blanca. He visto a liberales, que se definían como paladines del laicismo y que, por miedo, han comenzado a cantar las alabanzas del Corán. He visto a amigos o a presuntos amigos que, aunque con suma cautela, compartían mis ideas, y que por miedo han dado marcha atrás y se han autocensurado”.
“La libertad y la democracia, amigos míos, hay que quererlas. Y para quererlas es necesario saber qué son y comprender qué es lo que encierran ambos conceptos. El noventa y cinco por ciento de los musulmanes rechazan la libertad y la democracia, no sólo porque no saben lo que es sino también porque, si se lo explicas, no lo entienden. Son conceptos demasiado opuestos a aquéllos sobre los que se basa el totalitarismo teocrático. Demasiado ajenos al tejido ideológico del Islam. En dicho tejido es Dios el que manda, no los hombres. Es Dios el que decide el destino de los hombres, no los propios hombres. Un Dios que no deja espacio a la elección personal, al raciocinio, al razonamiento. Un Dios para el que los hombres no son ni siquiera sus hijos: son sus súbditos, sus esclavos.”
“Detrás de las demás comunidades no hay una religión que se identifique a sí misma con la Ley, con el Estado. Una religión que colocando a Alá en el lugar de la Ley, en el lugar del Estado, gobierna en todos los sentidos la vida de sus fieles y que por lo tanto altera o perturba la vida de los demás. Que considera una blasfemia la separación entre Iglesia y Estado, que en su vocabulario ni siquiera existe el término Libertad. Para decir Libertad dicen Liberación Hurriyva. Palabra que deriva del adjetivo ‘hurr’, esclavo-liberado, esclavo-emancipado, y que fue utilizado por vez primera en 1774 para redactar un pacto ruso-turco de carácter comercial. Por eso a todo el que les escucha le digo: por Dios bendito, con todo lo que hemos luchado por romper el yugo de la Iglesia Católica, “¿vamos a entregarnos al yugo de un credo que no es el nuestro, que no pertenece a nuestra cultura, que en vez de amor siembra odio y en vez de libertad esclavitud, que en Dios y en el César ve la misma cosa?”
“Engañada por el razonamiento no me di cuenta de que, favorecido por el final de nuestro colonialismo, el mismo flujo se verificaba en Europa. En Inglaterra por ejemplo, donde el eslogan Renacimiento del Islam procedía de Pakistán, de Uganda, de Nigeria, de Sudán, de Kenia, de Tanzania. En Francia donde procedía de Argelia, de Túnez, de Marruecos, de Mauritania, de Chad, de Camerún. En Bélgica donde procedía del Congo y de Burundi. En Holanda donde procedía de Indonesia y de Surinam y de las Molucas. En Italia donde procedía de Libia, de Somalia, de Eritrea. (La Universidad para Extranjeros de Perusa desbordaba, ese mismo año, de libios que junto a otros hijos de Alá habían fundado la Unión de Estudiantes Musulmanes de Italia y que en Italia se aprestaban a erigir la primera mezquita). En definitiva no entendí que lejos de ser un normal flujo migratorio el fenómeno formaba parte de una estrategia bien precisa, de un diseño basado en la penetración gradual y no en la agresión brutal y directa contra todos los perros infieles del planeta. Por lo demás, nadie se dio cuenta. La Guerra Fría distraía de todo, lo fagocitaba todo. En aquella época sólo se hablaba de comunismo. De marxismo, de leninismo, de bolchevismo» de socialismo, de comunismo. No se oía jamás la palabra islamismo.”
“Veamos ahora qué es lo que dice la investigación de Bat Ye’or [se refiere al texto “Islam and Dhimmitude”]. Dice que el que fecundó el óvulo ya maduro, el óvulo de la conjura, fue el espermatozoide (ella lo llama galillo, detonador) del 16 y el 17 de octubre de 1973. Es decir la Conferencia que durante la guerra del Yom Kippur o Guerra del Ramadán celebraron los representantes de la OPEP (Arabia Saudita, Kuwait, Irán, Irak, Qatar, Abu Dabi, Bahrein, Argelia, Libia, etcétera) en Kuwait City donde ipso facto cuadruplicaron el precio del petróleo. De 2,46 dólares el barril de crudo lo hicieron subir a 9,60 dólares. Y el refinado a 10,46 dólares. Después anunciaron que reducirían la extracción para que sólo aumentase un 5 por ciento, embargaron a Estados Unidos, Dinamarca y Holanda, y declararon que esta medida la extenderían a cualquier país que rechazase o no apoyase sus exigencias políticas. ¿Qué exigencias? Retirada de Israel de los territorios ocupados, reconocimiento de los palestinos, presencia de la OLP en todas las negociaciones de paz, aplicación del principio contenido en la Resolución 242 de la ONU. (...) “Diecinueve días después se reunieron en Bruselas y en un abrir y cerrar de ojos firmaron un documento con el que proclamaban que Israel tenía que abandonar los territorios ocupados, que la OLP y Arafat debían participar en las negociaciones de paz, que el principio contenido en la Resolución 242 era sacrosanto.”
“Cuando en el mes de octubre de 2002 publiqué en Italia el texto de la conferencia que había pronunciado en la American Enterprise Institute de Washington, titulada «Wake up Occidente» es decir «Despierta Occidente», esperaba que en torno a él se abriese un debate. Era un texto sobre el sueño que ha narcotizado a Europa transformándola en Eurabia, y merecía una discusión. Pero más que una invitación a razonar, a despertarse y razonar, los colaboracionistas vieron en él una fórmula belicista. Un eslogan racista, xenófobo, reaccionario, en definitiva blasfemo. Todos.”
“El Islam es una charca. Y una charca es una presa de agua estancada. Agua que no fluye, que no se mueve, que no se depura, que nunca se convierte en agua que corre y corriendo llega al mar. De hecho se corrompe fácilmente, y ni siquiera sirve como abrevadero para los animales. La charca no ama la Vida. Ama la Muerte. Por eso las madres de los kamikazes gozan cuando sus hijos mueren, dicen Allah akbar —Dios es grande— Allah akbar. En cambio, Occidente es un río. Y los ríos son corrientes de agua viva. Agua que fluye continuamente y fluyendo se depura, se renueva, recoge otra agua, llega al mar, y paciencia si a veces se sale de madre. Paciencia si a veces con su fuerza inunda. El río ama la Vida. La ama con todo el bien y con todo el mal que encierra. La nutre, la protege, la exalta, y por eso nuestras madres lloran cuando sus hijos mueren.”
“Pensar ilusamente que existe un Islam bueno y un Islam malo, es decir no darse cuenta de que existe sólo un Islam, que todo el Islam es una charca y que a este paso terminamos todos ahogados en esa charca, va contra la Razón. No defender el propio territorio, la propia casa, los propios hijos, la propia dignidad, la propia esencia, va contra la Razón.”