(Román Lejtman, enviado especial a Tel Aviv, Israel) En la entrada del kibbutz Kfar Aza -aldea de Gaza- aún se observa el cadáver de un terrorista de Hamas que cruzó la Franja para asesinar, violar y torturar a todos los judíos que se le cruzarán en el camino. El cuerpo está en descomposición y las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) aún no pudo meterlo en una bolsa negra y llevarlo a la morgue.
En las últimas días, el FDI ya transportó 80 cadáveres de Hamas y ahora está concentrado en preparar el asalto a la Franja de Gaza, que se demora porque la organización fundamentalista traba la evacuación de 500.000 palestinos que intentan huir de una guerra que iniciará antes que concluya octubre.
Cuando ese complejo movimiento migratorio termine, Israel y Hamas protagonizarán un conflicto bélico que cambiará matriz geopolítica de Medio Oriente. Tel Aviv no quiere sumar costos colaterales a una batalla que supone sangrienta, y entonces decidió esperar para avanzar contra Hamas en su propio territorio.
El kibbutz Kfar Aza está a dos kilómetros de Gaza y fue el escenario de una batalla épica entre un puñado de civiles y militares israelíes versus una voluminosa célula terrorista armada con ametralladores, bombas, machetes, armas cortas, explosivo plástico y granadas. Fue un enfrentamiento desigual y los rastros del combate se pueden observar en cada casa y en cada pasillo del kibbutz fundado en 1951.
Más de cien terroristas ingresaron por un portón trasero que fue forzado cuando todavía era de noche. Los terroristas mataban a su paso, mientras el ruido de la metralla y de las bombas alertaban hacia adelante que la seguridad se había quebrado y que el kibbutz estaba bajo ataque.
La resistencia fue espontánea y la célula de Hamas encontró una escollo que no estaba en sus cálculos. Caían los kibbutzimes, pero también morían fundamentalistas.
Un hecho demuestra la valentía de una familia de judíos y el odio practicado por Hamas para terminar con cuatro civiles que no querían morir y entregar su hogar: los terroristas prendieron fuego la casa y luego balearon los cuerpos. El matrimonio -carbonizado- estaba abrazado y fue encontrado en medio del living que daba al jardín.
Cada célula terrorista tenía un plan de operaciones y la resistencia en Kfar Aza complicó los tiempos previstos para esta operación. Tres horas más allá de lo previsto, Hamas se apropio del kibbutz. Le costó ochenta fedayines que fueron encontrados en los pasillos y en los jardines de Kfar Aza.
Eran terroristas entrenados por Irán en los campos que Hezbollah controla en el sur del Líbano.
Durante un recorrido por el inesperado escenario de batalla, este enviado especial observó como todavía dos terroristas muertos -uno con bolsa y otro no- esperaban su turno para ser llevados a la morgue forense. El FDI no quema los cuerpos: sirven para canjear muertos enemigos por soldados propios, que fueron capturados en las cercanías de la Franja de Gaza.
El ejército además recogió a cada uno de los civiles y militares israelíes que murieron en combate o fueron asesinados por los terroristas. Los cuerpos de los judíos fueron ultrajados y los pocos sobrevivientes son rehenes en la Franja de Gaza. Todavía no hay un número exacto de los asesinados en Kfar Aza, y menos aún de los secuestrados que están a merced de Hamas.
En Kfar Aza sorprende el olor rancio de la muerte y la vida cotidiana sepultada por la irrupción terrorista. En una casa había figuritas de Pokemon tiradas en un pasillo, y en otra había una bicicleta color celeste que seguramente llegó hasta el cielo cada tarde después del colegio.
No sabemos qué paso con esos chicos.
Video y fotos: Lihueel Althabe, enviado especial